Un
impactante corto que nos brinda una de las enseñanzas más
importantes de la vida:
SABER
CUÁNDO DESISTIR.
La
vida no es una carrera de velocidad sino de resistencia. Eso
significa que para llegar más lejos y en mejor forma es necesario
mantener cierto equilibrio: saber cuándo es momento de apretar el
paso y cuándo es necesario ir más despacio o incluso detenerse para
recuperar fuerzas. Sin embargo, lo cierto es que mantener ese
equilibrio es difícil, sobre todo cuando median las emociones.
La
trampa de la "inversión emocional"
Una
de las trampas mortales en las que solemos caer es en la de la
"inversión emocional". En práctica, no queremos abandonar
un proyecto, una relación de pareja o cualquier otra cosa a la que
nos sentimos atados simplemente porque hemos invertido tiempo,
esfuerzo y sentimientos en ello.
De
hecho, se trata de una trampa muy común en el ámbito de los
negocios. Una persona ha invertido tanto en una actividad que aunque
esta ya no funcione y genere pérdidas, la persona se niega a
reconocerlo y sigue invirtiendo a saco roto.
En
el ámbito de las relaciones de pareja también ocurre. Muchas
personas piensan que han pasado tantos años juntos que no tiene
sentido separarse. Creen que perderán esa "inversión
emocional", y siguen inmersas en una relación que realmente les
está desgastando y les arranca las ganas de vivir.
Este
corto nos demuestra, de una manera inequívoca, que a veces no
sabemos cuándo es momento de parar y seguimos obcecados con nuestra
meta, sin darnos cuenta de que en ella puede irnos la vida. También
nos muestra el enorme influjo que pueden tener los hábitos en las
decisiones que tomamos, de manera que preferimos seguir apegados a
estos, en vez de cambiar.
Desistir
a tiempo no es fracasar
A
pesar de que asociamos la palabra "desistir" con el fracaso
o la falta de voluntad, lo cierto es que en algunas ocasiones es la
decisión más inteligente. Hay que saber cuándo se puede seguir
invirtiendo emocionalmente y cuándo ha llegado el momento de parar.
Si no somos capaces de reconocer
ese punto, podemos llegar a arruinarnos la vida, literalmente.
Afortunadamente,
existen algunas señales que nos indican que quizá ha llegado el
momento de cambiar rumbo:
1.
Los resultados previstos están cada vez más lejos. Si estás dando
lo mejor de ti y llevas tiempo esforzándote pero los resultados que
esperas cada vez están más lejos, es probable que tengas que
revalorar tus metas o el camino que has emprendido.
2.
El desgaste que estás sufriendo no vale la pena. Cada meta suele
representar un desafío, para alcanzar algo que realmente valga la
pena, es necesario cierto nivel de compromiso y esfuerzo. Sin
embargo, todo tiene un límite, por lo que si el desgaste que estás
sufriendo es muy grande, quizá debas preguntarte si realmente tiene
sentido seguir adelante sacrificándose.
3.
Las circunstancias han cambiado. A veces puedes estar tan ensimismado
en un proyecto o en una relación que pierdes de vista el contexto y
no te das cuenta de que las circunstancias han cambiado, haciendo que
tu esfuerzo sea en vano. Por eso, cada cierto tiempo, es conveniente
detenerse y volver a valorar la viabilidad de tus objetivos.