Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

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28 de julio de 2017

La humanidad de Dios, solución para nuestro mundo

La humanidad de Dios, solución para nuestro mundo

José M. Castillo, teólogo

 Enviado de la página web de Redes Cristianas


Fuente: ccp-Granada

Si hablamos de Dios, y de la humanidad de Dios, como solución para nuestro mundo, esto quiere decir (como es lógico) que, desde nuestro punto de vista, este mundo nuestro lleva en sí un problema – o una cantidad quizá enorme de problemas – que demandan y exigen una solución. Y nosotros pensamos que esa solución se encuentra, no genéricamente en Dios, sino (de forma más precisa) en la humanidad de Dios.

La conciencia, según la cual este mundo necesita una solución, es tan antigua como el ser humano. Y si es que hablamos de una solución para el mundo, eso quiere decir que esa solución tiene que venir de fuera del mundo. Es el problema, que han vivido los seres humanos, desde que en el mundo han existido seres humanos.


 Este es el origen de la Religión, que apareció en los ritos, el culto, los sacrificios. Esto quiere decir que el ser humano vive sentimientos y experiencias, que son decisivas para la felicidad o la desgracia de todo ser humano, pero que no se resuelven con aquellas cosas que tienen una “función o finalidad pragmática” para el ser humano. De ahí, el recurso a la Religión: el sufrimiento, la inseguridad, la violencia, el miedo, la muerte, el deseo de una vida feliz y para siempre…, todo eso no se resuelve con “nuestra capacidad pragmática”. Esto explica el recurso a la Religión.

Pero la Religión no es Dios. Durante miles de años, existió la Religión sin Dios(Ina Wunn). “Dios es un producto tardío en la historia de la Religión” (Konrad Lorenz, Walter Burkert…).

Dando un paso más: Dios ha sido siempre un problema en la historia de la humanidad y de la Religión. ¿Por qué? Porque se pensó que Dios es el Infinito: poder sin fin, bondad sin fin… Con lo que los seres humanos no encontraron solución, sino un problema sin solución: el problema del mal, el problema que, desde el comienzo de la Biblia (¿el responsable del mal es Dios o Adán) hasta hoy, no ha tenido ni tiene solución (J. A. Estrada, “La imposibleTeodicea”).


Pero no es esto lo más importante. Lo más grave, lo más preocupante, es que, cuando pensamos en Dios o hablamos de Dios, normalmente ni nos damos cuenta de que Dios es, por definición, el Trascendente. Es decir, Dios no está a nuestro alcance. Por tanto, ni lo conocemos, ni podemos conocerle. O sea, que cuando hablamos de Dios, ni sabemos de qué hablamos. Ni podemos saberlo. De ahí que, todo lo que los humanos pensamos o decimos de Dios, no son sino “representaciones” que nosotros nos hacemos del Trascendente.

Más aún, estas “representaciones” del Trascendente las hemos vinculado, de tal manera, a la Religión, que (para mucha gente) Dios es un componente de la Religión. Hasta el extremo de que mucha gente no distingue a Dios de la Religión. Y – lo que es más grave – Dios ha quedado así vinculado a “lo sagrado”. Y desvinculado y alejado de “lo profano”, “lo laico”.


De donde resulta un hecho más importante: “lo sagrado” está asociado al “poder” de “lo sagrado” sobre “lo profano”. De manera que, si una persona es creyente en Dios, por eso mismo su vida queda sometida al poder de “lo sagrado” sobre su manera de pensar y de vivir; sometida al culto sagrado, a la moral religiosa, a lo que dicen y mandan los clérigos, etc.

La pregunta, que brota de lo dicho hasta aquí, es fuerte: Si entendemos y vivimos así lo de Dios, ¿Dios puede ser “solución” o “problema”? Sobre todo, si tenemos en cuenta que Dios y la Religión, así entendidos y vividos, no sólo son un problema, sino que son: 1º) Causa de violencia o justificantes de muchas formas de“violencia”. 2º) Un elemento básico del “sistema”. ¿Por qué la primera visita que Donald Trump ha hecho en Europa ha sido ir a Roma a visitar al Papa? Seguramente, no le faltaba razón – en la mentalidad “pre-ilustrada” –a Maquiavelo cuando, en sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio”, dejó escrito este texto famoso: “Los príncipes o los estados que quieran mantenerse incorruptos deben sobre todo mantener incorruptas las ceremonias de la religión, y tener a ésta siempre en gran veneración, pues no hay mayor indicio de ruina de una provincia que ver que en ella se desprecia el culto divino”(II, 12).


Así las cosas, la solución que el cristianismo ha encontrado para el problema de Dios ha sido la Encarnación de Dios en un ser humano, en Jesús de Nazaret. Ahora bien, la Encarnación es la Humanización de Dios.Dios no se aferró a su rango, se despojó (“se vació” = “kénosis” = el “Dios kenótico”). Por tanto, el cristianismo tiene su centro en “lo humano” (Fil 2, 7-9; Jn 1, 18; 14, 7-9).

Consecuencia: según los cristianos y el cristianismo, DIOS NO SE HA ENCARNADO EN LA RELIGIÓN; DIOS NO SE HA ENCARNADO EN LO SAGRADO; DIOS SE HA “HUMANIZADO” (como no podía ser de otra manera) EN LO HUMANO, EN LO MÁS DÉBIL, EN LO MARGINAL Y LO MÁS POBRE DE LO HUMANO,DONDE SÓLO QUEDA Y SE ENCUENTRA LO HUMANO, EN JESÚS DE NAZARET.


Pero Jesús no es una idea, un objeto, un mero recuerdo. Jesús es un ser humano, una persona. Y además una persona viviente, actual. ¿Cómo hacemos presente y actual la presencia de Jesús en nuestras vidas y en nuestro mundo? No lo hacemos presente y actual mediante una memoria que se queda y se reduce a la sola “creencia”. Es decir, cuando pretendemos hacer presente y actual a Jesús mediante la “FE”. No. Con eso solamente, No. A Jesús lo hacemos presente y actual mediante la “memoria peligrosa” o el “recuerdo subversivo” (J. B. Metz). PORQUE JESÚS FUE UN HOMBRE TAN PELIGROSO Y SUBVERSIVO, QUE LLEGÓ A SER VISTO COMO UN HOMBRE INCOMPATIBLE CON EL SISTEMA (POLÍTICO Y RELIGIOSO), UN HOMBRE QUE ERA URGENTE ELIMINARLO. EN TAL MODO QUE ESO FUE LO QUE PROVOCÓ LA CONDENA INMEDIATA A MUERTE (Jn 11, 47-53).

Esto supuesto, los cristianos hacemos a Jesús presente y actual mediante el “SEGUIMIENTO” (nachfolge- D. Bonhoeffer), cuando lo dejamos todo y, una vez perdida toda seguridad humana, PONEMOS TODO EL SENTIDO Y SEGURIDAD DE NUESTRA VIDA EN “SEGUIR LA FORMA DE VIDA” QUE ASUMIÓ JESÚS.


Esta forma de vida no estuvo fundamentada en “lo religioso”, en el Templo, en los Sacerdotes, en la Torá (Ley). La forma de vida de Jesús estuvo fundamentada en “lo laico”, sobre tres pilares: 1) Remediar el sufrimiento(curaciones de enfermos); 2) Compartir lo necesariopara la vida (comidas); 3) Las relaciones humanas (sermones y parábolas).Y aquí es necesario darse cuenta y tomar conciencia de que, según los evangelios, lo que hacemos a cualquier ser humano, es a Jesús a quien se lo hacemos. Y, en Jesús, se lo hacemos a Dios (Mt 25, 40. 45). De tal modo que “acoger”, “rechazar”, “escuchar” a un ser humano (enfermo, mendigo, extranjero, preso), eso es hacerlo con Jesús y con Dios (Mt 10, 40; Mc 9, 37; Mt 18, 5; Lc 10, 16; 9, 48; Jn 13, 20).

Esta teología pone a Dios en lo humano. En tal modo que, haciéndonos profundamente humanos – y superando la dosis de “in-humanidad”, que todos llevamos inscrita en la sangre de nuestra vida –, así es como podemos encontrar a Dios y dar un sentido a nuestras vidas.

Por otra parte, esta comprensión de la Religión no nos lleva a la pasividad y a la ausencia de lo que sucede en nuestro mundo y en nuestra sociedad. Es el peligro que lleva en sí el budismo y las religiones orientales. Hace años, me impresionó lo que dejó escrito uno de los grandes economistas del s. XX, John K. Galbraith. Este hombre fue embajador de Estados Unidos en la India. Y, en su Ambassador’s Journal (1969), dice que la causa más determinante de la pobreza en India es la Religión. Porque el hinduismo y el budismo son religiones que dejan en paz el espíritu, pero fomentan la pasividad social. Porque estas religiones dicen que a Dios se le encuentra en el “Dharma” y el “Nirvana”, que tienen el peligro de llevar a la resignación. Así, se perpetúa el sistema. Y el precio (de esas experiencias religiosas puede ser el sufrimiento de los pobres).
Jesús es la presencia de Dios en lo humano. Pero Jesús, precisamente por eso, no quiere el sufrimiento humano, sino la liberación de “lo ritual” y “lo sagrado”, para que así sea posible le Fe en Dios (Jn 1-2).