DÉJENOS SALIR...
Déjenos
salir de aquí, señora policía
nosotras
no hemos hecho nada…
llegamos
a esta tierra en un barquito
que
se iba poco a poco hundiendo entre las olas.
Nuestros
papás nos trajeron en brazos
porque allí en nuestro pueblo
las
bombas nos caían a racimos.
Mi
hermanito quedó entre los escombros.
No
pudieron sacarlo.
Mi
mamá, cuando estábamos casi llegando,
y
no hubo nadie que quisiera o pudiera
halarla
de la mano.
Señora
policía, nos dijeron que aquí
la
gente no creía en el Dios de Mahoma
pero
también tenía un Dios bastante bueno
que
mandaba dar posada al peregrino
y
dar pan al hambriento.
Pero
aquí donde estamos, no es posada,
más
parece una cárcel
toda
llena de alambres y de pinchos.
Esta
mi amiga y yo
hemos
buscado a Dios entre los barracones
pero
no lo hemos visto.
Nos
parece que a él
tampoco
le permiten entrar
como
a nosotras no nos dejan salir.
Ésta
y yo querríamos pasar
para
ver si ese Dios, que dicen que es tan bueno
está
por ahí paseando,
nos
hace una caricia, nos regala unos dulces
y
les dice a los jefes de esta tierra
la
que la dicen “cristiana”
que
nosotras no hemos hecho nada,
nuestros papás tampoco.
Que
tan solo querríamos vivir un poquito mejor
sin
bombas ni alambradas
¡Ande,
señora policía
Déjenos
salir…
sólo
un ratito!
Fotografía.
Una agente de policía
conversa con dos niñas refugiadas iraquíes al otro lado de una valla, en el
centro de detención de inmigrantes indocumentados de Amygdaleza, en Atenas,
Grecia.
EFE/Archivo