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9 de noviembre de 2017

LA MAQUINA DE DECIR MISAS



Lo que va de ayer a hoy
(Historias   bíblicas de ayer que se repiten hoy)

LA MÁQUINA DE DECIR MISAS

Esta reflexión quiere ser para cristianos laicos, seglares que se dice también, o normales, o  de a pie… aunque sirve  también para  los que han recibido el llamado “orden  sacerdotal”. Tal vez, sobre todo, es para los primeros, por lo que luego explicaré.  Me atrevo a rogar a quien lea esto (y esté de acuerdo) que mande una copia, un archivo a quien piense que le puede aclarar. Si no está de acuerdo… que también se la mande porque a lo mejor a la otra persona sí  le sirve. Supongo que solamente el título ya les ha intrigado algo: MÁQUINA DE…. Bueno pues vamos a ver.

AYER
Cuando el homo sapiens empezó a  sentir fuerzas que le parecieron  superiores a la naturaleza y a su naturaleza comenzó a pensar en diosas, más tarde en  dioses.  Después se buscó algún intermediario, mujer u hombre,(sobre todo hombre) que le ayudase a comunicarse con ese ser supremo. Al dicho intermediario   lo llamaron en distintas épocas y lugares: hechicero, chamán, mago… y con sentido más depurado, también sacerdote… aquel que  se ocupa de lo sagrado.

 En las tierras cercanas a los ríos Tigris y Éufrates, en la llamada Asia menor los dioses que primero eran varios y  luego se simplificaron en un solo nombre, sin nombre: simplemente se llamó el que es: YHVH:   Yahvé.

Fueron surgiendo también quienes se encargaban de los sacrificios,  las ofrendas sagradas a ese ser superior. Esos hombres según sus idiomas. Arameo,  hebreo… se llamaron sacerdotes  que aparecieron junto con el templo para celebrar los distintos ritos que iban creando…

Así avanzó el tiempo que nosotros hoy llamamos “antiguo testamento”. Ese templo y
esos sacerdotes, con sus vestiduras solemnes     fueron adquiriendo poder sobre el pueblo, La gente “corriente” que les respetaba e incluso les mantenía.

Junto a los sacerdotes o a veces contra ellos, surgieron personajes, sin título, sin templo, viviendo  a veces en descampado, vestidos rudamente y con buena voz para cantar las verdades. Eran los profetas. Pero de ellos no hablamos ahora.

Lo más cercano que tenemos quieres escribimos y leen esto son  los dichos  sacerdotes en el templo de Jerusalén

Pero en esas tierras aparece un ser insignificante- no sacerdote- carpintero, albañil acompañando a pescadores y alguna otra gente de peor vivir. Ese Yeshua       galileo sintió en su corazón la presencia del dios que adoraban en
sus tierras, pero lo sintió de  modo tan familiar    llamándolo padre, Abba   אבע   y tropezó con   los sabios religiosos y los eminentes personajes  que en el templo dirigían los sacrificios  vestidos  con solemnes túnicas y símbolos.
Su vida y su palabra les sonaron a blasfemia: “¡Es reo de muerte!”
Pareció que todo aquello había terminado. Pero no.
Con la Jerusalén y el templo destruidos 40 años después de su crucifixión los discípulos de Yeshua siguieron viviendo y predicando su modo familiar de   hablar del Abba y  mostrando su falta de interés por el  templo y los sacrificios, anunciando a quien les quería escuchar que el crucificado estaba vivo.
Los sacerdotes, con Jerusalén destruida por los romanos,  estaban sin templo y sin sacrificios,  y  enfrentados  con los  discípulos de Yeshua.
Eso nos pide olvidar el ayer y saltar peligrosamente al
Hoy.
Al llamado Yeshua hoy lo llamamos Jesús en nuestros idiomas.
 Recordamos que Jesús no habló nunca de fundar una religión
De lo que sí habló fue de hacer un mundo nuevo  que solía llamar el Reino  de Dios.

No habló ni de templos ni de sacerdotes
Pero sí hablo de que ese banquete de amigos  que celebraron antes  de  morir  lo siguiéramos haciendo en memoria suya.
Así sus seguidores ya no tenían templo, les bastaba con una  sala familiar. No pensaron en altares pero sí en una mesa donde reunirse para – como ellos decían -  “Partir en pan” o celebrar la “cena del Señor” recordando  sus palabras,
haciendo fiesta por su vida, su muerte, su resurrección. Así lo empezaron a hacer, sin templos, sin altares, sin sacerdotes. Les empezaron llamando secta de los nazarenos (Hechos 24,5) o  ellos mismo  se llamaron “los del camino” (Hechos 9,2)   hasta que en Antioquía los llamaron definitivamente  cristianos (Hechos 11, 26)  seguidores de Jesús, el Cristo.
Y aquí estamos hoy nosotros… Pero de verdad, después de los 20 siglos  ¿somos nosotros los del mismo camino cristiano? Algunos van a decir que no se nota.

Aquellos perseguidos por sus creencias hoy en muchos países están  no sólo aceptados sino  en situación de poder.
Aquellos que se reunían a escondidas hoy tienen grandes, bellos, artísticos y lujosos templos
Aquellos que se juntaban   en torno a una mesa familiar hoy se ponen a cierta distancia de algo que vuelven a llamar, como en tiempos antiguos, altar
Aunque allí no sacrifican ya corderos o bueyes  sus asambleas no parecen banquetes ni fracción del pan; en cambio  las  llaman santo sacrificio de la misa. 
Los fieles en vez de vivir en el reino de Dios, el mundo nuevo  de paz y justicia, han vuelto a  vivir  una nueva religión  eso que Jesús no había pensado.
Y la situación se complica más por sus líderes.  Quienes   se responsabilizaban de  la
s primeras comunidades eran las personas mayores y con más experiencia. Anciano en griego se dice presbítero y así  se  iban llamando  sus dirigentes, pero  poco a poco también se dio marcha atrás y hoy se vuelven a llamar sacerdotes, a ataviarse con trajes y adornos especiales y a aparecer en la sociedad como  personajes importantes.
Aquí ha vuelto todo lo de tiempos pasados: la religión, el templo, el altar, el sacrificio, el sacerdote y  es difícil encontrar  como recuerdo de Jesús: la casa familiar, la mesa, la comida donde se parte el pan familiarmente, el dirigente anciano que anima y comparte con la comunidad.
Aquí queríamos llegar para darnos cuenta de que andamos marcha atrás.
Nuestra fe cristiana se ha quedado anclada en religión y los fieles seguidores de esa religión están muy contentos con un sacerdote a su disposición.  Al sacerdote lo mantienen “pagándole  sus servicios religiosos de misas y otras ceremonias” 
Esa fracción familiar del pan no es  ya una comida fraternal en memoria de Jesús sino un acto religioso que llaman misa, por cualquier pretexto que la gente quiera: el recuerdo de un difunto,  la niña que cumple 15 años, el abuelo que cumple 80,  el aniversario de  una muerte, a los  9 días, a los  30, de 50, de 1 año, de 20 años o los que sean, la graduación de estudiantes que generalmente no suelen aparecen por el templo…  
Y   el presbítero al que el obispo ha consagrado como animador de una comunidad se
pregunta si él   ha sido “ordenado” solo para eso, para decir misa u otras ceremonias.  Porque ahora los llamados cristianos, simples fieles,    se conforman con oír misa, o ni siquiera oírla, les basta con pagar la intención. Les parece que si pagan la misa llegan antes al cielo. O sea que los ricos tienen ventaja.
Piensan  que el sacerdote, el padre (a nadie llamen padre, decía Jesús, solo al padre celestial…) pues el padrecito  puede estar todo el día sentado en una silla esperando que alguien le llame para decir la misa o cualquier otra ceremonia que le encarguen.
Los seguidores de Yeshua de Nazaret, los que le acompañaban a anunciar el reino de Dios o se lo llevaban a pescar en el lago ahora les bastan con estar esperando a ver si les llaman a celebrar. Los que se complicaban con la ayuda a los pobres, la atención a los enfermos, el enseñar el mensaje de Jesús, el escribir comentario a  los evangelios o mensajes  afrontando los problemas de  la vida  , defendiendo los derechos del prójimo… los que eso hacen, ahora  que se queden  quietos esperando que les llamen a decir misa.
Y mientras el llamado sacerdote se convierte en una máquina de decir misas, los cristianos de a pie, los bautizados que reciben pasivamente los sacramentos, no son capaces de juntarse en comunidad y  dirigir oraciones y  celebraciones de la palabra para las que no hace falta ser  sacerdote; cualquier cristiano un poco preparado las puede dirigir Felizmente está llegando una nueva ola de cristianos y cristianas responsables.
Muchos presbíteros, obispos y el mismo obispo de Roma, nuestro Francisco, intentan animar a los bautizados para que no sean  fieles pasivos  que se limitan a hacer lo que “manda el padre”. No, sino  que lean y se formen en el mensaje de Jesús, que opinen, que propongan,  que vivan su fe  fuera del templo para que el llamado reino de Dios se haga realidad y no sean palabras vacías. Que  las cristianas y cristianos  de a pies  sean los del camino y los del cambio;  que defiendan los derechos del pueblo, que la llamada Iglesia no sea  tampoco una máquina de  cumplir mandamientos  y mandatos, sino  una comunidad de amigos al servicio de la humanidad, o sea  del Reino de Dios, como Yeshua de Nazaret decía.
Que  aquellos responsables, ministros, o sea servidores de las comunidades sean de verdad servidores unidos con el pueblo, que partan el pan alegremente  con la comunidad y dejen de ser máquinas automáticas  de decir misas