Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

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7 de febrero de 2017

Cultura y diálogo interreligioso

Hacia un diálogo interreligioso juvenil para la transformación social
Edwin Roberto Mendoza Hipp

2.3) Cultura y diálogo interreligioso
El simple hecho de entablar un diálogo con otra persona es ya de por sí un acto que devela la cultura a la que se pertenece. Sin embargo, esta cuestión se torna aún más compleja cuando se le añade el elemento religioso, debido a que en ella confluyen también una serie de factores sociales, económicos y psicológicos. Es por ello que hablar de diálogo interreligioso es hacer referencia a una realidad que interpela directamente a la cultura de cada creyente y de cada comunidad religiosa.

En este sentido, la teóloga dominicana Geraldina Céspedes refuerza esta idea declarando que las culturas han sido el seno desde donde se han gestado las religiones, convirtiéndose estas últimas en expresiones y símbolos vivos de cada cultura. Así mismo, ha hecho eco en repetidas ocasiones e la concepción de Paul Tillich y Clifford Geertz acerca de la estrecha vinculación que existe entre religión y cultura. Céspedes resume ambos planteamientos de manera muy clara, afirmando que para Tillich ―la religión es la substancia de la cultura y la cultura es la expresión de la religión, [mientras que] para Geertz las religiones son sistemas simbólicos muy relacionados con lacultura. Tomando en cuenta las implicaciones religiosas y teológicas de estas dos afirmaciones, Céspedes se ha unido al reciente grupo de autores que apuestan también por una teología intercultural .


Dentro de esta lógica que concibe a la religión y a la cultura como elementos inseparables, la teóloga dominicana sostiene que todo diálogo intercultural debe pasar también por un diálogo interreligioso, y lo mismo podría plantearse también a la inversa, ya que todo diálogo interreligioso que quiera ser realmente auténtico, debe atravesar inexorablemente por un diálogo intercultural. Esto significa que el diálogo interreligioso es a su vez un diálogo ―transrreligional, es decir, que va más allá del credo y de la religión para encarnarse en el corazón de cada civilización y enriquecerse de la sabiduría y de los valores espirituales de cada cultura.

2.4) El poder transformador del diálogo interreligioso
Por otra parte, hay que reconocer que el diálogo interreligioso no solamente se basa en el
aprendizaje mutuo y la comprensión recíproca entre creyentes. Para el teólogo y filósofo español Francisco Javier de la Torre, el diálogo va mucho más allá de esa dimensión cognitiva, pues constituye una realidad integral entre theoria y praxis. En palabras del autor, el diálogo ―no es sólo percepción e interpretación de lo que somos sino creación, integración y ampliación de los límites de nuestro yo y del mundo desde el otro que nos trasciende‖130. Así pues, el diálogo interreligioso no se convierte en un fin en sí mismo, sino en un medio a través del cual las religiones aprenden unas de otras para asumir conjuntamente la responsabilidad de contribuir a la transformación de la sociedad, lo cual –como dice De la Torre– ―conduce inevitablemente al mundo de la ética y de la política. Estas latitudes por donde se mueve el diálogo, constituyen inminentemente una imbricación de la misma realidad.

Y si esto es así, entonces el diálogo interreligioso ya no debería ser por tanto, una labor opcional, sino más bien una tarea obligatoria e impostergable en el quehacer de cada religión, puesto que cumple con la función de coadyuvar en la misión de las religiones de ser instrumentos de transformación integral.

Generalmente, las expresiones y manifestaciones del diálogo entre creyentes tienen el objetivo de lograr un cambio positivo entre sus interlocutores. Por esa razón, el teólogo Alan Race coincide en que todo diálogo interreligioso es un camino de comprensión y entendimiento mutuo que lleva a la transformación de la persona. No obstante, este proceso de crecimiento espiritual del creyente no solamente debe entenderse únicamente desde la dimensión individual, sino también desde una visión colectiva que busca la transformación de su comunidad y de toda la sociedad.

Sin embargo, hablar de transformación puede dar lugar a muchas interpretaciones. Por tal
motivo, es importante aclarar sobre qué tipo de transformación se refiere este estudio con relación al diálogo interreligioso. Para responder a esta interrogante, basta simplemente con mirar a la fragmentada realidad para darse cuenta que la transformación más urgente reside entre aquellos grupos sociales donde la dignidad y los derechos más básicos son cruelmente violentados, ya sea por una guerra o por una política económica injusta que obliga a vivir a miles de personas en la miseria. Y es precisamente dentro esta resquebrajada realidad donde las religiones han ido tomando una conciencia cada vez más clara no sólo del enorme potencial, sino también de la responsabilidad compartida que ellas poseen para construir un mejor mundo a través de la transmisión de sus riquezas espirituales y de la práctica sus valores.


En medio de este contexto histórico macado por el sufrimiento humano y por las crisis sociales, hoy más que nunca, los creyentes deben estar conscientes que la tarea interreligiosa más acuciante de esta era, no consiste solamente en organizar diálogos oficiales y protocolarios, sino en encarnarse en los problemas más urgentes de la sociedad, para asumir juntos la responsabilidad de conducir a la humanidad hacia el ideal de bienestar y justicia. Aunque tampoco se niega la importancia y el valor que tiene el diálogo entre representantes oficiales, hay que reconocer que si el diálogo interreligioso quiere ser verdaderamente una propuesta real para luchar en contra de los males de este mundo, entonces este debe evolucionar prioritariamente hacia el ámbito popular y local, más que a un diálogo de cúpulas y gerifaltes. Esto significa que el ejercicio del diálogo interconfesional debe tener los pies bien puestos en la tierra, para poder cimentar el camino hacia una humanidad más pacífica, justa y solidaria.