LA MEMORIA DEL
CAMINANTE
Pasó el hombre aquel por la aldea primitiva.
Llamó a cualquier puerta y le abrieron a
oscuras:
“Pase buen hombre, quédese donde pueda.
Sólo podemos darle un poco de agua
Y fruta de ese árbol.
Aquí no tenemos más luz que la del sol.
Aunque…
Dicen que existe algo
que otros hombres encienden
cuando
el astro se apaga.
Con su ayuda ven de noche y se guardan del
frío.
Pero aquí no sabemos…
Bebemos el agua de la fuente
Comemos hierbas o carne cruda.
Así nos mantenemos.
El hombre aquel tuvo lástima de ellos.
Cuando
el sol de nuevo se encendió
él salió por el campo buscando algunas ramas
Y algunas hierbas secas.
Encontró junto al río trozos de pedernal.
Llamó a la pobre gente que lo había acogido
y a todos sus vecinos.
los sentó en torno suyo:
“Ustedes
me acogieron
y me dieron lo poco que tenían.
Yo les doy lo que sé por si puede servirles”.
Se quedaron mirándolo intrigados.
El agarró dos piedras y las hierbas resecas.
Chascó los pedernales hasta que algunas chispas
Quemaron
las hierbitas.
Pequeñas llamaradas florecieron en ellas.
Acercó el peregrino esas llamitas
a otras ramas más grandes.
Y de ellas surgió
una flor roja que crecía y danzaba,
deslumbrando los ojos de aquella pobre gente.
Acercaron sus manos, las sintieron ardientes.
Reunieron más leña.
y
aquél fue el primer día que comieron
caliente.
Siguió toda la tarde el regocijo.
A la luz de esa flor que bailaba con ellos.
Cansados, se durmieron
Agrupados al calor del rescoldo
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& &
Mientras ellos soñaban con ángeles de fuego
se
marchó el caminante.
Les dejó su recuerdo que fue:
entre las cenizas,
algunas hierbas secas, las ramas apagadas
y los
dos pedernales
con que aquel peregrino realizó su milagro.
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Han pasado los años, muchos años.
Allá por el camino, de nuevo apareció el
caminante.
Los vecinos salieron a su encuentro
Como si fuera un dios que retornaba.
Le abrazaron, le besaron las manos
Él sólo preguntó:
“He venido a saber lo que hicieron
Con el pobre regalo que dejé en esta aldea”
-
“¡Oh Señor! Tu regalo no lo hemos olvidado.
Siempre está con nosotros.
Ven que te lo mostremos”.
Las mujeres, los hombres, los niños y los
viejos
Se pusieron en marcha
detrás del peregrino junto al jefe del pueblo.
Entre cantos y música
subieron
a lo alto del monte.
Estaba anocheciendo,
pero aún el caminante no veía
Ninguna luz de hoguera…
Llegaron a lo alto
a una
cueva pequeña que habían adornado
con monedas, recuerdos familiares…
Todos la rodearon, se hincaron de rodillas
Sólo
el jefe guiando al peregrino
se
acercó a la caverna.
Allá cerca del fondo, el caminante
pudo ver el misterio que la cueva ocultaba.
Al verlo quedó desconcertado
mirando con asombro,
levantando sus brazos angustiado
y
gritando a la gente:
“¡No es
esto!... ¡No era esto!”
Había descubierto el peregrino
en un un altar de rocas, adornadas de flores
sobre un bello bordado…
Había descubierto unas hierbas resecas,
con ramas
ya quemadas y podridas
y un par
de pedernales.
Todo lo que hace años le sirvió al visitante
Para hacer florecer esa hoguera
que pudiera
ofrecerles el calor y la luz,
comida y esperanza, amistad y descanso
a las gentes del pueblo,
que seguía en la noche y la oscura ignorancia…
Se levantó aquel hombre y se fue cuesta abajo,
dejando a aquella gente adorando en la cueva
Su memoria vacía.
Y mientras descendía pensaba el peregrino:
“¡Cuántas cuevas del mundo
encierran en su vientre
La luz que
cualquier día
Podría
iluminar la vida de las gentes.
Pero allí
la han dejado
Como un
recuerdo inútil
que adoran y festejan.
Pero no es
más que piedra”:
Su memoria
vacía.
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Para reflexionar
¿Podría usted descubrir lo que significan:
las piedras, las ramas… lo que usó en caminante para encender la luz?…
Podría pensar
qué significa el fuego?
¿Y la
cueva? ¿Y la gente? ¿Y el caminante?
¿Les podría
servir esta historia en su comunidad
para “sacar consecuencias”?