Hacia
un diálogo interreligioso juvenil para la transformación social
Edwin
Roberto Mendoza Hipp
III.
LOS JÓVENES Y EL DIÁLOGO INTERRELIGIOSO
Tal
y como se planteó en los capítulos anteriores, las múltiples
guerras fratricidas y la falta de tolerancia religiosa han llevado
hoy en día a la convicción de que el diálogo interreligioso e
intercultural constituyen una tarea necesaria e impostergable para la
construcción de la paz.
Atendiendo
a este llamado, teólogos y líderes religiosos han venido
promoviendo innumerables tipos de iniciativas interreligiosas
alrededor del mundo. Esto último llama poderosamente la atención,
pues generalmente estos encuentros están dirigidos por y para
adultos. Esto ha suscitado en muchos jóvenes la conciencia de que el
diálogo interreligioso puede ser también una opción propuesta
desde una perspectiva juvenil. Por lo que desde principios del año
2000 han ido surgiendo una serie de iniciativas locales impulsadas
por y para jóvenes.
Entre
algunos de estos movimientos interreligiosos de carácter juvenil se
encuentran organizaciones como: Interaction en Australia, Interfaith
Youth Core en Estados Unidos, Young
Interfaith
Peacemaker Community en Indonesia, Coexister en Francia y la Red
Juvenil Interreligiosa Latinoamericana. La presencia novedosa de
estos proyectos ha sido un signo muy positivo,
pues poco a poco los jóvenes creyentes han ido adquiriendo un
liderazgo más sobresaliente dentro de las dinámicas
interreligiosas. Sin embargo, este sigue siendo todavía un terreno
inexplorado, tanto desde la teoría como desde la práctica. Por tal
razón, el presente capítulo intentará ofrecer algunas luces que
sirvan de guía para motivar a la reflexión y práctica del diálogo
interreligioso en clave juvenil, pero sobretodo con, un énfasis
especial en la realidad guatemalteca.
3.1)
Algunas reflexiones en torno a las juventudes
3.1.1)
¿Juventud o juventudes?
Muchos
suelen hablar o escribir acerca de la juventud de forma indistinta,
como si se tratase de un manual para un producto producido en serie.
Hablar de un término tan amplio como este no es
algo fácil, pues implica sumergirse en la realidad misma del ser
humano. De tal modo que pretender definir genérica y universalmente
a un grupo social tan diverso como son los jóvenes, implicaría
observar el panorama juvenil desde un punto de vista muy limitado. En
el mejor de los casos, una afirmación de este tipo solamente podría
tener validez dentro de espacios o situaciones muy específicas.
Por
esa razón, el teólogo y sacerdote español Sebastián Fuster admite
que, aunque existen algunos denominadores comunes y puntos
fundamentales que unen a los jóvenes, tampoco ―es justo
hablar así, en general de «la juventud»‖ Por ejemplo, los
jóvenes estudiantes de una universidad de Alemania nunca serán los
mismos que los jóvenes campesinos de una aldea rural de Guatemala,
ni los jóvenes del 2000 serán los mismos que los del 2015. De la
misma forma, el sociólogo Sebastián Ried Luci concuerda con esta
idea diciendo que:
Al
hablar de juventud siempre se corre el riesgo de limitación por
generalización: esto es, esconder a sujetos reales bajo una
categoría social amplia y difusa. De hecho pretender que pueda
existir una sola juventud definible por un conjunto de atributos
asociado a variables etarias, socioculturales, históricas,
económicas o sociológicas, es por lo menos una aventurada reducción
de la realidad.
Actualmente
se suele decir que la juventud es una etapa de la vida que se sitúa
entre la infancia y la adultez. Pero, ¿quién define donde termina
la infancia y donde comienza el periodo de adultez?
Esto
es sin duda un concepto muy relativo. Por ejemplo, la Organización
Mundial de la Salud sitúa a la juventud entre los 10 y 24 años,
mientras que para la UNICEF la juventud se encuentra entre los 15 y
25 años. Aunque si bien esto confirma que el factor biológico es un
referente importante, este tampoco puede constituirse en la única
normativa para definir a los jóvenes, puesto que los aspectos
sociales, religiosos, económicos o culturales que los condicionan,
siempre los harán percibir y experimentar el mundo de distintas
formas.
Los
recientes estudios latinoamericanos sobre juventud ―han
reflexionado y aportado algunas herramientas para reconocer la
diversidad de experiencias juveniles, es decir visibilizar que no se
trata de una categoría simple y homogénea sino plural y
compleja‖135. En ese sentido, autores como Margulis y Urresti
coinciden en que ―la juventud no es una, más bien, depende de la
edad, la generación, el crédito vital, la clase social, el marco
institucional y el género‖. Por tal motivo, cada vez más autores
prefieren hablar de ―juventudes‖ o ―culturas juveniles‖, más
que de una sola juventud en abstracto.
Partiendo
de estas premisas, la presente investigación acepta y reconoce las
limitaciones que se pueden presentar al momento de profundizar en un
grupo social tan amplio y complejo como lo son los jóvenes. Es
precisamente por ese motivo que a lo largo de este capítulo se
intentará abordar el tema de los jóvenes y el diálogo
interreligioso desde experiencias y realidades concretas, que
ilustren con la mejor exactitud posible los objetivos trazados.