Cuando
éramos niños nos lo pasábamos divertido con las películas que
llamábamos “de vaqueros y pieles rojas”.
De
esas todavía a veces se ven ahora, pero más sofisticadas.
Las
de entonces seguían un esquema simple: el de “los buenos” y
“los malos”. Naturalmente los buenos eran los americanos (ya
entonces eran “americanos” sólo los de Estados unidos de
Norteamérica) como si fueran dueños de toda América, de arriba
abajo, de Alaska hasta la Patagonia y Ushuaia donde los pingüinos.
Los malos eran los pieles rojas, los que solo hablaban diciendo ¡ahooo! y asaltaban sin compasión a las pobres caravanas llenas de vaqueros y vaqueras.
No
sabíamos por qué los “pieles rojas” pintados y con plumas
no les querían dejar pasar por aquellas tierras a los “americanos”
y les tiraban flechas desde sus caballos. ¡Qué malos! ¿Por qué no
les dejarían pasar si ellos sólo iban a buscar tierras, … bueno,
tierras y oro y… y más tarde petróleo, y todo lo que les
conviniera. Pero eso todavía no salía en la pantalla de cine.
Los
pequeños espectadores gozábamos con las cabalgadas y los flechazos
y las danzas típicas… y sufríamos cuando los píeles rojas
rodeaban la caravana y herían o mataban a algún pobre vaquero,
pero aplaudíamos entusiasmados cuando los cow boys y el séptimo
de caballería ganaban siempre al final de la película y el chico
y la chica se daban el beso de cierre.
Pero
¡cómo cambian los tiempos!, Algunos de nosotros al dejar de ser
patojos nos fuimos enterando poco a poco de por qué los “malos”
no querían dejar pasar por sus tierras a los que creíamos
“buenos”.
Nos
entró una extraña enfermedad llamada conciencia crítica y nos
llegamos a encontrar en un cine de verano aplaudiendo a los pieles
rojas cuando echaban de sus territorios propios a los de las
carretas, y soltando maldiciones contra el séptimo de caballería
cuando masacraba
heroicamente a los que defendían su país. Ya no les llamamos
buenos a los matones vaqueros.
Pero
ha pasado el tiempo y las películas han cambiado, ahora que además
hay televisión, prensa, radio. Sigue habiendo “buenos y malos”.
Lo que pienso que hay menos es conciencia crítica.
Los
buenos ,naturalmente, siguen siendo los “americanos” cada vez
más convencidos de que sus tierras no terminan en el far west y
llegan hasta el far south… hasta las tierras argentinas,
colombianas, venezolanas, guatemaltecas, mexicanas, guantanameras.
También parece que allí hay pieles rojas, camisas rojas, ideas
rojas, sangre caliente.
Las
caravanas ahora no son de carretas sino de bancos y empresas
multinacionales y los “pieles rojas” antiguos están hoy
reducidos a reducciones que reducen sus derechos.
Pero
las caravanas de bancos siguen avanzando como las antiguas carretas
por todo el territorio del lejano oeste… No, perdón, ¡del lejano
sur! y si los “pieles rojas” de esos países, Argentina, Perú,
Venezuela, México… se les resisten, allá va el séptimo de
caballería (o el octavo o cualquiera) invadiendo las tierras, dicen
que para librarlas de drogas, de dictadura, (no dicen que de bananos,
petróleo, …).
Pero
empezamos hablando de espectadores y ese es el tema que me interesa.
Los
espectadores que ven en vivo y en directo esta puna moderna, los
que la contemplan en televisión, igual que nosotros cuando éramos
niños, ven todo aquello como el enfrentamiento de buenos contra
malos. ¿Quiénes son hoy los malos, quienes los buenos?
Pues
en esta pelea que ya no es apta para menores, los mayores se portan
como niños. Se creen la película tal como la cuentan los que tienen
voz, sin darse cuenta de quién se aprovecha del cuento.
Los
narradores de esta película son los dueños de cámaras ,
antenas, frecuencias , agencias que abrazan con sus garras el mundo
entero. Los “pieles rojas” de hoy no pasan de sus fronteras con
la potencia sus emisoras. Sus gritos de portesta o los
razonamientos de sus chamanes no los escuchan más que en los
campos cercanos. Los discursos de los jefes rostropálidos, los
programas informativos del norte, los vuelos de buitre de sus drones
dominan la tierra entera.
Lo
que más me desconsuela e irrita es que famosos periodistas,
comunicadores, comentaristas de las noticias en cualquier país,
gente que se dice defensora de los derechos humanos de la paz y la
justicia, clérigos que dicen defender a los pobres, no tienen el
más pequeño sentido crítico y repiten como un eco la música que
toca en sus trompetas el séptimo de caballería. Siempre hay en
sus discursos un búfalo salvaje que cazar, un chivo expiatorio.,
el malo de la película. Por decir algún nombre de esos “malos”,
hace tiempo fue Cuba, la Nicaragua Sandinista (la de verdad), el
Brasil de Lula, La Venezuela chavista. Fue, en Asia, Afganistán,
Irak, Siria bajo las bombas… Todos esos son los peligrosos
“pieles Rojas” a los que con ampulosos gestos de defensores de
los derechos humanos, atacan los Búfalo Bill de la
tele-radio-prensa. No sólo de las carretas y caravanas
estadounidenses, sino de los fortines europeos y de las atalayas en
el patio trasero de los países del sur, donde siguen paseándose
las caravanas de bancos e industrias y los mineros con excavadoras
en busca de oro, cinc o petróleo.