Lo que va de ayer a hoy
(Historias bíblicas de ayer que se repiten hoy)
DE LA MESA COMÚN AL
ALTAR EN LO ALTO
Eso que llamamos misa o cena del Señor o
eucaristía, sabemos que partió de aquella noche dramática en que aquel líder
campesino de Nazaret invitó a cenar a sus amigos para la tradicional pascua, cuando se
recordaba la antigua huida del pueblo
hebreo amenazado por la esclavitud de los faraones. Desde entonces hasta
nuestros días se ha seguido celebrando esa cena con otros nombres y estilos diferentes.
Nuestros hermanos judíos según su tradición y los cristianos en la memoria de
la cena de Jesús.
Podíamos preguntarnos qué es más
auténtica entre nosotros si la manera de celebrarla hoy, al cabo de unos
dos mil años, o la que entonces se tuvo en el pequeño salón que unos vecinos les alquilaron a Jesús y su
gente.
Hagamos una comparación entre la hoy
llamada misa… LA QUE VA DE AYER a HOY
Ayer
Fue
aquella noche hacia el mes de abril cerca del año 30 de nuestra
era.
Podemos ponernos en el pellejo de esos
muchachos de pueblo, parece que no muy ilustrados, que admiraban y seguían a
aquel campesino de su tierra.
Lo seguían cada vez más inquietos según
veían el ambiente que se estaba creando a su alrededor. Aquella cena de un
cordero como plato principal, con
ensalada de hierbas amargas, un huevo cocido, un postre de frutos secos, el pan sin levadura, el vino, esencial en la
comidas hebreas…
Todos estos alimentos tenían su
simbolismo, no voy ahora a explicar cuál, sólo que estaba en relación con los sufrimientos de
su antigua esclavitud en Egipto, los trabajos duros, la huida apresurada al
desierto sin poder siquiera hacer el pan con su levadura…
En un momento de esa cena que todos los
años celebraban, el más joven de la
familia reunida hacía la tradicional pregunta: “¿qué hace diferente esta noche de las otras?” Y entre ´la
narración de los más ancianos y salmos cantados a coro se recordaba la historia
de aquel pueblo caminando en busca de la libertad
Los especialistas en el evangelio
discuten si la cena de Jesús con sus amigos fue exactamente la celebración de
la pascua judía o no. El teólogo José Antonio Pagola en su libro Jesús aproximación histórica lo duda
(igual lo dudan otros). Eso es lo de menos.
Pero sabemos que la cena de aquella
noche tenía un ambiente especial: la tensión por sentirse perseguidos y saber
que su maestro había tenidos duros enfrentamientos en el templo, discutiendo
con las autoridades religiosas, junto a la irritación de los comerciantes de
“objetos más o menos religiosos” en el templo porque el profeta les habían
estropeado las ventas.
Aunque el evangelista Juan desarrolla
mucho el diálogo de Jesús, los
sentimientos de aquel anochecer pedían que no sólo hablase Jesús,
mientras los demás escuchaban, sino
que la conversación se desarrollase con el sentimiento de peligro y temor ante
los últimos acontecimientos.
En la misma cena, a pesar de que lo
pintores suelen limitar los asistentes a
Jesús con los doce, algo
nos hace pensar que no solamente el grupo se
reducía a los elegidos. Los evangelios
distinguen bien entre apóstoles -los
doce- y discípulos, otros hombres y
mujeres que iban uniéndose a Jesús según aumentaba su cariño y entusiasmo por
él.En torno a esta cena podemos distinguir tres momentos:
1.- lo que había sucedido los días
anteriores a la celebración: sus enfrentamientos con las autoridades religiosas
2.- la misma cena, lo que se dijo, se
hizo en ella, y
3.-la
tragedia que iba a suceder después
Cuando llegó el momento en que
escucharon:” levántense y vámonos de aquí”
salieron, según costumbre al
huerto de los olivos. Así dicen algunos evangelistas. No cuentan si al decirlo se le formó al Maestro un nudo en la garganta mientras
los demás cruzaban miradas
desconcertadas y angustiosas.
Así salieron ayer. Hoy quien tiene la pretensión de hablar en
lugar de Jesús. Dice tranquilamente al
final: “pueden ir en paz”. Besa la mesa y sale tranquilo a la sacristía donde
despide a los que han estado “oyendo” esa “misa”… ¿Oyendo? Hablemos de
HOY
Podemos ahora ver las diferencias de ese
hoy
con el ayer
que hemos descrito.
Hoy.- los llamados creyentes no se reúnen en una sala de comedor sino en un llamado “templo”, a veces
de pequeñas dimensiones, a veces
un monumento de tamaño y dimensiones desproporcionadas para el número de los que asisten.
Hoy no se suele reunir un grupo de amigos,
compañeros, que llevan tiempo conviviendo, sino gente que apenas se conoce y
que ocupan unos asientos alargados – bancas las llaman – cada uno en cualquier
sitio que elija y sin intercambiar palabras de amistad con los que están cerca de él. (se puede dar el
caso de que haya por allí alguna persona con quien se
lleva mal y tiene diferencias pequeñas o
grandes, pero no importa, allí están los dos sin mirarse ni hablarse.
Hoy, cuando ya
están todos reunidos, (menos los que llegan atrasados, a veces bastantes…)
sale hasta el llamado”presbiterio” el llamado sacerdote,
que dicen representa a Jesús (que sólo era un
simple trabajador). Sale
acompañado por unos ayudantes, todos vestidos con trajes solemnes, llevando
candelas, y otros signos religiosos. En bastantea casos acompañan la entrada con cantos que hablan de
ir con alegría juntos como hermanos a la casa del señor. Muchos de los asistentes ni cantan ni tienen
cara de alegría y menos de sentirse reunidos.
Hoy el presidente no sale a reunirse con los
demás asistentes en una mesa de comedor como antiguamente, en vez de mesa lo llaman altar y suele estar
claro, alto, sobre escalones, y lejos. Como además los asistentes dejan las bancas de delante vacías, pues
más lejos todavía (será para que no les contagie)
Hoy el, llamémoslo
presidente de aquella asamblea, saluda a los presentes
“enelnombredelpadrehijoyespiritusanto” que está con ustedes y ellos, algunos
por lo menos, le contestan que también con su espíritu.
Hoy, El presidente
pide piedad y perdón en nombre de todos, o solamente el grupo de músicos canta
“el señor ten piedad”. No se sabe si los presentes piden perdón sinceramente o
no se enteran ni por qué se
pide eso. Algo malo habrán hecho tal
vez.
Hoy…Allá delante
hay un atril y algunos de los acompañantes del que preside leen párrafos de la biblia. Alguno trata de los
viejos tiempos de los patriarcas o de los más modernos de los apóstoles. Por fin el presidente se levanta y lee algo
que recuerda al carpintero de Nazaret.
No sólo lo lee sino que lo
comenta. En ese momento hay una sensación más cercana de que aquello tiene que
ver con el maestro platicando con sus
discípulos en aquella primera-ultima cena. El predicador si se da cuenta del
ambiente, procura no prolongarse mucho. Hay gente que tiene prisa porque luego
tiene una fiesta o un viaje… Pero si el
que habla no se da cuenta, pobres de los asistentes que empiezan a
agitarse inquietos en la banca y a mirar
el reloj.
Pero ya parece que terminan las palabras
y se organiza una traída de ofrendas sobre la mesa – altar. Empezamos entonces
a recordad que aquello es una comida;
veremos el menú. Se empieza por sacar unos cestitos y recoger
dinero. ¡Ah es que no habrían comprado
la comida
Pero después sobre la mesa-altar los
ayudantes colocan unas copas, y un
plato. Sobre él unas cosas blancas y
redondas, alguna más grande. Por lo que dicen lo comentarios parece que eso es
pan. No lo parece. Y sobre la copa vierten un poco de vino, con un poquito de
agua para que no se suba a la cabeza de quienes lo beban.
Ese menú tan resumido será recuerdo de
lo que entonces con Jesús se compartió: el cordero, la ensalada, el pan y el
vino… ¿ pan y vino es el resumen? Y efectivamente en ese momento el presidente
hace unas oraciones más largas donde
cuenta lo de Jesús aquella noche, cuando partió el pan (pero él no lo parte) y les dijo: “tomen y coman”, (pero aun
nos le da a comer) y : “tomen y beban” (pero no les da de beber)…. Uno se queda
decepcionado de esa comida tan económica y tan impersonal donde los asistentes
solo asisten pasivos. Todo se lo organiza el presidente, él solito… Pero
esperen que no hemos terminado.
Hoy…: de pronto el
presidente tiene un ataque de espontaneidad y les pide a los asistentes que se
den la paz. Ahí se monta un pequeño revuelo, la gente se da la mano y hasta se
besa, y los pequeños corretean abrazando a todo bicho viviente, incluso al
presidente. Dura solo un ratito y vuelve la formalidad.
Hoy… llega un
momento en que parece que ya se puede comer. El presidente parte un trocito del pan ese blanquito y con
colaboración de algunos ayudantes
se baja del altar y empieza a repartir los redondelitos de pan.
Poe si no se habían enterado les dice al dárselo: “el cuerpo de Cristo”. Lo
que se habían puesto en cola dicen amén
y algunos ponen la mano como los apóstoles para recibir aquel trocito pero
otros no se consideran dignos y le sacan la lengua al presidente para que atine
a colocárselo en la boca sin mojarse los dedos de saliva.
Por los cantos que se cantan en ese
momento parece que a esa parte del misa la llaman “comunión”. Uno pensaba que comunión es algo más serio e
importante que comprometía a toda la persona, pero parece que no. Para muchos
solo se compromete la boca, ni siquiera la mano.
Para acabarlo de complicar alguno de los
ayudantes desde el atril dice a la gente
que los que no puedan comulgar pueden hacer una comunión “espiritual”. ¿Y eso
qué es? Parece que algo así como una
comida sin comer. ¿Alguno de los
asistentes a la cena de Jesús se
quedaría sin comer?: Parece que hasta
Judas Iscariote tomó, comió y bebió.
Pero
los asistentes a esa llamada misa de beber nada.
Ya la celebración cuesta abajo, el
presidente hace unas cortas oraciones, a veces
uno de los ayudantes se acerca al atril y da algunos avisos de otras
ceremonias para días cercanos. Todo va terminando.
El presidente bendice a los asistentes y
les dice para que respiren tranquilos: “Pueden
ir en paz”. El sale con los ayudantes con sus vestidos especiales y después salen los
demás, unos con cara de urgencia porque tienen un compromiso y se les hace
tarde, otros se detienen a platicar
entre ellos y con el presidente y se
intercambian saludos y abrazos, eso deja mejor sabor de boca a la celebración. Lógicamente la preocupación por lo que les
espera al salir… suponemos que algunos de los asistentes tienen que ir a algún monte de los olivos, a
algún juicio donde la vaya alguien la
vida o a algún calvario personal o de conocidos. ¿Terminamos?
Sólo déjenme que les haga una pregunta:
qué parecido encuentran entre esta celebración de hoy en el templo,
lejos del altar, alto, sobre escalones, con gente pasiva ante lo que
hace el llamado sacerdote, que habla casi él solo, gente que cobra con algún dinero cuando pasan
el cestito, que miran silenciosos cuando les dicen tomen y coman (algunos no miran, bajan la vista,) y poniéndose en cola, sacando la lengua cuando
les dicen que eso es el cuerpo de Cristo…
¿Qué tiene eso que ver con la intensa,
cariñosa, reunión de los amigos de Jesús
aquella noche de jueves santo, poniendo sus vidas en común, compartiendo
la comida, dialogando con el amigo y
escuchado los consejos de quien estaba
consciente de lo que se está
tramando, tomando en su mano y comiendo
el pan como signo de su persona
entregada, bebiendo su sangre signo de u vida derramada antes de salir al huerto de los olivos… Qué tiene eso que ver con los actos
mecánicos de lo que siguieron los discípulos celebrando como fracción del
pan, como cena del Señor, como memoria de su pasión… y hoy llamamos simplemente
misa y nos quedamos tan tranquilos.
Hasta algunos se quedan satisfechos con
una llamada “primera comunión”
+++
((Para abrirles el apetito les copio
aquí una parte del capítulo 12 de ese
libro, Jesús aproximación histórica
((el libro completo lo encontrarán en internet)):
Despedida
inolvidable
También Jesús sabe que sus horas están contadas. Sin embargo no piensa en
ocultarse o huir. Lo que hace es organizar una cena especial de despedida con
sus amigos y amigas más cercanos. Es un momento grave y delicado para él y para
sus discípulos: lo quiere vivir en toda su hondura. Es una decisión pensada.
Consciente de la inminencia de su muerte, necesita compartir con los suyos su
confianza total en el Padre incluso en esta hora. Los quiere preparar para un
golpe tan duro; su ejecución no les tiene que hundir en la tristeza o la
desesperación.
Tienen que compartir juntos los
interrogantes que se despiertan en todos ellos: ¿qué va a ser del reino de Dios
sin Jesús? ¿Qué deben hacer sus seguidores? ¿Dónde van a alimentar en adelante
su esperanza en la venida del reino de Dios? Al parecer, no se trata de una
cena pascual. Es cierto que algunas fuentes indican que Jesús quiso celebrar
con sus discípulos la cena de Pascua o séder, en la que los judíos conmemoran
la liberación de la esclavitud egipcia. Sin embargo, al describir el banquete,
no se hace una sola alusión a la liturgia de la Pascua, nada se dice del
cordero pascual ni de las hierbas amargas que se comen esa noche, no se
recuerda ritualmente la salida de Egipto, tal como estaba prescrito. Por otra
parte es impensable que esa misma noche en la que todas las familias estaban
celebrando la cena más importante del calendario judío, los sumos sacerdotes y
sus ayudantes lo dejaran todo para ocuparse de la detención de Jesús y organizar una reunión nocturna con el fin de
ir concretando las acusaciones más graves contra él. Parece más verosímil la
información de otra fuente que sitúa la cena de Jesús antes de la fiesta de
Pascua, pues nos dice que Jesús es ejecutado el 14 de nisán, la víspera de
Pascua. Así pues, no parece posible establecer con seguridad el carácter
pascual de la última cena. Marcos, Mateo y Lucas dan suficientes indicaciones
para que el lector identifique la cena con la Pascua judía (Marcos
14,1.12.16-17.18 y paralelos); Lucas incluso nos dice que ese era el deseo de
Jesús: “¡Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con vosotros antes de morir!”
(22,15). Jeremias, Gnilka y otros piensan que Jesús celebró la cena de Pascua.
Sin embargo, según Juan, fue crucificado la víspera de Pascua (18,28) y, por
tanto, la cena fue antes de Pascua; tampoco Pablo dice nada de una “cena
pascual” (1 Corintios 11,23-26). Hoy, por lo general, los autores niegan el
carácter pascual de la última cena o lo dejan bajo interrogante (Schürmann,
LéonDufour, Theissen, Schlosser, Roloff,
Theobald...). Probablemente, Jesús
peregrinó hasta Jerusalén para celebrar la Pascua con sus discípulos, pero no
pudo llevar a cabo su deseo, pues fue detenido y ajusticiado antes de que
llegara esa noche. Sin embargo sí le dio tiempo para celebrar una cena de
despedida. En cualquier caso, no es una comida ordinaria, sino una cena
solemne, la última de tantas otras que habían celebrado por las aldeas de
Galilea. Bebieron vino, como se hacía en las grandes ocasiones; cenaron
recostados para tener una sobremesa tranquila, no sentados, como lo hacían cada
día. Probablemente no es una cena de Pascua, pero en el ambiente se respira ya
la excitación de las fiestas pascuales. Los peregrinos hacen sus últimos
preparativos: adquieren pan ázimo y compran su cordero pascual. Todos buscan un
lugar en los albergues o en los patios y terrazas de las casas. También el
grupo de Jesús busca un lugar tranquilo. El relato de Marcos 14,13-15 y
paralelos sobre la preparación de la cena pascual tiene rasgos legendarios y no
permite deducir ninguna conclusión histórica. Esa noche Jesús no se retira a
Betania como los días anteriores. Se queda en Jerusalén. Su despedida ha de
celebrarse en la ciudad santa. Los relatos dicen que celebró la cena con los
Doce, pero no hemos de excluir la presencia de otros discípulos y discípulas
que han venido con él en peregrinación. Sería muy extraño que, en contra de su
costumbre de compartir su mesa con toda clase de gentes, incluso pecadores,
Jesús adoptara de pronto una actitud tan selectiva y restringida. ¿Podemos
saber qué se vivió realmente en esa cena? La última cena está consignada en
Marcos 14,22-26; Mateo 26,26-30; Lucas 22,14-20 y 1 Corintios 11,23-26. Nadie
duda de la historicidad del hecho. Sin embargo son textos muy condensados y
densos que no pretenden describir con detalle lo ocurrido, sino proclamar una
acción de Jesús que dio origen a una práctica litúrgica que se está viviendo en
las comunidades cristianas. Las divergencias se deben a que cada redactor narra
la cena desde la práctica cultual de su propia comunidad. No es difícil observar
que son textos litúrgicos que fijan lo esencial: gestos que hay que hacer y
palabras que hay que pronunciar. A través de ellos hemos de tratar de
aproximarnos a lo que se vivió en la cena de Jesús. Jesús vivía las comidas y cenas que hacía en
Galilea como símbolo y anticipación del banquete final en el reino de Dios.
Todos conocen esas comidas animadas por la fe de Jesús en el reino definitivo
del Padre. Es uno de sus rasgos característicos mientras recorre las aldeas.
Jesús compara el reino de Dios a una cena en que toman parte “los pobres,
lisiados, ciegos y cojos”, sin excluir a
nadie (fuente Q = Lucas 14,15-24 / / Mateo 22,2-10). Incluso los gentiles
tomarán parte en ese banquete (fuente Q = Lucas 13,2829 / / Mateo 8,11-12).
También esta noche, aquella cena le hace pensar en el banquete final del reino.
Dos sentimientos embargan a Jesús. Primero, la certeza de su muerte inminente;
no lo puede evitar: aquella es la última copa que va a compartir con los suyos;
todos lo saben: no hay que hacerse ilusiones. Al mismo tiempo, su confianza
inquebrantable en el reino de Dios, al que ha dedicado su vida entera. Habla
con claridad: “Os aseguro: ya no beberé más del fruto de la vid hasta el día en
que lo beba, nuevo, en el reino de Dios”. (Marcos 14,25 y paralelos). Por lo
general, los autores ven en estas palabras el eco de un dicho genuino de Jesús.
No se observa ningún rasgo teológico de la comunidad cristiana. Jesús aparece
como “comensal” en la mesa del reino sin ningún título cristológico. La muerte
está próxima. Jerusalén no quiere responder a su llamada. Su actividad como
profeta y portador del reino de Dios va a ser violentamente truncada, pero su
ejecución no va a impedir la llegada del reino de Dios que ha estado anunciando
a todos. Jesús mantiene inalterable su fe en esa intervención salvadora de
Dios. Está seguro de la validez de su mensaje. Su muerte no ha de destruir la
esperanza de nadie. Dios no se echará atrás. Un día Jesús se sentará a la mesa
para celebrar, con una copa en sus manos, el banquete eterno de Dios con sus
hijos e hijas. Beberán un vino “nuevo” y compartirán juntos la fiesta final del
Padre. La cena de esta noche es un símbolo. Movido por esta convicción, Jesús
se dispone a animar la cena contagiando a sus discípulos su esperanza. Comienza
la comida siguiendo la costumbre judía: se pone en pie, toma en sus manos pan y
pronuncia, en nombre de todos, una bendición a Dios, a la que todos responden
diciendo “amén”. Luego rompe el pan y va distribuyendo un trozo a cada uno.
Todos conocen aquel gesto. Probablemente se lo han visto hacer a Jesús en más
de una ocasión. Saben lo que significa aquel rito del que preside la mesa: al
obsequiarles con este trozo de pan, Jesús les hace llegar la bendición de Dios.
¡Cómo les impresionaba cuando se lo daba a los pecadores, recaudadores y
prostitutas! Al recibir aquel pan, todos se sentían unidos entre sí y con Dios.
Esta “fracción del pan” era un acto importante entre los judíos al comenzar la
comida. Al parecer, en tiempos de Jesús se hacía ya de forma fija y
ritualizada. Creaba entre los comensales una “comunión de mesa” ante Dios
(Jeremías, Schürmann, Léon-Dufour). Pero aquella noche, Jesús añade unas
palabras que le dan un contenido nuevo e insólito a su gesto. Mientras les
distribuye el pan les va diciendo estas palabras: “Esto es mi cuerpo. Yo soy
este pan. Vedme en estos trozos entregándome hasta el final, para haceros
llegar la bendición del reino de Dios” No es posible reconstruir las palabras
exactas de Jesús a partir de las dIferentes versiones. Grandes especialistas
como Jeremias, Schurmann o Léon-Dufour han renunciado a ello. La posición mas
generalIzada ve en Marcos (= Mateo) el sustrato mas antIguo “Esto [es] mI
cuerpo”, Pablo ha añadIdo “por vosotros”, Lucas ha completado “Esto es mI cuerpo
entregado por vosotros” (Schlosser, Roloff, Theobald) “Cuerpo” en arameo viene
a ser la “persona concreta”, “yo mIsmo”. ¿Qué sintieron aquellos hombres y
mujeres cuando escucharon por vez primera estas palabras de Jesús? Les
sorprende mucho más lo que hace al acabar la cena. Todos conocen el rito que se
acostumbra. Hacia el final de la comida, el que presidía la mesa, permaneciendo
sentado, cogía en su mano derecha una copa de vino, la mantenía a un palmo de
altura sobre la mesa y pronunciaba sobre ella
una oración de acción de gracias por la comida, a la que todos
respondían “amén”. A continuación bebía de su copa, lo cual servía de señala
los demás para que cada uno bebiera de la suya. Sin embargo, aquella noche
Jesús cambia el rito e invita a sus discípulos y discípulas a que todos beban
de una única copa: ¡la suya! Todos comparten esa “copa de salvación” bendecida
por Jesús. Tal vez Jesús siguió una costumbre que consistía en enviar una “copa
bendecida” a alguien a quien se le deseaba hacer partícipe de la bendición,
aunque no estuviera en la mesa (Dalman, Blllerbeck, Schurmann) Se le llamaba
“cáliz de salvación” (Salmo 116,13) y, al parecer, tenía mas o menos el valor
de nuestra accion de brIndar por alguien “¡A la salud!” En esa copa que se va
pasando y ofreciendo a todos, Jesús ve algo “nuevo” y peculiar que quiere
explicar: “Esta copa es la nueva Alzanza en mi sangre. Mi muerte abrirá un
futuro nuevo para vosotros y para todos” Todas las fuentes hablan de la
“alianza”, pero de forma dIversa Pablo y Lucas dicen “Esta copa es la nueva
alIanza en mI sangre”, Marcos y Mateo, por el contrario “Esta es mi sangre de
alianza” Los autores dudan en privilegiar un texto u otro. Bastantes prefieren
la forma de Pablo y Lucas, pues el paralelismo “esto es mI cuerpo” = “esta es
mi sangre” parece más propio de una adaptación a la acción lIturglca que del
lenguaJe de una cena (thelssen) Otros dudan de la historicidad de las palabras
sobre la sangre, pues nunca aparece en labios de Jesús la palabra “alIanza”,
pero tampoco se excluye que la empleara en esta ocasión. Jesús no piensa solo
en sus discípulos más cercanos. En este momento decisivo y crucial, el
horizonte de su mirada se hace universal: la nueva Alianza, el reino definitivo
de Dios será para muchos, “para todos” En Marcos 14,24 se dIce que la sangre es
derramada “por muchos” La expresión grIega hyper pollon sIgmfIca lIteralmente”
por muchos”, pero en la lengua aramea en que esta hablando Jesús no tIene
sentido exclusivo, smo que sugiere la Idea de totalidad. La mejor Traducción
española es “por todos”. Con estos gestos proféticos de la entrega del pan y
del vino, compartidos por todos, Jesús convierte aquella cena de despedida en
una gran acción sacramental, la más importante de su vida, la que mejor resume
su servicio al reino de Dios, la que quiere dejar grabada para siempre en sus
segUIdores. Quiere que sigan vinculados a él y que alimenten en él su
esperanza. Que lo recuerden siempre entregado a su servicio. SegUIrá siendo “el
que sirve”, el que ha ofrecido su vida y su muerte por ellos, el servidor de
todos. Así está ahora en medio de ellos en aquella cena y así quiere que lo
recuerden siempre. El mandato “Haced esto en memona mía” (1 Corintios 11,24,
Lucas 22,21) y la orden “Cada vez que bebáIs, haced lo mIsmo en memona mla” (1
Corintios 11,25) no pertenecen a la tradición mas antigua. Probablemente
provienen de la liturgia cristiana posterior, pero sin duda ese fue el deseo de
Jesus al celebrar esta solemne despedida. El pan y la copa de vino les evocará
antes que nada la fiesta final del reino de Dios; la entrega de ese pan a cada
uno y la participación en la misma copa les traerá a la memoria la entrega
total de Jesús. El pan partido no es símil del cuerpo muerto y despedazado de
Jesús, ni el vino es imagen de su sangre (el color rojo no es mencionado
nunca), son mas bien imagen del banquete y la fIesta del reino de Dios Es el
gesto de Jesús entregando un trozo de pan a cada uno y hacIendo beber a todos
de su copa el que sIgrufIca su entrega hasta la muerte.
“Por vosotros”: estas palabras resumen
bien lo que ha sido su vida al servicio de los pobres, los enfermos, los
pecadores, los despreciados, las oprimidas, todos los necesitados... Estas
palabras expresan lo que va a ser ahora su muerte: se ha “desvivido” por
ofrecer a todos, en nombre de Dios, acogida, curación, esperanza y perdón.
Ahora entrega su vida hasta la muerte ofreciendo a todos la salvación del
Padre. Profundizando mas en esa entrega de Jesús hasta la muerte, Marcos dIce
que la sangre de Jesús “se derrama por todos” (14,24), Mateo añade que se
derrama “para el perdón de los pecados” (26,28), Pablo y la carta a los Hebreos
la presentan teológIcamente como “un sacrificio de expiación” por el pecado de
la humanidad. Así fue la despedida de Jesús, que quedó grabada para sIempre en
las comunidades cristianas. Sus seguidores no quedarán huérfanos; la comunión
con él no quedará rota por su muerte; se mantendrá hasta que un día beban todos
juntos la copa de “vino nuevo” en el reino de Dios. No sentirán el vacío de su
ausencia: repitiendo aquella cena podrán alimentarse de su recuerdo y su
presencia. Él estará con los suyos sosteniendo su esperanza; ellos prolongarán
y reproducirán su servicio al reino de Dios hasta el reencuentro final. De
manera germinal, Jesús está diseñando en su despedida las líneas maestras de su
movimiento de seguidores: una comunidad alimentada por él mismo y dedicada
totalmente a abrir caminos al reino de Dios, en una actitud de servicio humilde
y fraterno, con la esperanza puesta en el reencuentro de la fiesta final.
Recientemente, diversos investigadores han visto en la “última cena” una acción
que “complementa” el gesto profético realizado poco antes por Jesús contra el
templo. Según esta hipótesis, Jesús habría entendido la “cena” como una
alternativa nueva y radical al sistema del templo. El servicio al reino de Dios
y su justicia no estaría vinculado al sistema religiosopolítico-económico del
templo judío, sino a la experiencia fraterna de una comida donde los seguidores
de Jesús se alimentarían de su espíritu de servicio al proyecto de Dios y de su
confianza en la fiesta final junto al Padre (Theissen, Neusner, Chilton,
Wright, con diversos matices y subrayados). ¿Hace además Jesús un nuevo signo
invitando a sus discípulos al servicio fraterno? El evangelio de Juan dice que,
en un momento determinado de la cena, se levantó de la mesa y “se puso a lavar
los pies de los discípulos”. Según el relato, lo hizo para dar ejemplo a todos
y hacerles saber que sus seguidores deberían vivir en actitud de servicio
mutuo: “Lavándoos los pies unos a otros”. La escena es probablemente una
creación del evangelista, pero recoge de manera admirable el pensamiento de
Jesús. Se encuentra solo en Juan 13,1-16. Aunque hay estudiosos que defienden
su autenticidad (Dodd, Robinson, Bauckham), la mayoría tiende a considerar el
relato como una composición tardía. La introducción (13,13), teñida del
lenguaje y la teología propia del evangelio de Juan, no ofrece garantías para
vincular este episodio con el contexto histórico de la última cena. El gesto es
insólito. En una sociedad donde está tan perfectamente determinado el rol de
las personas y los grupos, es impensable que el comensal de una comida festiva,
y menos aún el que preside la mesa, se ponga a realizar esta tarea humilde
reservada a siervos y esclavos. Según el relato, Jesús deja su puesto y, como
un esclavo, comienza a lavar los pies a los discípulos. Difícilmente se puede
trazar una imagen más expresiva de lo
que ha sido su vida, y de lo que quiere dejar grabado para siempre en
sus seguidores. Lo ha repetido muchas veces: “El que quiera ser grande entre
vosotros, será vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros,
será esclavo de todos” (Marcos 10,43-44. Cf. También Marcos 9,35). Jesús lo
expresa ahora plásticamente en esta escena: limpiando los pies a sus discípulos
está actuando como siervo y esclavo de todos; dentro de unas horas morirá
crucificado, un castigo reservado sobre todo a esclavos.