Historias bíblicas de ayer que se repiten hoy
La lEy de la Selva
Dedicado a
quienes están pensando qué van a
hacer en su vida
Ayer
La selva que uno
conoce, aparte de los bellos
bosques del país de la eterna
primavera,… es la que uno visitó en su juventud, tras los pasos de Mowgli: la
selva de papel y letras de imprenta en
el libro de Rudyard Kipling. Esa era una selva muy civilizada, donde los animales, aparte del malo de la
película, el tigre, llevaban una vida comunitaria que ya la quisieran los animales
humanos. Los habitantes de esa jungla
compartían la caza, los frutos, el
agua y tenían sus asambleas
democráticas en la peña del consejo. (Si no lo han visitado tienen en internet
el susodicho encantador Libro de la Selva, más vivo ahí que en todas las películas que se
han hecho después)
Sin embargo
la manada humana no tiene esa
opinión y llaman “ley de la selva” a algo muy distinto.
Cuando en la cámara de diputados los políticos se tiran los trastos a la
cabeza, se insultan y manejan sus
negocios particulares, dicen los periodistas que aquello es la ley de la selva.
Cuando las bombas caen destrozando
cuerpos de niños y mayores en las ciudades sirias, las ONGs y los misioneros
dicen que en aquel país, las naciones
que se llaman civilizadas (léase
EEUU, Europa, Rusia) han impuesto la ley de la selva. El
salvajismo de los invasores de saco y
corbata está destrozando las selvas de
América y Asia para envolverlas en pasta de petróleo o robarse el oro menos brillante que las hojas
del bosque después de la tormenta.
Pues la ley de la
selva ayer era la selva virgen pero hoy…
Hoy
Se habla de la
selva violada, también de la jungla de asfalto,
de la maraña de intereses, del hombre que es lobo para el hombre (pero
no lobo como los que acogieron en su
cueva al pequeñín perdido en el bosque dela India).
Podemos pensar en
el jovencito, la jovencita que
empieza a sentirse mayor y se asoma fuera de la cueva familiar
pensando qué va a hacer
en el paisaje que se le ofrece delante.
Entones escucha la voz de los mayores, los que le han estado diciendo en su años escolares: “Estudia hijo, que esta vida es una selva, que sólo los más capaces salen a
flote… Tienes que buscarte un porvenir
porque la competencia en el mundo es
tremenda”.
Esa palabra “competencia”
se le ha ido clavando en el corazón.
Sabe lo que significa porque de pequeñín se peleó jugando con los
amiguitos y al ir creciendo le animaron a hacer deporte y ese era
sobretodo de “competición”. No se lo
ocurrió pensar que la competición y la
competencia pueden ser diferentes, aunque se parezcan. No se dio cuenta de que los amigos compiten.
Uno gana y otro pierde y luego se van juntos a merendar.
Pero…:“Hijo estudia que en este mundo la competencia
es tremenda”. Uno gana, otro pierde y el que pierde se queda sin merienda porque
el que gana se come las dos, y
eso ya no es un juego.
Los padres y
educadores educan a los pequeños no solo en la competición, juego, sino en la
competencia, lucha, Incluso a veces la
competición se convierte en lucha. Los
futbolistas que se golpean (y no es boxeo), los aficionados que se acuchillan
al fin del partido… y decían que era un juego.
Pero olvidemos la competición y pensemos en la
competencia profesional.
Algunos piensan que es una ley de la humanidad, pero a lo
mejor resulta que no.
Esos piensan que
la humanidad avanza gracias a la competencia. Y resulta que así avanza la economía de algunos a costa de la de otros. A quienes les va muy bien en los negocios
naturalmente defienden que se debe a la
competencia. Las dos terceras partes de
la humanidad que se debaten en la
miseria no piensan lo mismo.
¿Es que no hay una fuerza en la naturaleza y en el ser
humano que sea superior a la competencia?
Me gusta pensar en
el joven, la muchacha que empieza a penar en qué trabajo va a llenar su vida adulta. Algunos
no tienen que pensar: “Mis
abuelos labradores y mis padres, y yo...”
O, más complicado:
“Mis padres sin trabajo ni dinero y yo…
a ver lo que encuentro para vivir”. Esos
y esas jóvenes no tienen que molestarse en elegir. Todo se lo dan hecho.
Pero quiero
pensar en los que han tenido ocasión de ir a la escuela
y al final de ella se asoman a la puerta de la cueva. ¿Y ahora? Si esos muchachos y muchachas tienen ojos para distinguir la selva de posibilidades que se les ofrece, se harán la pregunta más sencilla: “¿qué salidas tiene la carrera
que pienso estudiar?”. Calcula sus
cualidades, calcula sus posibilidades y dónde puede ganar
más dinero. Dónde puede ser más
competente.
Pero puede suceder
que él o la joven además de ojos
e inteligencia tengan conciencia y se pregunte:
“Yo por poder estudiar y elegir profesión soy privilegiado(a)”.
A los datos de su
elección añade un factor más: “con mis posibilidades y cualidades ¿dónde
puedo ser útil a mis semejantes en
esta bella pero intrincada selva?”. Y
entonces puede que no elija solo la
profesión donde puede ser más competente sino también donde puede ser más solidario.
Me temo que para muchos esto sea un sueño utópico y una opción ingenua. Pero tal vez la humanidad
vaya avanzando de verdad, no gracias a la competición desaforada de quienes
avanzan con la aplanadora, caiga quien caiga, sino gracias a quienes, siendo conscientes de sus capacidades también lo son de
que esta bella selva que es el universo florecerá cuando florezca
la solidaridad, cuando todos nos sintamos unidos y responsables y veamos el modo de sernos más útiles unos a otros.
No hay más remedio que citar a Don Isaías en su capítulo
11:
Serán
vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el
novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá (Mowgli?). La vaca y la osa pacerán,
juntas acostarán sus crías, el león, como los bueyes, comerá paja.
Hurgará el niño de pecho en el agujero del
áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano.
Esto, como decía al principio, lo dedico a todos
aquellos, sobre todo jóvenes, que se
asomen a la selva que les rodea, pero
también a todos nosotros más viejos para que
dejemos de creernos que la vida tiene que ser solo competencia y que vayamos creando esa
utopía llamada solidaridad del mundo unido.