Guatemala:
los culpables de sus muertes somos nosotros
Yo
estoy convencida de que Guatemala no tiene solución, y táchenme de
lo que quieran. No tiene solución porque el problema somos nosotros.
Nosotros la hundimos, la ensuciamos, la desangramos, la escupimos y
la deshonramos. Nosotros somos los únicos culpables de todo lo que
sucede en el país.
De
los feminicidios, de la hambruna, de las violaciones sexuales a
niños, niñas, adolescentes y mujeres. Nosotros somos los culpables
de los gobernantes que tenemos, de las bandas de saqueadores que
infestan los tres poderes del Estado.
Nuestro
racismo, nuestra soberbia, haraganería, nuestro descaro. Nuestro
oportunismo y la ligereza para pasar sobre quien sea cuando se trata
de acaparar como los azadones.
En
el 2015 se alzaban victoriosos por las manifestaciones de los sábados
de ir a broncearse, las mismas fueron a morir con el voto a Jimmy
Morales. Permitieron que les pusieran a otro títere, ¡en sus
narices! Y todo porque no tuvieron las suficientes agallas para
apostar por un cambio real. Era ahí, ése era el comienzo, sin
embargo como típicos guatemaltecos se echaron para atrás. Eso sí,
les quedaron las fotos para fanfarronear que fueron partícipes del
despertar ciudadano. Pero patadas en el culo, diría tío Lilo.
¿Qué
ha cambiado, qué cambio provocaron? Ninguno. Porque las cosas
empeoran en el país, sigue el divisionismo, la falta de respeto a
los Pueblos Originarios, por aquellos mismos capitalinos que en las
manifestaciones de los sábados de ir a broncearse se jactaban de ser
humanistas, y que amaban la patria y que la hermandad y que unidad y
no sé qué y que no sé cuánto. Puros cuentos, era para la foto
nada más. La prueba irrefutable fue voltearle la espalda a la marcha
reciente de los Pueblos Originarios exigiendo la renuncia de Jimmy
Morales, ahí los capitalinos, catrines y graduados de universidad
recularon en una muestra clara que de chilate están hechos.
En
este momento hierven las redes sociales, el chucho y el coche comenta
sobre el incendio en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción que dejó
19 niñas muertas y 20 heridas. Unos indignados, otros fingiendo
indignación y otros culpando a las niñas. Ese Hogar se viene
investigando desde el año pasado cuando salió a la luz pública que
ahí las autoridades violaban niñas y adolescentes y que había un
enorme problema de trata de personas con fines de explotación
sexual. Se realizaron varios reportajes escritos y televisivos que
presentaron prueban contundentes de las denuncias, además del estado
de calamidad en el que las tenían, instalaciones no aptas para
refugio de ninguna persona.
Sin
embargo con pruebas y todo las masas no salieron a manifestar, ¿por
qué? Porque eran niñas y adolescentes que pertenecen al sector más
marginado y golpeado de la sociedad. Porque eran las nadies de todos
los tiempos. Ahí no salieron licenciados, ni feministas, ni
estudiantes universitarios, ni periodistas, ni humanistas, ni mierda,
a manifestar masivamente exigiendo una investigación inmediata y
solución al problema de salubridad del refugio y el de la trata.
Al
contrario se hicieron los locos, no era tema al que pudieran sacarle
jugo, no era tema que diera para las fotos ni para la jactancia como
lo fueron las manifestaciones del año pasado. ¿En donde estuvo en
todo esto aquellos bocones encapuchados que gritaban en las
manifestaciones del 2015, “la USAC es pueblo”? ¿O aquellos
landivarianos que también para la foto dijeron lo mismo? Son pueblo
cuando les conviene.
Hoy
precisamente 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, ocurre un
incendio en el hogar, hay 19 muertas y 20 heridas. Las autoridades no
tuvieron la capacidad de dejarlos salir hasta que el incendio cobró
vidas.
Y
los culpables somos nosotros, por la vergüenza de sociedad que
somos, por inhumanos. Por oportunistas. También en este momento
hierven las redes sociales, es más cómodo y requiere menos
responsabilidad protestar por internet que hacer acto de presencia,
que ir a poner el pecho, alzar la voz, con el rostro descubierto.
Esas muertes pudieron ser evitadas y los abusos pudieron haber
terminado si como sociedad nos hubiéramos pronunciado en su momento.
Nosotros
y solamente nosotros somos los culpables de esas muertes. Nosotros y
solo nosotros porque somos los responsables del sistema que tenemos,
de los gobernantes que escogimos y que Guatemala cada día sea menos
rescatable.
Las
muertes de esas criaturas y de todas las que han fallecido por
hambre, falta de medicina y violencia institucional las llevamos en
la conciencia, nos guste o no. Así como los feminicidios, la muerte
de pilotos, el asalto a la tierra y a los ríos. El saqueo millonario
por parte de las autoridades que nosotros pusimos ahí.
Sigamos
así, que cualquier día nos tocará a nosotros y ahí sí, vamos a
corcovear de dolor y otros harán lo que estamos haciendo nosotros
ahora mismo: volteando la espalda, aprovecharnos para la
chachalaquera, acusarlas y señalar y juzgar con la autoridad moral
de los come mierda. Pues entre come mierdas nos veremos.