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8 de marzo de 2017

Teología en Boston

TEOLOGÍA EN ESPAÑOL Y AL SERVICIO DE LOS POBRES
Luis Aranguren Gonzalo

Durante la semana del 6 al 10 de febrero se dieron cita en Boston 40 teólogos y teólogas de Iberoamérica. La intuición que nos congregaba era iniciar un proceso de reflexión compartida en español. Dicho de otra manera: ¿en este momento histórico qué puede hacer la teología que habla español?


El pontificado de Francisco alienta asentar las bases de una reflexión teológica de calado, al tiempo que de fuerte sentido pastoral en pleno desarrollo del siglo XXI. En esta iniciativa es vital el impulso de Carlos Mª Galli, teólogo argentino y estrecho colaborador del papa Francisco.


En el encuentro se dieron cita tres generaciones de la teología de la liberación y teología del pueblo. Algunos nombres: Gustavo Gutiérrez y Juan Carlos Scannone, por un lado, Maria Clara Lucchetti o Agenor Brighenti, de la segunda generación y jóvenes como Rafael Luciani o Olga Consuelo Vélez. Fue relevante la presencia, de principio a fin, del cardenal Baltazar Porras, arzobispo de Mérida (Venezuela) así como la de su compatriota, monseñor Raúl Biord.

En un clima de comunión y de búsqueda de lo nuevo que ha de ha de guiar a la reflexión sobre nuestra fe, partimos de una constatación básica: la teología es siempre de los signos de los tiempos; por eso se abordaron los desafíos que a la fe cristiana suponen la globalización, la exclusión social y la interculturalidad. Cuando la fe cristiana no toca la realidad se produce una suerte de congelación del mensaje cristiano; por eso a veces es preciso descongelarlo para que beba de la realidad y se deje interpelar por ella; en ese sentido, la atmósfera del encuentro respiraba Francisco, no como seguidismo ideológico o partidario sino como búsqueda del nivel más básico, aquel que nos orienta a la frescura del Evangelio de Jesús en medio de nuestro mundo. Nos acordamos de aquellas palabras de Simone Weil: “si quieres saber si una persona cree en Dios no te fijes en lo que dice de Dios, sino fíjate en lo que dice del mundo”.

Nuestra época no solo es radicalmente injusta porque oprime y destruye sino porque vacía, deshumaniza y nos incapacita para vivir como sujetos y hermanos, dejando a la gran mayoría de la humanidad sin posibilidad de tener posibilidades; este es el gran escándalo de nuestro tiempo. De nuevo la reflexión sobre la pobreza y los pobres se hizo presente no como moda, sino como constatación de la realidad no querida por Dios. La pobreza nunca es buena, aseguraba Gustavo Gutiérrez. Es la expresión de una falla de la creación, y por eso ha de interesar a la teología. Y pobre sigue siendo aquel que no tiene ni siquiera derecho a tener derechos.


Se vio la necesidad de que la teología eche raíces en la espiritualidad cristiana para que puede comunicarse y ser fermento evangelizador. Entre la espiritualidad y la evangelización se encuentra la teología. Por eso, apoyamos una teología que se hace cargo de los conflictos y transita por las periferias. Al igual que los pastores, los teólogos y teólogas han de oler a pueblo y a calle. De ahí que la teología deba impregnarse de misericordia, como sustancia del Evangelio, busque una Iglesia pobre y para los pobres como lugar teológico privilegiado y realice un constante discernimiento de los signos de los tiempos.