TEOLOGÍA
EN ESPAÑOL Y AL SERVICIO DE LOS POBRES
Luis
Aranguren Gonzalo
Durante
la semana del 6 al 10 de febrero se dieron cita en Boston 40 teólogos
y teólogas de Iberoamérica. La intuición que nos congregaba era
iniciar un proceso de reflexión compartida en español. Dicho de
otra manera: ¿en este momento histórico qué puede hacer la
teología que habla español?
El
pontificado de Francisco alienta asentar las bases de una reflexión
teológica de calado, al tiempo que de fuerte sentido pastoral en
pleno desarrollo del siglo XXI. En esta iniciativa es vital el
impulso de Carlos Mª Galli, teólogo argentino y estrecho
colaborador del papa Francisco.
En
el encuentro se dieron cita tres generaciones de la teología de la
liberación y teología del pueblo. Algunos nombres: Gustavo
Gutiérrez y Juan Carlos Scannone, por un lado, Maria Clara Lucchetti
o Agenor Brighenti, de la segunda generación y jóvenes como Rafael
Luciani o Olga Consuelo Vélez. Fue relevante la presencia, de
principio a fin, del cardenal Baltazar Porras, arzobispo de Mérida
(Venezuela) así como la de su compatriota, monseñor Raúl Biord.
En
un clima de comunión y de búsqueda de lo nuevo que ha de ha de
guiar a la reflexión sobre nuestra fe, partimos de una constatación
básica: la teología es siempre de los signos de los tiempos; por
eso se abordaron los desafíos que a la fe cristiana suponen la
globalización, la exclusión social y la interculturalidad. Cuando
la fe cristiana no toca la realidad se produce una suerte de
congelación del mensaje cristiano; por eso a veces es preciso
descongelarlo para que beba de la realidad y se deje interpelar por
ella; en ese sentido, la atmósfera del encuentro respiraba
Francisco, no como seguidismo ideológico o partidario sino como
búsqueda del nivel más básico, aquel que nos orienta a la frescura
del Evangelio de Jesús en medio de nuestro mundo. Nos acordamos de
aquellas palabras de Simone Weil: “si quieres saber si una persona
cree en Dios no te fijes en lo que dice de Dios, sino fíjate en lo
que dice del mundo”.
Nuestra
época no solo es radicalmente injusta porque oprime y destruye sino
porque vacía, deshumaniza y nos incapacita para vivir como sujetos y
hermanos, dejando a la gran mayoría de la humanidad sin posibilidad
de tener posibilidades; este es el gran escándalo de nuestro tiempo.
De nuevo la reflexión sobre la pobreza y los pobres se hizo presente
no como moda, sino como constatación de la realidad no querida por
Dios. La pobreza nunca es buena, aseguraba Gustavo Gutiérrez. Es la
expresión de una falla de la creación, y por eso ha de interesar a
la teología. Y pobre sigue siendo aquel que no tiene ni siquiera
derecho a tener derechos.
Se
vio la necesidad de que la teología eche raíces en la
espiritualidad cristiana para que puede comunicarse y ser fermento
evangelizador. Entre la espiritualidad y la evangelización se
encuentra la teología. Por eso, apoyamos una teología que se hace
cargo de los conflictos y transita por las periferias. Al igual que
los pastores, los teólogos y teólogas han de oler a pueblo y a
calle. De ahí que la teología deba impregnarse de misericordia,
como sustancia del Evangelio, busque una Iglesia pobre y para los
pobres como lugar teológico privilegiado y realice un constante
discernimiento de los signos de los tiempos.