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8 de enero de 2017

La no violencia como estilo de vida

La no violencia como estilo de vida
Carlos Ayala Ramírez

El papa Francisco ha dado a conocer su mensaje para la quincuagésima Jornada Mundial de la Paz. La idea fuerza que plantea el obispo de Roma es que la no violencia debe ser el estilo de la política para alcanzar la paz y que, junto a la caridad, debe guiar las relaciones interpersonales, sociales e internacionales. La no violencia debe ser, desde el nivel local y cotidiano hasta el orden mundial, estilo característico de nuestras decisiones, relaciones, acciones, y de la política en todas sus formas.

Según Francisco, no es fácil saber si el mundo es más o menos violento que antes ni si los medios de comunicación y la movilidad que caracterizan a nuestra época nos hacen más conscientes de la violencia o más habituados a ella. De lo que no hay duda, se lamenta, es de que estamos ante una terrible guerra mundial por partes, en modos y niveles diversos: guerras en diferentes países y continentes; terrorismo, criminalidad y ataques armados impredecibles; abusos contra los emigrantes y las víctimas de trata; devastación del medio ambiente. Todo ello, recalca, provoca gran cantidad de víctimas y de sufrimiento.


En la línea de fundamentar en la no violencia un estilo de política para la paz, el papa remite a la fuerza de las palabras y hechos de Jesús. Rememora que Cristo también vivió en tiempos de violencia y que su mensaje ante esa realidad ofrece una respuesta radicalmente positiva. Su llamado a amar a los enemigos no debe entenderse como rendirse ante el mal, sino a responder al mal con el bien, rompiendo de este modo la cadena de la injusticia. En definitiva, se trata de optar por el camino de la justicia no violenta para ponerle fin a la injusticia violenta.

El papa reconoce que este compromiso en favor de las víctimas de la injusticia y de la violencia no es un patrimonio exclusivo de la Iglesia católica, sino que es propio de muchas tradiciones religiosas, para las que la compasión y la no violencia son esenciales. En este marco, Francisco reafirma con fuerza: “Ninguna religión es terrorista. La violencia es una profanación del nombre de Dios. No nos cansemos de repetirlo: nunca se puede usar el nombre de Dios para justificar la violencia […] Solo la paz es santa, no la guerra”. Y a renglón seguido recuerda a algunos personajes históricos que practicaron con decisión y coherencia la no violencia: Mahatma Gandhi y Khan Abdul Ghaffar Khan en la liberación de la India; Martin Luther King contra la discriminación racial; Leyma Gbowee y miles de mujeres liberianas que han organizado encuentros de oración y protesta no violenta, obteniendo negociaciones de alto nivel para la conclusión de la segunda guerra civil en Liberia.

El mensaje del papa concluye con una exhortación a seguir la estrategia de la construcción de la paz plasmada en el Sermón de la Montaña, en el que se afirma que son bienaventurados los mansos, los misericordiosos, los que trabajan por la paz, y los puros de corazón, los que tienen hambre y sed de la justicia. A los líderes políticos y religiosos, a los responsables de instituciones internacionales, a los dirigentes de empresas y medios de comunicación, el papa los desafía a aplicar las bienaventuranzas en el desempeño de sus responsabilidades. En esta línea, son muy concretas y elocuentes las siguientes palabras:

Es el desafío de construir la sociedad, la comunidad o la empresa, de la que son responsables, con el estilo de los trabajadores por la paz; de dar muestras de misericordia, rechazando descartar a las personas, dañar el ambiente y querer vencer a cualquier precio. Esto exige estar dispuestos a aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso. Trabajar de este modo significa elegir la solidaridad como estilo para realizar la historia y construir la amistad social.

El desafío que plantea Francisco tiene especial importancia para el pueblo salvadoreño, que celebra este mes 25 años de la firma de los Acuerdos de Paz, en medio de realidades violentas. Ya no la violencia de la guerra, pero sí la violencia de la economía excluyente y de la inseguridad pública. En este contexto, bueno es recordar algunos de los llamados que hacía el arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar, en su carta pastoral “Veo en la ciudad violencia y discordia”. Escobar pedía al pueblo salvadoreño estar vigilante para que la violencia no entre en las familias, en las relaciones laborales, en los momentos de esparcimiento, en las comunidades parroquiales, en las instituciones de estudio.

A los gobernantes les exhortaba a diseñar políticas que desarrollen un Estado de bienestar social que aleje al pueblo de la tentación de recurrir a la violencia y haga de El Salvador un país totalmente inclusivo. A los que detentan el poder económico les pedía cambiar la perspectiva de la economía dominante por una más solidaría, no del derroche, y a contra pelo de los modelos neoliberales que permiten la acumulación de la riqueza en pocas manos. Planteaba la necesidad de un salario justo para los trabajadores, que posibilite una vida con dignidad.

Comencemos el año, pues, reconociendo caminos que puedan llevarnos a la paz justa. Hacer un recorrido responsable es nuestra inmediata tarea.


Carlos Ayala Ramírez


Profesor del Instituto Hispano de la Escuela Jesuita de Teología de la Universidad de Santa Clara, EE.UU.