Hubo
un profeta enviado por Dios: Gentileza
Seguramente
en Río de Janeiro muchos habrán conocido aquella figura singular de
cabellos largos, barba blanca, vistiendo una bata albísima con
apliques llenos de mensajes. Cargaba un estandarte en la mano con
muchos dichos en rojo. Desde comienzos de 1970 hasta su muerte en
1996 recorría toda la ciudad, viajaba en las barcas Rio-Niterói, se
subía a los trenes y autobuses para hacer su predicación.
A
partir de 1980 llenó las pilastras del viaducto de Cajú, cerca de
la estación de autobuses de Río, con inscripciones verdeamarillas
haciendo su crítica del mundo actual y proponiendo su alternativa al
malestar de nuestra civilización. No era un loco como parecía, sino
un profeta del temple de los profetas bíblicos como Amós u Oseas.
Como
todo profeta sintió también un llamamiento divino que vino a través
de un acontecimiento de gran densidad trágica: el incendio del circo
norteamericano en Niterói el 17 de diciembre de 1961 en el que
murieron calcinadas unas 400 personas.
Era
un pequeño empresario de transporte de carga en Guadalupe, barrio de
la periferia del gran Río. Sabedor de aquella tragedia, se sintió
llamado a ser el consolador de las familias de estas víctimas.
Dejó
todo atrás, tomó uno de sus camiones, puso sobre él dos pipas de
cien litros de vino y se fue junto a las barcas allí en Niterói.
Distribuía el vino en pequeños vasos de plástico diciendo: “Quien
quiera tomar vino no tiene que pagar nada, sólo pedirlo por
gentileza, sólo decir agradecido”.
José
de Trino, ese era su nombre, comenzó a llamarse José Agradecido o
Profeta Gentileza. Interpretó la quema del circo como una metáfora
de la quema del mundo tal como está organizado: es un circo montado
por el diablo-capital... que vende todo, destruye todo, destruyendo
la propia humanidad.
Hizo
una pequeña miniatura del mundo-Gentileza transformando el lugar del
incendio en un hermoso jardín, llamado Paraíso Gentileza.
El
cuarto aplique de su bata decía: La Gentileza es el remedio de todos
los males, amor y libertad. Y lo fundamentaba así: Dios-Padre es
Gentileza que genera al Hijo por Gentileza... Por eso, Gentileza
genera Gentileza.
Enseñaba
con insistencia: “en lugar de muchas gracias deberíamos decir
agradecido y en vez de por favor usar por gentileza, porque nadie
está obligado a nada y debemos ser gentiles unos con otros y
relacionarnos por amor y no por favor”.
Junto
con el principio de geometría (Pascal), típico del pensamiento
científico- técnico dominante, la Gentileza (espíritu de finura de
Pascal) funda un principio alternativo de convivencia civilizada,
principio descuidado por la modernidad y hoy de extrema importancia
para humanizar las relaciones demasiado funcionales y frías y
marcadas por la truculencia.
La
crítica de la modernidad no es monopolio de los maestros de la
Escuela de Fráncfort. El Profeta Gentileza, representante del
pensamiento popular y sapiencial, llegó a la misma conclusión que
aquellos maestros. Pero estuvo más acertado que ellos al proponer la
alternativa: la Gentileza como irradiación del cuidado y de la
ternura esencial hacia los demás y principalmente hacia la
naturaleza.
Este
paradigma tiene más posibilidades de humanizarnos y de garantizar la
preservación de la vida amenazada del planeta que el que ardió en
el circo de Niterói.
La
cultura del capital es la principal, no la única, responsable del
calentamiento global y de la insostenibilidad del sistema-Tierra y
del sistema-vida.
O
damos razón al Profeta Gentileza y asumimos su propuesta del
paradigma de la Gentileza que supone una relación respetuosa y
cuidadosa con la naturaleza, o podremos ir al encuentro de lo peor.
El futuro de la vida y de nuestra civilización dependen de la
Gentileza.
Podemos
decir: hubo un hombre simple y pobre, ignorante de los saberes
científicos de nuestro tiempo, pero portador de una sabiduría
cordial y amiga de la vida, que nos fue enviado por Dios. Nos ofreció
la clave para salir de nuestros impasses actuales: por el paradigma
de la Gentileza.
¿Quién
escuchó y siguió al Profeta Gentileza? Fue una voz proclamada en el
desierto de la gran ciudad.
El
Profeta Gentileza nos remite al relato triste del libro del
Eclesiastés en el que se lee: “Había una pequeña ciudad de pocos
habitantes: un rey poderoso marchó sobre ella, la rodeó y levantó
contra ella grandes obras de asedio. En la ciudad había un hombre
pobre, pero sabio, que podría haber salvado la ciudad con su
sabiduría. Pero nadie se acordó de aquel hombre, porque era pobre.
Y la ciudad fue tomada y destruida” (Ecl 9, 14-16).
Y
comenta, apesadumbrado, el Eclesiastés: “Más vale la sabiduría
que el poder, pero la sabiduría del pobre es menospreciada y sus
palabras no se escuchan” (Ecl 9, 16).
Ojalá
esta actitud de desvalorización de la sabiduría del pobre no se
perpetúe. Ella posee una verdad escondida que, descubierta y
acogida, nos puede proteger de catástrofes altamente destructivas.
Pero
si cultivamos la Gentileza que genera Gentileza, como una relación
alternativa hacia la naturaleza, con seguridad habremos escogido el
comportamiento adecuado que nos podrá salvar.