Lo que va de ayer a hoy
(Historias
bíblicas de ayer que se repiten hoy)
LA MÁQUINA DE DECIR
MISAS
Esta
reflexión quiere ser para cristianos laicos, seglares que se dice también, o
normales, o de a pie… aunque sirve también para
los que han recibido el llamado “orden
sacerdotal”. Tal vez, sobre todo, es para los primeros, por lo que luego
explicaré. Me atrevo a rogar a quien lea
esto (y esté de acuerdo) que mande una copia, un archivo a quien piense que le
puede aclarar. Si no está de acuerdo… que también se la mande porque a lo mejor
a la otra persona sí le sirve. Supongo
que solamente el título ya les ha intrigado algo: MÁQUINA DE…. Bueno pues vamos
a ver.
AYER
Cuando
el homo sapiens empezó a sentir fuerzas
que le parecieron superiores a la
naturaleza y a su naturaleza comenzó a pensar en diosas, más tarde en dioses.
Después se buscó algún intermediario, mujer u hombre,(sobre todo hombre)
que le ayudase a comunicarse con ese ser supremo. Al dicho intermediario lo llamaron en distintas épocas y lugares:
hechicero, chamán, mago… y con sentido más depurado, también sacerdote… aquel
que se ocupa de lo sagrado.
En las tierras cercanas a los ríos Tigris y
Éufrates, en la llamada Asia menor los dioses que primero eran varios y luego se simplificaron en un solo nombre, sin
nombre: simplemente se llamó el que es:
YHVH: Yahvé.
Fueron surgiendo también quienes se encargaban de los sacrificios, las ofrendas sagradas a ese ser superior.
Esos hombres según sus idiomas. Arameo,
hebreo… se llamaron sacerdotes
que aparecieron junto con el templo para celebrar los distintos ritos
que iban creando…
Así
avanzó el tiempo que nosotros hoy llamamos “antiguo testamento”. Ese templo y
esos sacerdotes, con sus vestiduras solemnes
fueron adquiriendo poder sobre el pueblo, La gente “corriente” que les
respetaba e incluso les mantenía.
Junto
a los sacerdotes o a veces contra ellos, surgieron personajes, sin título, sin
templo, viviendo a veces en descampado,
vestidos rudamente y con buena voz para cantar las verdades. Eran los profetas. Pero de ellos no hablamos
ahora.
Lo
más cercano que tenemos quieres escribimos y leen esto son los dichos
sacerdotes en el templo de Jerusalén
Pero
en esas tierras aparece un ser insignificante- no sacerdote- carpintero,
albañil acompañando a pescadores y alguna otra gente de peor vivir. Ese
Yeshua galileo sintió en su corazón la presencia del
dios que adoraban en
sus tierras, pero lo sintió de modo tan familiar llamándolo padre, Abba אבע y tropezó con los sabios religiosos y los eminentes
personajes que en el templo dirigían los
sacrificios vestidos con solemnes túnicas y símbolos.
Su
vida y su palabra les sonaron a blasfemia: “¡Es reo de muerte!”
Pareció
que todo aquello había terminado. Pero no.
Con
la Jerusalén y el templo destruidos 40 años después de su crucifixión los
discípulos de Yeshua siguieron viviendo y predicando su modo familiar de hablar del Abba y mostrando su falta de interés por el templo y los sacrificios, anunciando a quien
les quería escuchar que el crucificado estaba vivo.
Los
sacerdotes, con Jerusalén destruida por los romanos, estaban sin templo y sin sacrificios, y
enfrentados con los discípulos de Yeshua.
Eso
nos pide olvidar el ayer y saltar peligrosamente al
Hoy.
Al
llamado Yeshua hoy lo llamamos Jesús en nuestros idiomas.
Recordamos que Jesús no habló nunca de fundar
una religión
De
lo que sí habló fue de hacer un mundo nuevo
que solía llamar el Reino de
Dios.
No
habló ni de templos ni de sacerdotes
Pero
sí hablo de que ese banquete de amigos
que celebraron antes de morir
lo siguiéramos haciendo en memoria suya.
Así
sus seguidores ya no tenían templo, les bastaba con una sala familiar. No pensaron en altares pero sí
en una mesa donde reunirse para – como ellos decían - “Partir en pan” o celebrar la “cena del
Señor” recordando sus palabras,
haciendo
fiesta por su vida, su muerte, su resurrección. Así lo empezaron a hacer, sin
templos, sin altares, sin sacerdotes. Les empezaron llamando secta de los
nazarenos (Hechos 24,5) o ellos
mismo se llamaron “los del camino” (Hechos
9,2) hasta que en Antioquía los
llamaron definitivamente cristianos
(Hechos 11, 26) seguidores de Jesús, el
Cristo.
Y
aquí estamos hoy nosotros… Pero de verdad, después de los 20 siglos ¿somos nosotros los del mismo camino
cristiano? Algunos van a decir que no se nota.
Aquellos
perseguidos por sus creencias hoy en muchos países están no sólo aceptados sino en situación
de poder.
Aquellos
que se reunían a escondidas hoy tienen grandes, bellos, artísticos y lujosos templos
Aquellos
que se juntaban en torno a una mesa
familiar hoy se ponen a cierta distancia de algo que vuelven a llamar, como en
tiempos antiguos, altar
Aunque
allí no sacrifican ya corderos o bueyes
sus asambleas no parecen banquetes ni fracción del pan; en cambio las
llaman santo sacrificio de la
misa.
Los
fieles en vez de vivir en el reino de Dios, el mundo nuevo de paz y justicia, han vuelto a vivir
una nueva religión eso que Jesús
no había pensado.
Y
la situación se complica más por sus líderes.
Quienes se responsabilizaban
de la
s primeras comunidades eran las
personas mayores y con más experiencia. Anciano en griego se dice presbítero y
así se
iban llamando sus dirigentes,
pero poco a poco también se dio marcha
atrás y hoy se vuelven a llamar sacerdotes, a ataviarse con trajes y adornos
especiales y a aparecer en la sociedad como
personajes importantes.
Aquí
ha vuelto todo lo de tiempos pasados: la
religión, el templo, el altar, el sacrificio, el sacerdote y es difícil encontrar como recuerdo
de Jesús: la casa familiar, la mesa, la comida donde se
parte el pan familiarmente, el dirigente anciano que anima y comparte con la
comunidad.
Aquí
queríamos llegar para darnos cuenta de que andamos marcha atrás.
Nuestra
fe cristiana se ha quedado anclada en religión y los fieles seguidores de esa
religión están muy contentos con un sacerdote a su disposición. Al sacerdote lo mantienen “pagándole sus servicios religiosos de misas y otras
ceremonias”
Esa
fracción familiar del pan no es ya una
comida fraternal en memoria de Jesús sino un acto religioso que llaman misa,
por cualquier pretexto que la gente quiera: el recuerdo de un difunto, la niña que cumple 15 años, el abuelo que
cumple 80, el aniversario de una muerte, a los 9 días, a los
30, de 50, de 1 año, de 20 años o los que sean, la graduación de
estudiantes que generalmente no suelen aparecen por el templo…
Y el presbítero al que el obispo ha consagrado
como animador de una comunidad se
pregunta si él ha sido “ordenado” solo para eso, para decir
misa u otras ceremonias. Porque ahora
los llamados cristianos, simples
fieles, se conforman con oír misa, o ni siquiera
oírla, les basta con
pagar la intención. Les parece que si
pagan la misa llegan antes al cielo. O sea que los ricos tienen ventaja.
Piensan que el sacerdote, el padre (a nadie llamen
padre, decía Jesús, solo al padre celestial…) pues el padrecito puede estar todo el día sentado en una silla
esperando que alguien le llame para decir la misa o
cualquier otra ceremonia que le encarguen.
Los
seguidores de Yeshua de Nazaret, los que le acompañaban a anunciar el reino de
Dios o se lo llevaban a pescar en el lago ahora les bastan con estar esperando
a ver si les llaman a celebrar. Los que se complicaban con la ayuda a los
pobres, la atención a los enfermos, el enseñar el mensaje de Jesús, el escribir
comentario a los evangelios o mensajes afrontando los problemas de la vida
, defendiendo los derechos del prójimo… los que eso hacen, ahora que se queden
quietos esperando que les llamen a decir misa.
Y
mientras el llamado sacerdote se convierte en una máquina de decir misas, los cristianos de a pie, los bautizados que reciben
pasivamente los sacramentos, no son capaces de juntarse en comunidad y dirigir oraciones
y celebraciones de la palabra para las
que no hace falta ser sacerdote;
cualquier cristiano un poco preparado las puede dirigir Felizmente está llegando una nueva ola de cristianos y
cristianas responsables.
Muchos
presbíteros, obispos y el mismo obispo de Roma, nuestro Francisco, intentan
animar a los bautizados para que no
sean fieles pasivos que se limitan a hacer lo que “manda el
padre”. No, sino que lean y se formen en
el mensaje de Jesús, que opinen, que propongan,
que vivan su fe fuera del templo
para que el llamado reino de Dios se haga realidad y no sean palabras vacías.
Que las cristianas y cristianos de a pies
sean los del camino y los del cambio;
que defiendan los derechos del pueblo, que la llamada Iglesia no
sea tampoco una máquina de cumplir mandamientos y mandatos, sino una comunidad de amigos al servicio de la
humanidad, o sea del Reino de Dios, como Yeshua de Nazaret decía.
Que
aquellos responsables, ministros, o sea
servidores de las comunidades sean de verdad servidores unidos con el pueblo,
que partan el pan alegremente con la
comunidad y dejen
de ser máquinas automáticas de decir
misas