La
no violencia como estilo de vida
Carlos
Ayala Ramírez
El
papa Francisco ha dado a conocer su mensaje para la quincuagésima
Jornada Mundial de la Paz. La idea fuerza que plantea el obispo de
Roma es que la no violencia debe ser el estilo de la política para
alcanzar la paz y que, junto a la caridad, debe guiar las relaciones
interpersonales, sociales e internacionales. La no violencia debe
ser, desde el nivel local y cotidiano hasta el orden mundial, estilo
característico de nuestras decisiones, relaciones, acciones, y de la
política en todas sus formas.
Según
Francisco, no es fácil saber si el mundo es más o menos violento
que antes ni si los medios de comunicación y la movilidad que
caracterizan a nuestra época nos hacen más conscientes de la
violencia o más habituados a ella. De lo que no hay duda, se
lamenta, es de que estamos ante una terrible guerra mundial por
partes, en modos y niveles diversos: guerras en diferentes países y
continentes; terrorismo, criminalidad y ataques armados
impredecibles; abusos contra los emigrantes y las víctimas de trata;
devastación del medio ambiente. Todo ello, recalca, provoca gran
cantidad de víctimas y de sufrimiento.
En
la línea de fundamentar en la no violencia un estilo de política
para la paz, el papa remite a la fuerza de las palabras y hechos de
Jesús. Rememora que Cristo también vivió en tiempos de violencia y
que su mensaje ante esa realidad ofrece una respuesta radicalmente
positiva. Su llamado a amar a los enemigos no debe entenderse como
rendirse ante el mal, sino a responder al mal con el bien, rompiendo
de este modo la cadena de la injusticia. En definitiva, se trata de
optar por el camino de la justicia no violenta para ponerle fin a la
injusticia violenta.
El
papa reconoce que este compromiso en favor de las víctimas de la
injusticia y de la violencia no es un patrimonio exclusivo de la
Iglesia católica, sino que es propio de muchas tradiciones
religiosas, para las que la compasión y la no violencia son
esenciales. En este marco, Francisco reafirma con fuerza: “Ninguna
religión es terrorista. La violencia es una profanación del nombre
de Dios. No nos cansemos de repetirlo: nunca se puede usar el nombre
de Dios para justificar la violencia […] Solo la paz es santa, no
la guerra”. Y a renglón seguido recuerda a algunos personajes
históricos que practicaron con decisión y coherencia la no
violencia: Mahatma Gandhi y Khan Abdul Ghaffar Khan en la liberación
de la India; Martin Luther King contra la discriminación racial;
Leyma Gbowee y miles de mujeres liberianas que han organizado
encuentros de oración y protesta no violenta, obteniendo
negociaciones de alto nivel para la conclusión de la segunda guerra
civil en Liberia.
El
mensaje del papa concluye con una exhortación a seguir la estrategia
de la construcción de la paz plasmada en el Sermón de la Montaña,
en el que se afirma que son bienaventurados los mansos, los
misericordiosos, los que trabajan por la paz, y los puros de corazón,
los que tienen hambre y sed de la justicia. A los líderes políticos
y religiosos, a los responsables de instituciones internacionales, a
los dirigentes de empresas y medios de comunicación, el papa los
desafía a aplicar las bienaventuranzas en el desempeño de sus
responsabilidades. En esta línea, son muy concretas y elocuentes las
siguientes palabras:
Es
el desafío de construir la sociedad, la comunidad o la empresa, de
la que son responsables, con el estilo de los trabajadores por la
paz; de dar muestras de misericordia, rechazando descartar a las
personas, dañar el ambiente y querer vencer a cualquier precio. Esto
exige estar dispuestos a aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y
transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso. Trabajar de este
modo significa elegir la solidaridad como estilo para realizar la
historia y construir la amistad social.
El
desafío que plantea Francisco tiene especial importancia para el
pueblo salvadoreño, que celebra este mes 25 años de la firma de los
Acuerdos de Paz, en medio de realidades violentas. Ya no la violencia
de la guerra, pero sí la violencia de la economía excluyente y de
la inseguridad pública. En este contexto, bueno es recordar algunos
de los llamados que hacía el arzobispo de San Salvador, José Luis
Escobar, en su carta pastoral “Veo en la ciudad violencia y
discordia”. Escobar pedía al pueblo salvadoreño estar vigilante
para que la violencia no entre en las familias, en las relaciones
laborales, en los momentos de esparcimiento, en las comunidades
parroquiales, en las instituciones de estudio.
A
los gobernantes les exhortaba a diseñar políticas que desarrollen
un Estado de bienestar social que aleje al pueblo de la tentación de
recurrir a la violencia y haga de El Salvador un país totalmente
inclusivo. A los que detentan el poder económico les pedía cambiar
la perspectiva de la economía dominante por una más solidaría, no
del derroche, y a contra pelo de los modelos neoliberales que
permiten la acumulación de la riqueza en pocas manos. Planteaba la
necesidad de un salario justo para los trabajadores, que posibilite
una vida con dignidad.
Comencemos
el año, pues, reconociendo caminos que puedan llevarnos a la paz
justa. Hacer un recorrido responsable es nuestra inmediata tarea.
Carlos
Ayala Ramírez
Profesor
del Instituto Hispano de la Escuela Jesuita de Teología de la
Universidad de Santa Clara, EE.UU.