Lo
que va de ayer a hoy
Historias
bíblicas de ayer que se repiten hoy
Prójimo
Ayer
La
palabra prójimo se inventó en tiempos y ambientes religiosos. Se
habla de amar al prójimo, y está muy bien, es muy sencillo, no
tiene problema, porque con quien nos encontramos en la vida normal
no es con el prójimo sino con González que es un egoísta y una
antipático, con doña Juana, esa cotilla de la casa de al lado, con
ese tipo, no sé cómo se llama, que me estafó vendiéndome un
reloj que se estropeó en una semana…
Pero
el prójimo es cosa de tiempos antiguos, de Moisés y sus tablas de
piedra donde decía que amar al prójimo era bastante importante.
Aunque no explicaba mucho qué era eso de “prójimo”.
Desde
luego un habitante de Jericó, un filisteo no debía de ser prójimo
para amar y, en caso de conquista, el pueblo que recibió las tablas
de la ley les podía pasar a cuchillo a todos.
La
cosa se complicó algo más cuando apareció por aquellas mismas
tierras, conquistadas a los filisteos, ese tal Jesús que empezó a
dar más detalles de la palabra.
La
culpa fue de aquel doctor de la ley que le sacó el tema sobre lo
que era principal en esos mandamientos, y al verse acorralado otra
vez con lo de amar al prójimo, se hizo el ignorante y preguntó:
“¿y quién es mi prójimo?”. Ahí el galileo se soltó con
un cuento de esos suyos picantes…
Por
lo que contó parece que el prójimo era un samaritano, con el pobre
infeliz al que habían dado gran golpiza unos pandilleros. Eso, que
se cuenta del viajero asaltado, ya se pone un poco más cerca de
nuestra realidad.
Para
seguir investigando, pues, podemos dar un paso adelante para entrar
en el
HOY
Hoy,
por aquí, cerca de donde estoy escribiendo, no suele haber
samaritanos. Acaso algún refugiado que ya no resistía la
presión de los hijos de Moisés, súbditos de Netanyahu.
De
modo que no hay problema en seguir utilizando en nuestras
conversaciones esa palabra abstracta, prójimo, con tal que no
tengamos cerca a un samaritano o a un tal Jesús que concreta
demasiado sus palabras. Como curiosidad, parece que la expresión
que Jesús comentó fue en su lengua aramea “rea´” .
Significaba algo así como “el que tenemos enfrente”, aunque
no sea nuestro pariente ni amigo cercano.
Pensando
en la etimología de prójimo en nuestro idioma, basta cambiar una
letra: próximo. Eso nos compromete más. Es próximo o porque está
físicamente cerca, o porque hemos tenido comunicación con él o
porque las noticias y la vida nos lo han puesto cerca.
Hoy
con el internet y las ondas hertzianas, imagínense todo lo que
tenemos cerca.
El
prójimo va dejando de tener un sentido religioso y se vuelve sobre
nosotros con una presencia extraña que nos invade. El prójimo es
“el otro”, porque todos, cerca o lejos estamos cada vez más
próximos unos de otros, aunque a veces no nos haga ninguna gracia.
En
aquel diálogo con el doctor de la ley la palabra se empezó a
complicar, al concretarse en alguien con nombre, apellidos,
nacionalidad, religión propia… El prójimo, ya no era un ser
abstracto, lo cual quiere decir que existen los prójimos, los
otros, esos que dicen yo y tú , te quiero o vete al infierno.
Pero
de pronto algunos de los que decimos yo y nos dicen tú
empezamos a pensar en la frase completa: ama “como a ti mismo” y
nos imaginamos al samaritano cargando al prójimo ensangrentado
sobre el burro. Meditamos en qué pensaba el herido cuando lo
levantaba en brazos el samaritano y en qué pensaba el samaritano al
mirar a la cara al herido, y lo que pensaba el burro mientras sentía
en su lomo el peso del pobre hombre, y lo que pensaban el sacerdote y
el levita cuando seguían su camino para llegar al templo a la hora
del sacrificio, inquietos con la sensación de que algo habían
hecho mal. Suponemos lo que se movía en la conciencia del
escriba cuando escuchaba a Jesús decirle “vete y haz tú lo mismo”
Pero
sobre todo pensemos en Jesús dando vueltas en su cabeza a los
personajes de su historia: el sacerdote, el samaritano, el burro, el
herido y los tres ladrones que le había dado la golpiza…. en
el fondo de todo le sigue resonando la pregunta del escriba: “pero,
a ver, ¿quién es mi prójimo?”
Mientras
el escriba se marchaba cargado con la parábola, Jesús se sentó en
una piedra del camino y se puso rumiar la frase: prójimo…
Todos somos el prójimo. O sea ama al prójimo que eres tú mismo.
Entonces
se le escapó al profeta galileo un extraño credo:
Creo
en un solo prójimo todo debilidoso,
sin
poder y necesitado del cielo y de la tierra.
Creo
en un prójimo formado por miles y millones de seres.
Creo
que todos son uno
en
el amor eterno que nos une en el universo.
El
amor al que llamo Abba (papá) pero podría llamar Imá (mamá).
Pero
no creo, sino que veo…
cómo
a casi todos les falta conciencia
y
cada uno se dice yo
y
cree ser más o menos que los otros yo
y
casi todos se agarran a lo que llaman mío
y
se quitan unos a otros lo que llaman tuyo.
Que
todos sean uno, Abbá, Imá,
como
tú y yo somos uno.
Que
se den cuenta de que son todos uno en el universo,
con
las estrellas y los satélites,
la
hierba y los burros,
los
samaritanos y los ladrones del camino
los
palestinos heridos y Netanyahu,
los
escribas, sacerdotes, obispos,
pastores
evangélicos, chamanes, Dalai Lama,
imanes
del islam, y yihadistas,
emigrantes,
inmigrantes,
Trump
y sus albañiles
(los
que se le nieguen a levantar muros),
campesinos
indígenas y criollos racistas
… que
a todos les crezca la conciencia de que son
un
solo prójimo como tú, Abbá, Imá, y yo somos uno.
En
ese momento salió Yeshua de su éxtasis y vio sentados y en silencio
a los 12 compañeros, 10, que Judas y Juan habían ido a comprar
pan.