Es posible la esperanza.
De
las basuras pueden renacer instrumentos maravillosos, humanidad,
bellas melodías vitales... si nos movilizamos para ello y somos
capaces de cambiar nuestros caducos esquemas de pensamiento y vida.
Sin
duda, es mejor “enseñar a pescar” que “dar” una caña,
pero
mientras aprenden
habrá
que devolverles la salud con el “pan y el sanar de cada día”
que
tenemos y hasta tiramos,
y
a
ellos en justicia pertenece
¡Vaya
a que no puedan aguantar el hambre ni la enfermedad
...y
mueran antes de aprender!
...¡¿para
quién, entonces, la caña?!
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El Padre Pedro Opeka, de a orden de Misioneros Lazaristas de San Vicente de Paul se ha ocupado de regresarles a los más pobres de Antananarivo su dignidad de hijos de Dios con alimento, vivienda, educación y la formación de pequeños pueblos formados y administrados por esos mismos pobres quienes han dejado atrás la vida inhumana que llevaron por muchos años.