New post
on ecleSALia.net
by Blogger
IGLESIA Y POLÍTICA
GABRIEL Mª OTALORA, gabriel.otalora@outlook.com
BILBAO (VIZCAYA).
ECLESIA 06/11/17.- En la Asamblea Plenaria de la Comisión Pontifica
para América Latina que tuvo lugar en el Vaticano el año pasado, Francisco hizo algunas llamadas de atención
dirigidas al epicentro de nuestras conciencias. Acostumbrados a vivir una
Iglesia de ritos y cumplimientos, el profetismo de Francisco nos va modelando
en las verdaderas realidades del evangelio.
En dicha Asamblea se refirió
a construir la “cultura del encuentro”
que ayude a superar los diferentes puntos de vista, las tensiones y
discrepancias. Y sobre todo nos sorprendió cuando pidió a los mandatarios que
no crearan leyes para organizar la sociedad sino para resolver los problemas de
injusticia. “por favor, les pido que
escuchen a los pobres, a los que sufren. Mírenlos a los ojos y déjense
interrogar en todo momento por sus rostros surcados de dolor y sus manos
suplicantes. En ellos se aprenden verdaderas lecciones de vida y de humanidad,
de dignidad. Busquen superar la injusticia estructural y sigan apostando por la
reconciliación y la paz".
La
dicotomía entre religión y política es uno de los temas más espinosos que
tenemos los seguidores de Cristo ¿Qué es entrar en política?
Quizá deberíamos matizar de entrada el concepto “política”, ya que una cosa es
la política partidista como ejercicio necesario para la gobernabilidad de un
país, y otra muy diferente la llamada denuncia profética de las injusticias
ante las que un seguidor de Cristo no puede quedarse indiferente, o lo que
sería peor, directamente cómplice. Cristo fue partidario de contar con
seguidores que hiciesen política
defendiendo al perseguido por leyes injustas, en nombre de Dios. Se les llama
profetas y sus invectivas a la par de su coherencia deberían seguir siendo el
modelo para todos.
Jesús de
Nazaret entró de lleno en esta segunda categoría de
política hasta el punto de que lo mataron porque llegó demasiado lejos con su
ejemplo. Él mismo zarandeó las estructuras injustas legales religiosas
ocasionadas por las prácticas viciadas de las leyes del Pentateuco. Y sus
seguidores más directos hicieron exactamente lo mismo. Ninguno entendía la
política convencional de alianzas estratégicas ni de espacios de poder. Tampoco
estaban capacitados para administrar el funcionamiento del día a día, lo que
los romanos llamaban res publica. Pero no dejaron de incomodar a las
autoridades judías por sus graves inconsecuencias hasta convertirse en una
molestia peligrosa para los dirigentes judíos y romanos (en cuanto tuvieron un
seguimiento social que perjudicaba a sus intereses).
Si
miramos la historia, la Iglesia de Cristo se ha metido en política en ambas
direcciones. Muchos profetas y comunidades enteras han
mantenido su coherencia en la fe, la esperanza y el amor a pesar de los peores
pesares. Los mártires no son cosa del pasado si tenemos en cuenta que las
mayores matanzas y persecuciones de la historia por seguir el ejemplo del
Maestro se están dando ahora mismo, sin que la mayoría de creyentes en Jesús
apenas levantemos la voz en el Primer Mundo, ni clérigos ni laicos.
En el
corazón de Europa tenemos una estructura de poder clerical político de verdad
que se sustenta en un verdadero Estado en torno a la sede petrina de
Roma desde el siglo XIII, y con una historia poco edificante de verdadera lucha
territorial que se cierra en 1929 con Mussolini y la configuración actual del
Estado Vaticano con sus 44 hectáreas de extensión; una estructura con sus
ministros de Asuntos Exteriores (nuncios) e inmunidades diplomáticas. Una
realidad Iglesia-Estado que ha sido visto como la cosa más normal del mundo por
muchas generaciones de católicos. Resulta
increíble que el Estado Vaticano aún no haya firmado la Declaración Universal
de Derechos Humanos de 1948. No puede argumentar que no es miembro de pleno
derecho, puesto que ha suscrito otros convenios muy importantes. Quizá la razón
hay que buscarla en el artículo 1 de la misma cuando señala que "Todos los
seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, dotados como están
de razón y conciencia, que deben comportarse fraternalmente los unos con los
otros." Si el Estado Vaticano firmase, debería acabar, entre otras cosas,
con la discriminación milenaria con las mujeres; y también con la estructura no
democrática perpetuada en el tiempo.
De nuevo, el Papa Francisco nos recuerda una vez más
con la mejor política cristiana posible: proponer la cultura del encuentro como
base para resolver los problemas de la injusticia. Empezando cada uno con el ejemplo en lo cotidiano, claro (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda
la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).