Monseñor
y su cayado,
igual
de viejos los dos.
Otros
lo llaman el báculo
pero
este es un cayado de pastor.
No
sabemos si la rama de aquel árbol
la
cortaron aquel día
en
que otro obispo
extendió
sobre él las manos
para
enviarlo de misión
o
fue cuando su rebaño fugitivo
iba
huyendo por los montes
con
mujeres, niños, jóvenes y viejos…
Escapando
de los botas y las armas sin conciencia.
Pero
aquí tenemos ahora
al
obispo y su cayado.
Él,
que no quedó callado
cuando
tuvo que salir a la defensa de su pueblo.
Aunque
ahora
Ya
no va por los caminos…
ni
se enfrenta cuerpo a cuerpo con los lobos,
como entonces
como entonces
cuando
era compañero de su amigo Juan,
el
obispo asesinado.
Pero
miren ese tronco retorcido de la foto
donde
asoma su figura.
El
cayado es como un interrogante
que
pregunta a los que sigan el camino
para
ser pastores, o ministros, servidores de la gente.
Les
pregunta si están listos
Para
andar por delante de su pueblo,
con
bastón o sin bastón,
y
lograr que Verapaz vaya avanzando
por
la senda
de
la paz verdadera
y
para siempre.