Palabras a Voleo
Repasen estas palabras y
piensen con cuál de ellas se encuentran ustedes más a gusto.
Antes tendríamos que reconocer
con los científicos de hoy que una de estas palabras no existe en la realidad: la primera
expresión, el inmovilismo.
Lo decía hace mucho tiempo un tal Heráclito
de Éfeso, cinco siglos antes de que apareciera por esa misma ciudad Pablo de
Tarso. El tal Heráclito para presumir que sabía idiomas lo dijo en griego, el
único que sabía. Y así dijo “panta reí, o sea: todo corre, todo fluye, todo cambia”…
Dijo más: “y nada se está quieto”,
nada permanece.
Pero en aquellos tiempos, como
hoy, han existido personas que no se lo han creído y se han mantenido en su
postura inmovilista. Las cosas son como son y punto. No les atraían mucho los
Cambios
Claro, una cosas son los
filósofos y otra cosa la vida de cada día. Desde aquellos tiempos remotos, a
los que se encontraban muy seguros en la vida, con su lujosa vivienda y
esclavos que les servían… a esos no les interesaban mucho los cambios. En cambio los muertos de hambre, de frío o de
codicia se movían inquietos y decían que si no corre todo, por lo menos tiene
que correr, hay que cambiarlo.
Para que todo corriera ellos se
revolvían en los campos y ciudades,
inventando nuevos modos de vivir a gusto, haciendo negocios, o política,
o guerras y asaltos para que todo corriera a su favor.
Y quieras que no, la vida fue
cambiando, corriendo hasta
Hoy parece
que domina el cambio en este mundo y en el universo. Hay grandes defensores del todo corre, que intentan transformar la realidad aunque también existen los defensores del no te muevas que es peor.
Decíamos al principio que los
sabios modernos no creen en el inmovilismo.
La ciencia actual asegura que aunque una persona aparezca como estatua, sin moverse, todo su organismo, las moléculas, los átomos, las partículas subatómicas, de las que hoy se conoce más, están - algunos dicen- perpetuamente danzando. Así dicen. Y no solamente personas y seres vivos sino todo lo existente.
Nada se está quieto, al menos en el “micromundo”, en lo inmensamente pequeño de que están formados todos los seres.
Pero reconozcamos también que a
simple vista, sin microscopio ni una vulgar lupa, hay seres inmóviles y, peor,
seres con freno y marcha atrás, que tienden a in-volucionar y a buscar el modo de avanzar hacia atrás.
Esto es cosa, no sólo de los
cangrejos, que son especialistas en ello, sino de mucha gente acangrejada
que
dedica toda su vida a mirar hacia atrás y a decir “en mis tiempos…” Sus
tiempos, claro, son los de “entonces” y
así desconfían de quien se les pone delante y les señala al horizonte, camino a
un futuro distinto.
Existe otro tipo de seres que
practican un inmovilismo semoviente, es decir que se repiten y se repiten.
En nuestra infancia todos hemos
usado la repetición para aprender: poesías, oraciones,
cantos, los ríos y los
montes de nuestro país…
¡La de
pasos adelante que hemos dado en
el aprendizaje repitiendo y repitiendo
palabras que no entendíamos, pero que
tiempo después nos fueron de gran utilidad!. Gracias a esas repeticiones
empezamos a evolucionar, a cambiar, a avanzar en la vida.
Pero, en cambio, hay personas que repiten siempre
lo mismo sin reflexión y sin hacer nada nuevo.
Y así más o menos estamos hoy
en todos los movimientos e inmovilismos
de nuestra historia presente. Unos intentando avanzar hacia el futuro, otros
procurando que todo se mantenga igual , repitiendo lo de siempre y queriendo volver a costumbres pasadas.
Estas ideas podemos aplicarlas a nuestra realidad
histórica y a nuestra realidad espiritual.
El hoy del tiempo
actual “El mundo sigue girando”, dice
una vieja canción. Pero a cada vuelta que da, muchas cosas ya han cambiado,
aunque Julio Iglesias diga que “la vida sigue igual”.
Observemos lo que lentamente se
transforma en la tierra y lo que a veces, como en una explosión, parece producirse
un cambio brusco. Estamos hablando de evolución
y de revolución.
Les encontró de sorpresa la
revolución a los franceses en el siglo XVIII que fue hundiendo monarquías y
floreciendo repúblicas.
En el siglo XX una nueva
revolución que con mayor o menor acierto aún está haciendo tambalearse
democracias capitalistas y abriendo puertas a algo con distintos rostros, que
puede llamarse socialismo(s); mejor en plural.
Dicen que en estos tiempos ya
en el siglo XXI otro nuevo cambio está
transformando la conciencia de las personas. Las tradiciones y mitos de años y
siglos pasados, filtradas en la mente
de los individuos, empiezan a ser puestas en duda, superadas por
una nueva consciencia que va
cambiando del ego individual, del yo aislante, a una visión del Yo
universal, que lo abarca todo y nos hace vivir la unidad
en el universo.
Toda revolución ha nacido de
una evolución y se ha quedado ahí con frecuencia. A veces se ha detenido y,
como decíamos: freno y marcha atrás. El
proceso se ha convertido en retroceso, en involución:
“En mis tiempos no se hacía así”- dicen muchos -. Pero ahí sigue el cambio de
las conciencias humanas que se van iluminando.
El hoy de lo religioso-
Contando con que muchos
lectores de este blog tienen relación con cierta espiritualidad, ahora es
ocasión de observar cuál es la actitud de las personas religiosas frente al
cambió.
Quienes hemos vivido hacia la
última mitad del siglo XX, nos inquieta el recuerdo de aquella gran asamblea
que intentó cambiar las expresiones religiosas. Ya saben: el llamado concilio
Vaticano II.
Un gran número de quienes entonces eran o se
sentían jóvenes miró aquello como un paso de gigante hacia el cambio en la Iglesia.
Y eso que quien empezó el invento tenía 77años cuando acababa de ser elegido
Papa con el nombre de Juan XXIII.
Pero a poco de terminar el
concilio, en 1965, estaban agazapados
quienes se asustaban con los peligros de esos cambios en los documentos que la mayor parte de obispos había firmado. Empezó
el freno y la marcha atrás. Se hizo
callar a teólogos que habían animado los diálogos conciliares. Ocuparon los despachos del Vaticano personas
que se habían resistido a los procesos de aquella asamblea. Aparecieron por las logias (las galerías del
palacio papal, personas con prejuicios frene a las transformaciones que se iban dando.
¿Es bueno que la Iglesia
cambie? O la iglesia de Jesús tiene que seguir siempre igual, siempre igual…
¿Siempre igual a qué? ¿a lo que se vivió cuando ellos se veían jóvenes e
influyentes?
No sólo los concilios han
servido para cambiar la historia de la Iglesia. Después de una asamblea primera
en Jerusalén en el año 50, con algunos de los apóstoles aún presentes, a lo
largo de la historia ha habido 21 concilios en diversas ciudades en el entorno
de Grecia y Roma. Algunas de esas asambleas dieron pasos adelante para ajustar
la historia a los tempos de entonces. Otras se resistieron a los cambios.
Pero, cuando parecía que la
Iglesia miraba hacia atrás y se resistía a las nuevas pistas de ese último
concilio, de repente sale elegido un papa venido del sur y todo se vuelve a
tambalear para disgusto de algunos en
las oficinas romanas.
Unos años antes había aparecido
entre los cardenales elegidos, un papa sonriente, con grandes anhelos de renovación. Juan
Pablo I. Duró poco más de un mes. Desapareció o lo desaparecieron. La cuestión está todavía en estudio.
Hay quien dice que el Espíritu
Santo es como un viento suave pero fuerte. Se empeñó en soplar y al fin apareció es tal Francisco a bordo
de un carrito utilitario, hablando de hacer una iglesia también utilitaria,
como un hospital de campaña, corriendo a
la periferia y entrando en la cárcel a besar los pies de
los presos, algún islamista incluido.
Los que vamos a la eucaristía,
ya sea a celebrarla o a… a “oír” misa (no digan nunca eso) no saben, no sabemos
ahora qué hacer. Los llamados presbíteros, monseñores o eminencias ya no saben
cómo vestirse, como hablar, cómo organizarse y empiezan a verse extraños con
ese sombrero puntiagudo que cuesta hacer desaparecer.
Pero sobre todo sienten,
sentimos los “clérigos” y los “católicos de toda la vida” que este papa se nos
va de las manos, conmueve y remueve nuestra inmovilidad.
Empezamos a preguntarnos,
copiando a aquel Heráclito de hace 2.500 años, si ya es hora de que todo corra, de que todos
corramos a escuchar las frases del campesino galileo: dalo a los pobres, ven y sígueme. Eso es demasiado, parece, pero
también parece que no hay más remedio.
Que ya está bien de resistirse
al cambio.
Que ya basta de quedarse
sentados tranquilamente en la banca del templo sin asomarse a la periferia, al
barranco, al hospital, al corazón angustiado de cualquier prójimo.
Que si queremos vivir como
seguidores de Jesús, junto al Francisco ese
de las tierras del sur, no tenemos más remedio que… no tenerle miedo al
cambio...
Martín Valmaseda, sm