Aportes
de monseñor Gerardi para una Iglesia “en salida”
El
laico debe desprenderse de la sotana del cura y actuar maduramente en
la vida social (Monseñor Gerardi, Voces del Tiempo, No. 13, p. 79)
La entrevista de la que recortamos la cita que introduce esta
reflexión estaba centrada en la Iglesia y más específicamente en
los laicos y laicas. Nos parece que la opinión de monseñor Gerardi
sobre este tema es iluminadora no solamente para comprender la
situación en el año 1995, sino también para los desafíos que
enfrenta la Iglesia de Guatemala en la actualidad. Él reconoció un
cambio favorable en la situación de los laicos, hombres y mujeres,
en cuanto a su participación activa en la vida eclesial: tenemos
ahora, dijo, laicos comprometidos. Esto ha abierto una “panorámica
alentadora” (art. cit., p. 75). Pero añadió –y ahí es donde
aparece su talento como analista crítico- “no tenemos todavía un
laicado maduro”. Es todavía un laicado adolescente, necesitado de
una formación más sólida.
Le corresponde dar otros pasos más en su emancipación: debe “desprenderse de la sotana” del sacerdote que antes se atribuía el monopolio de todas las iniciativas en la esfera eclesial, situación que por desgracia todavía persiste en más de alguna parroquia. Es bueno retomar la sugerencia de nuestro obispo mártir de que el laicado comprometido crezca, se organice y confíe más en sus propios talentos. En la mencionada entrevista, él reconoce el trabajo valioso de los catequistas y delegados de la Palabra, especialmente en las zonas rurales, donde ya han dejado de ser los rezadores de antes y se han formado más en sesiones de estudio y talleres. Ya han comenzado a ser constructores de la comunidad. También en los movimientos apostólicos y carismáticos, hay quienes han reconocido su vocación de actuar como personas activas. Hombres y mujeres han entendido que urge abandonar el rol pasivo que asumieron durante tanto tiempo en una iglesia excesivamente predominada por el clero.
Entienden
que deben ser corresponsables en la misión evangelizadora de todo el
pueblo de Dios, no solo de sus pastores ex officio. Son, en palabras
de monseñor Gerardi, “una promesa realmente alentadora”. A
partir de este despertar del laicado, lo vemos actuar, por ejemplo,
como agentes de evangelización y del ministerio extraordinario de la
Eucaristía, como miembros del coro parroquial o como lectores y
lectoras en la liturgia. Estas iniciativas válidas se ubican en el
ámbito intra-eclesial. Revisten un carácter pasajero, como afirma
el historiador Eduardo Hoornaert en un artículo reciente:1 “un
paso entre el laicado totalmente pasivo y el laicado que la Iglesia
misionera del Papa Francisco necesita”. Esta “Iglesia en salida”
que el Papa Bergoglio quiere ver realizada, surgirá cuando en lugar
de ser una institución centrada en sí misma “sale de sí misma,
rumbo a las periferias existenciales”.
El
sueño del Papa, de ver una “iglesia en salida” se convertirá en
realidad cuando deje de ser una iglesia auto-referencial que tiende a
amarrar dentro de sí a Jesús, el Mesías, y no lo permite salir. El
Papa Francisco sueña con una Iglesia que se abra, salga de sí
misma, haga opción por los últimos, y se convierta en una Iglesia
“que anda por la calle”, “capaz de transformarlo todo”. De
alguna manera, monseñor Gerardi se adelantó a este sueño de una
Iglesia “en constante actitud de salida” (Evangelii Gaudium 27),
cuando formuló el desafío a las personas laicas de volcarse hacia
fuera, preocupándose por el problema de la pobreza, “un problema
que a todos nos debe preocupar, también a la Iglesia, pero
especialmente son los laicos quienes deben ir tomando conciencia para
ir construyendo una cultura de solidaridad con los demás” (art.
cit., p. 79).
Gerardi
quería ver una Iglesia en la que los laicos y laicas “hicieran
presencia en la política”, es decir, salieran de una
espiritualidad intimista, para ir allá afuera, a sufrir con las
personas y los grupos que sufren y a combatir, con ellos, la causa de
estos sufrimientos. Gerardi practicó la espiritualidad de una
“Iglesia en salida", antes de haber oído esta expresión. No
se mantuvo encerrado en la comodidad de su casa parroquial. Salió a
donde abundaban los problemas y los conflictos, para contribuir a
encontrar soluciones. No es una salida fácil. Sabía muy bien que la
lucha por una sociedad distinta conllevaba sus riesgos “pero la
construcción del Reino de Dios tiene riesgos y sólo son sus
constructores aquellos que tienen fuerza para enfrentarlos” (su
discurso en la catedral, 24 de abril de 1998). También el Papa
Francisco enfrenta riesgos al proponer una iglesia en salida, que
busca líos. Y muchos prefieren la seguridad de quedarse en una
Iglesia ensimismada.
Eduardo
Hoornaert, en su trabajo ya citado, explica por qué la “Iglesia en
salida” requiere un cambio de perfil en el sacerdote y un nuevo
tipo de laico y laica. Es importante, dice, que el tipo de sacerdote
que sólo se hace presente en la comunidad para celebrar misas y
administrar sacramentos, sea substituido por el sacerdote cercano a
los laicos y laicas, que promueva su formación y su protagonismo,
que sepa escucharles e “intervenga de vez en cuando, como
orientador y también como simple compañero”. El autor reconoce la
dificultad de este cambio en los sacerdotes, porque ellos “también
fueron formados en seminarios, para actuar en una Iglesia
‘auto-referencial’”. Ya se dijo que es válido el compromiso de
laicos y laicas en tareas intra-eclesiales, pero es insuficiente.
Tiene razón monseñor Gerardi cuando dice que, en la línea del
Concilio Vaticano II, que aún sigue siendo la base principal para la
necesaria reforma eclesial, la “secularidad es el elemento más
importante de la espiritualidad del laico”.
La
eclesiología “en salida” tendrá al menos el siguiente efecto
altamente positivo. Acabará con la dicotomía estructural aún
presente en la Iglesia, al dividir sus integrantes en categorías
separadas: a) la de los clérigos, religiosos y religiosas, es decir,
la de los especialistas “en las cosas de Dios” quienes por ello
son considerados como la parte principal, de mayor poder y prestigio;
y b) la categoría laical, que es considerada como de menor
importancia, como cristianos y cristianas “de segunda”, cuyo
principal tarea es obedecer y seguir el camino que les indica el
clero. Este efecto da origen a una iglesia sin desniveles, donde las
dos categorías desaparecerán como tales y donde podrán disfrutar
de una amistad que sólo puede florecer donde haya igualdad.
Y
da origen, entonces, a una Iglesia distinta que, practicando la
colegialidad y la sinodalidad tan recomendadas por el Concilio
Vaticano II y por Francisco, el actual Obispo de Roma, pueda estar
presente en el mundo, especialmente entre las y los más pobres y
descartados por los sistemas deshumanizantes y con ellas y ellos
contribuir a la construcción del Reino de Dios. ¿Qué hacemos hoy,
ante el grito que aún resuena de las 41 niñas quemadas hace menos
de dos meses, símbolo del clamor de todo un pueblo que sufre por la
pobreza y la desigualdad que acaban con su dignidad y con su vida
misma? ¿Qué hacemos para crear las condiciones básicas para una
vida digna y feliz de todos los hijos y todas las hijas de Dios?
Monseñor Gerardi, junto con toda la nube de mártires, y el Papa
Francisco, nos llaman a ser la Iglesia en salida que pueda ayudar a
edificar, mediante pequeños proyectos y humildes recursos, a la
sociedad y al mundo distintos que ellos han soñado.
Guatemala,
26 de abril de 2017, 19 aniversario del martirio de Monseñor Gerardi
Escuela de Teología y Pastoral Monseñor Gerardi