HACIA UN DIÁLOGO INTERRELIGIOSO
JUVENIL PARA LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL
Edwin Roberto Mendoza Hipp
3.3) Elementos y líneas de acción para la promoción
del diálogo interreligioso juvenil en Guatemala
Tratando de ser
coherentes con la propuesta de contextualización que se ha expuesto al inicio, se
hará referencia al caso de los jóvenes en Guatemala. Aun así, adentrarse en el
tema de las juventudes en Guatemala tampoco es tarea fácil, pues ello requiere
de un estudio integral que tome en cuenta los entornos sociales donde se
despliegan las distintas culturas juveniles. Por lo que el primer paso para abordar el presente
planteamiento es situarse en el contexto social y religioso de los jóvenes de la Guatemala del siglo XXI, lo
que implica analizar algunos datos científicos que hasta cierto punto podrán
parecer muy desalentadores. Sin embargo, esta es una senda que debe ser recorrida, para poder así ofrecer algunas
líneas de acción que inspiren la práctica de un diálogo juvenil interreligioso adaptado a los nuevos
lenguajes y expresiones sociales de los jóvenes
Guatemaltecos de
hoy.
Si algo se puede
afirmar con toda certeza es que ser joven en Guatemala significa vivir en un país
marcado por la violencia y las grandes desigualdades sociales.
Independientemente de la clase social o
posición económica, los jóvenes en Guatemala están conscientes, de alguna u
otra forma, de la ostensible situación de violencia y de la abismal brecha que
existe entre ricos y pobres. Ya sea
directa o indirectamente, los jóvenes en Guatemala se han visto confrontados en
algún momento por estas contrastantes
realidades. Sin embargo, no todos asimilan esta conciencia de la misma manera.
Esto quiere decir que mientras que para algunos jóvenes esta realidad
constituye algo relevante y
comprometedor, para otros no es más que una situación sin importancia con la
que no se sienten vinculados de ninguna
forma.
Por otra parte,
un aspecto muy interesante a resaltar es que Guatemala es un país conformado mayoritariamente
por jóvenes. Para constatar esta aseveración se puede hacer referencia a la proyección
realizada por el Consejo Nacional de la Juventud (CONJUVE) y la Secretaría de Planificación y Programación de la Presidencia
(SEGEPLAN), quienes estimaron que para el 2015 el total de habitantes menores
de 30 años sería de un 69.5%143, lo cual confirma que más de mitad de los
habitantes de Guatemala son jóvenes. Sin embargo, el factor alarmante se
encuentra en la proyección del 2015, en la cual se afirma que del total de los
jóvenes que tienen entre 15 y 29 años,
el 54% ―vive en condiciones de pobreza, sin acceso adecuado a los servicios
básicos que presta el Estado y sin la
posibilidad de acceder a fuentes de ingresos que mejoren sus condiciones de vida‖144. Estos datos revelan una realidad
muy preocupante, pues ponen en evidencia las
precarias situaciones de miseria en las que vive la mayoría de
guatemaltecos 145.
Como se
mencionaba anteriormente, una de las características que indudablemente ha
marcado a los jóvenes en Guatemala ha
sido la incontrolable situación de violencia que se respira en el país, especialmente en ambientes urbanos. Este
hecho se ha visto reflejado especialmente en las estadísticas y estudios de
organismos internacionales, los cuales han calificado a Guatemala dentro de los países con los más altos índices de
violencia en el mundo. Por tanto, tomando en cuenta que la mayoría de los habitantes son menores de
30 años, es evidente que los protagonistas principales de la violencia en Guatemala son los jóvenes
(tanto víctimas como victimarios). En ese sentido, los informes estadísticos de
violencia en Guatemala realizados por el PNUD, corroboran que la mayoría de
hechos violentos (robos y asesinatos) involucran indistintamente a jóvenes de
entre 18 y 25 años 146.
Esta desoladora
realidad de violencia por la que atraviesa Guatemala no es un hecho aislado, sino que está íntimamente relacionado con
otras situaciones como la falta de acceso a la educación, la debilidad de las instituciones encargadas
de la salud pública, la carencia de oportunidades laborales, el favorecimiento de políticas
económicas excluyentes y la creciente corrupción de las entidades estatales, entre muchas otras. Dadas
las presentes condiciones, la mezcla de estas
problemáticas ha venido a ser un perfecto caldo de cultivo para
propiciar una cultura de la muerte, en donde la dignidad humana se ve
constantemente violentada de múltiples formas.
En este contexto, el PNUD propone que ―la
participación de las organizaciones civiles, los empresarios y grupos
religiosos, entre otros actores claves, aporta un valor importante‖147 para contrarrestar
la violencia, la discriminación y la
segmentación social entre los jóvenes.
3.3.2) Panorama religioso de las juventudes en
Guatemala
Una de las
características más notables de la sociedad guatemalteca ha sido su dimensión religiosa,
cuya praxis se sigue viendo fuertemente reverberada en esferas de la
vida pública148. Por esa razón, parece
más que necesario otear la escena religiosa en el actual contexto juvenil, para
poder así generar un fructífero diálogo interreligioso que responda
verdaderamente a los nuevos desafíos
sociales.
Hasta el día de
hoy, el tema de los jóvenes en Guatemala sigue siendo una asignatura pendiente en el campo investigativo149, y aunque si
bien se han realizado algunos trabajos con respecto a ello 150, estos aún continúan siendo muy
escasos.
Lo mismo podría
decirse también de los estudios socio
religioso en Guatemala, los cuales han sido desarrollados con mucha menor
frecuencia y usualmente de forma marginal. Pese a estas limitantes, algunas
instituciones nacionales e internacionales151
se han esforzado por obtener una radiografía de la realidad religiosa en Guatemala.
Una de estas iniciativas fue un informe sobre
religión en América Latina, el cual fue publicado en el 2014 y desarrollado por el Pew Research Center de Estados
Unidos. Por lo que puede servir como un
primer referente para introducir el tema de la religión en Guatemala. El
estudio reveló que a nivel nacional, el
50% de los creyentes son católicos, el 41% son evangélicos y el 3% pertenece a
otras religiones. Mientras que el 6% restante no posee ninguna afiliación
religiosa.