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7 de febrero de 2017

Lo que va de ayer a hoy: Lo que cuesta, lo que vale...


Lo que va de ayer a hoy 

Historias bíblicas de ayer que se repiten hoy

LO QUE CUESTA, LO QUE VALE, 

LO QUE SIRVE, LO GRATIS.


AYER

¡Huuuuy! ¿de qué “ayer “ hablamos ahora?. En la narración bíblica empieza diciendo el Génesis que Dios creó el cielo y la tierra… No explica si, una vez creados, pensó en vendérselos a alguien. Todavía no existían las multinacionales ni la abarrotería de la esquina.
Lo hizo todo y ahí lo dejó. Si nos ponemos más científicos y hablamos del consabido big bang, que ahora dicen fue el comienzo de todo, tampoco parece que tuviera compradores lo que de esa explosión iba surgiendo… Todo se iba quedando por ahí esparcido y sin saber para qué valía todo aquello.

Simplificando, lo único que podemos decir es que en cierto momento, un ser con pies y manos agarró un día una piedra y empezó a golpear otra cosa: otra piedra o la cabeza de algún bicho comestible.
-¡Qué invento! – le dijo el vecino de la gruta contigua,
-¿me lo vendes?
-¿Vender?¿y eso que es?
-Que si me lo das y yo te doy unos huesos de mamút que encontré
-¿Cuantos me das?
-Cinco costillas.
-Es poco.
-Bueno, ¿y un colmillo?
-Ok - dijo el vecino, que sabía idiomas.-
-En ese momento se inventó el trueque.
Se dieron cuenta a la vez los dos de que eran Homo Sapiens, Homo Faber y Homo Economicus (sabían, hacían y compraban)
Es decir que con sus manos podían ir agarrando cosas y utilizándolas para hacer, o deshacer otras. Les costaba trabajo hacerlas, más fácil era deshacerlas Y esas cosas que hacían las podían cambiar por otras que les servían, por lo menos para volverlas a cambiar.
De ese modo, los Homo Sapiens fueron fabricando, destruyendo, cambiando y así se fueron también convirtiendo en Homini Listíssimi, (los que saben latín disimulen), luego en Homini Genii y en Homini Capitalisti.
Dejamos ya de hablar en latín macarrónico. 
Nos encontramos con que aquel sistema de trueque, de cambiar piedras por huesos, era muy molesto; no les doy más detalles porque al final de esta reflexiones les vamos a poner una película que lo explica mucho mejor y con más cinismo. Esto nos basta para saltar al


HOY
Es decir la época en que existían las transnacionales y las abarroterías de la esquina. Allí, con la presencia de los antiguos Homini Económici, de los Listíssimi y los Capitalisti se empezaban a ofrecer una enorme cantidad de “cosas” fabricadas de piedra, de barro, de piel de animales, de vegetales, de productos sacados del fondo de la tierra y del mar.

Cuando alguien en alguna abarrotería de la esquina o super-abarrotería que abarca muchas esquinas, ofrecían alguna “cosa” entre los Homini Económici se desarrollaban diálogos como el presente:
-¿Cuanto vale esto?
-Quince pájaros (los dichos pájaros se llaman quetzales en ese país, son de metal o papel).
-¿Y para qué vale esta cosa?
-Vale para sacar los tapones de las botellas
-¿Y cuesta mucho?
-Quince pájaros, ya le dije.
-Digo que si cuesta mucho sacar el tapón con esto
-No, mire, se le da vueltas así, luego se aprieta aquí, se hala y ¡hala! ya está.
-¿Y dijo que valía?
-Pues eso para sacar tapones
-No, ¿que cuántos pájaros vale?
-Pues eso, quince.
-No sé si me va a servir… es que yo sirvo de mesero en un restaurante de lujo y me cuesta bastante abrir las botellas de vino. El otro día el chef me dijo que no sirvo para nada y que me van a echar porque no valgo para ese oficio… Si me quedo sin trabajo se me puede hacer todo cuesta arriba, con lo que cuesta la vida…
-Dicen que la vida no vale nada.
-Todo lo que cuesta vale.
-Pero no todo lo que vale cuesta.
-¿Cómo dice?
-Hay cosas en la vida que cuestan menos que un sacacorchos pero valen más.
-Tiene usted razón, y ahora que recuerdo, debo ir pronto a la parroquia a encargar una misa para mañana, que van a cerrar.
-El comprador salió con su sacacorchos de la abarrotería hacia la parroquia-
-Buenas tardes venía a encargar una misa para mañana, aniversario de mi abuelita. ¿Cuánto vale?
-¡Huuuuy!… tiene un valor infinito que no hay dinero para pagarlo.
-Bueno, quiero que me digan cuánto cuesta.
-Como dicen que la misa es el recuerdo de la pasión de nuestro jefe… Pues costó dos vigas de madera, cuatro clavos y sangre, mucha sangre… más la mano de obra , que como era del ejército de ocupación, no sé…
-Bueno, yo vengo a encargar este servicio sagrado ¿usted es el Padre?.
-Sí. Tengo un niño y una niña, soy el sacristán. Lo que me dice de servir…, pues me parece que a cada uno le sirve de modo diferente. A unos la celebración les sirve para tranquilizar su conciencia del mal trato que está dando a su familia. A otros les sirve para pedir a Dios que le consiga un trabajo y como no se lo consiga no aparece más por el templo.

A otra gente le sirve para recordar y revivir lo que hizo su jefe, ese clavado en los dos maderos, que la noche antes partió el pan con sus amigos y les encargó que lo hicieran otras veces en su memoria. A otros les sirve para dar el pésame a la familia en la misa de difuntos. Otros no saben para qué sirve; vienen porque es una costumbre que aprendieron de pequeños…
-Entonces, dígame, ¿le pago lo que cuesta, lo que vale, lo que sirve, o no le pago?. Yo quiero conseguir la gracia del cielo para mi abuelita que falleció el año pasado.
-¿Ha dicho usted gracia?… pues la gracia es gratis, por eso se llama así. -El desesperado feligrés ya no sabía qué decir.-Dijo: “me ha resultado más sencillo comprar el sacacorchos”
-El sacristán le dio unas palmaditas en el hombro: “No se preocupe. Usted, si quiere y puede, deje en esa hucha este sobre con una colaboración, lo que quiera, que tenemos que pintar la parroquia y estamos abriendo un comedor para gente sin trabajo ni hogar. Dígame el nombre de su abuelita que lo apunto. El Padre la recordará mañana en misa y usted sentirá su cariñoso recuerdo. A Dios no le hace falta porque ya lo sabe, pero a nosotros sí, a nuestro corazón le… le sirve, le viene bien.
Cuando salió el feligrés un poco desconcertado y otro poco iluminado, se dio cuenta el sacristán: “¡anda si se ha dejado un sacacorchos aquí. Con lo que le habrá costado!.”
Y ustedes por haber aguantado los diálogos del feligrés, del abarrotero y del sacristán, se merecen ver esta película.

La Isla de las flores, que habla de lo que cuesta, de lo que vale, de lo que sirve aunque no hable de misas sino de tomates.