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22 de febrero de 2017

Los Jóvenes y el diálogo interreligioso

Hacia un diálogo interreligioso juvenil para la transformación social
Edwin Roberto Mendoza Hipp

III. LOS JÓVENES Y EL DIÁLOGO INTERRELIGIOSO

Tal y como se planteó en los capítulos anteriores, las múltiples guerras fratricidas y la falta de tolerancia religiosa han llevado hoy en día a la convicción de que el diálogo interreligioso e intercultural constituyen una tarea necesaria e impostergable para la construcción de la paz.
Atendiendo a este llamado, teólogos y líderes religiosos han venido promoviendo innumerables tipos de iniciativas interreligiosas alrededor del mundo. Esto último llama poderosamente la atención, pues generalmente estos encuentros están dirigidos por y para adultos. Esto ha suscitado en muchos jóvenes la conciencia de que el diálogo interreligioso puede ser también una opción propuesta desde una perspectiva juvenil. Por lo que desde principios del año 2000 han ido surgiendo una serie de iniciativas locales impulsadas por y para jóvenes.


Entre algunos de estos movimientos interreligiosos de carácter juvenil se encuentran organizaciones como: Interaction en Australia, Interfaith Youth Core en Estados Unidos, Young
Interfaith Peacemaker Community en Indonesia, Coexister en Francia y la Red Juvenil Interreligiosa Latinoamericana. La presencia novedosa de estos proyectos ha sido un signo muy positivo, pues poco a poco los jóvenes creyentes han ido adquiriendo un liderazgo más sobresaliente dentro de las dinámicas interreligiosas. Sin embargo, este sigue siendo todavía un terreno inexplorado, tanto desde la teoría como desde la práctica. Por tal razón, el presente capítulo intentará ofrecer algunas luces que sirvan de guía para motivar a la reflexión y práctica del diálogo interreligioso en clave juvenil, pero sobretodo con, un énfasis especial en la realidad guatemalteca.

3.1) Algunas reflexiones en torno a las juventudes
3.1.1) ¿Juventud o juventudes?
Muchos suelen hablar o escribir acerca de la juventud de forma indistinta, como si se tratase de un manual para un producto producido en serie. Hablar de un término tan amplio como este no es algo fácil, pues implica sumergirse en la realidad misma del ser humano. De tal modo que pretender definir genérica y universalmente a un grupo social tan diverso como son los jóvenes, implicaría observar el panorama juvenil desde un punto de vista muy limitado. En el mejor de los casos, una afirmación de este tipo solamente podría tener validez dentro de espacios o situaciones muy específicas.

Por esa razón, el teólogo y sacerdote español Sebastián Fuster admite que, aunque existen algunos denominadores comunes y puntos fundamentales que unen a los jóvenes, tampoco ―es justo hablar así, en general de «la juventud»‖ Por ejemplo, los jóvenes estudiantes de una universidad de Alemania nunca serán los mismos que los jóvenes campesinos de una aldea rural de Guatemala, ni los jóvenes del 2000 serán los mismos que los del 2015. De la misma forma, el sociólogo Sebastián Ried Luci concuerda con esta idea diciendo que:

Al hablar de juventud siempre se corre el riesgo de limitación por generalización: esto es, esconder a sujetos reales bajo una categoría social amplia y difusa. De hecho pretender que pueda existir una sola juventud definible por un conjunto de atributos asociado a variables etarias, socioculturales, históricas, económicas o sociológicas, es por lo menos una aventurada reducción de la realidad.

Actualmente se suele decir que la juventud es una etapa de la vida que se sitúa entre la infancia y la adultez. Pero, ¿quién define donde termina la infancia y donde comienza el periodo de adultez?

Esto es sin duda un concepto muy relativo. Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud sitúa a la juventud entre los 10 y 24 años, mientras que para la UNICEF la juventud se encuentra entre los 15 y 25 años. Aunque si bien esto confirma que el factor biológico es un referente importante, este tampoco puede constituirse en la única normativa para definir a los jóvenes, puesto que los aspectos sociales, religiosos, económicos o culturales que los condicionan, siempre los harán percibir y experimentar el mundo de distintas formas.

Los recientes estudios latinoamericanos sobre juventud ―han reflexionado y aportado algunas herramientas para reconocer la diversidad de experiencias juveniles, es decir visibilizar que no se trata de una categoría simple y homogénea sino plural y compleja‖135. En ese sentido, autores como Margulis y Urresti coinciden en que ―la juventud no es una, más bien, depende de la edad, la generación, el crédito vital, la clase social, el marco institucional y el género‖. Por tal motivo, cada vez más autores prefieren hablar de ―juventudes‖ o ―culturas juveniles‖, más que de una sola juventud en abstracto.


Partiendo de estas premisas, la presente investigación acepta y reconoce las limitaciones que se pueden presentar al momento de profundizar en un grupo social tan amplio y complejo como lo son los jóvenes. Es precisamente por ese motivo que a lo largo de este capítulo se intentará abordar el tema de los jóvenes y el diálogo interreligioso desde experiencias y realidades concretas, que ilustren con la mejor exactitud posible los objetivos trazados.