Guatemala:
la patria del criollo y CODECA
En el pasado siglo, Severo Martínez
Pelaez, escribió el clásico libro titulado La Patria del Criollo, en el que,
con registros bibliográficos y evidencias contemporáneas, constata que Guatemala
no es República, ni Estado de Derecho, mucho menos una nación, según los
criterios elementales de la filosofía política occidental, sino la
materialización de los vicios y deseos institucionalizados de los descendientes
de quienes descendieron de los barcos españoles.
En este sentido, toda la simbología y
las prácticas socioculturales hegemónicas institucionalizadas fueron y son
esencialmente herramientas de dominación (bien calibradas) de los criollos
sobre los no criollos.
Los primeros establecieron sus colores
en los símbolos patrios (azul=macho, blanco=criollo), en detrimento de la
Guatemala policromática. Impusieron a los corruptos, criminales y violadores
blancos como próceres y héroes nacionales. Mediante el uso de la violencia como
castigo impusieron sus caprichos como leyes de cumplimiento obligatorio sobre
los no criollos. Instauraron su democracia representativa para evitar cualquier
mecanismo de control/sanción política por parte de sus electores.
En esa patria del criollo, sólo los criollos
estaban cualificados como ciudadanos (con derechos, oportunidades y libertades
para robar/matar). Los no criollos, estaban condenados a subsistir como los NO
ciudadanos (en los hechos, sin derechos, ni oportunidades, ni libertades).
Al igual que la Colonia, la patria del
criollo se sostenía gracias al esfuerzo que hacían los mestizos e indígenas
para ser “aceptados o permitidos” por el criollo. A cambio, vendían sus almas y
sacrificaban sus conciencias a los intereses sanguinarios del patrón. A éstos
se los denominó “los permitidos”, en tanto eran útiles para el criollo. Y así
fue, y tristemente aún lo es.
La patria del criollo, tanto en su
método, como en sus objetivos, fue y es esencialmente corrupto y corruptor. El
incumplir las leyes, el robar impunemente, las “mordidas”, la administración
pública como botín, etc., fueron y son vicios del criollo imitados/practicados
por los “permitidos”, y descendiente de los criollos, como virtudes sublimes
(tanto en la vida pública, como en la privada).
El criollo y “los permitidos”
necesariamente tenían y tienen que ser corruptos y corruptores para subsistir.
La honestidad los mata a ambos.
En otras palabras, para robar
impunemente, y ser rico, uno debía y debe ser ciudadano en la patria del
criollo.
El actual colapso estrepitoso del
aparente bicentenario Estado nación criollo, y la usurpación (constitucional)
de las estructuras estatales remanentes por criminales organizados (electos),
es una consecuencia inevitable de los males congénitos de la patria del
criollo.
En los casi dos siglos de la República
criolla chapina, la corrupción y la impunidad fueron y son los valores morales
más deseados y menos confesados públicamente.
Quizá por eso, ahora, muchos mestizos e
indígenas, quienes tanto detestan y protestan en las plazas contra los
diputados corruptos, aspiran ser diputados. Sueñan con la inmunidad. Siempre en
los cánones de la patria criolla restaurada mediante reformas.
Pero, también se observa con esperanza,
que dos siglos de República criolla (como método y objetivo) no logró
adoctrinar por completo a los NO ciudadanos de Guatemala.
Estos NO ciudadanos, ahora, sin
banderas, ni himnos, ni héroes, sin medios corporativos de información, sin
selfies, se organizan y movilizan en las calles y plazas proclamándose como
pueblos sin Estado.
Y en consecuencia, desafían a la
oligarquía, a los acostumbrados a la patria del criollo, y a los indiferentes,
a sumarse al camino del proceso constituyente emprendido por los pueblos y
sectores, y no por notables, como plantea Thelma Cabrera, una de las defensoras
principales del Comité de Desarrollo Campesino (CODECA).
Al parecer los sin bandera, los NO
ciudadanos, están pujando para redimir a la bicentenaria Guatemala de la
maldición del criollo.