HISTORIAS BIBLICAS DE AYER QUE SE REPITEN HOY
EL LÁTIGO
CAPÍTULO 3.-. EN EL TIEMPO DE LOS ERMITAÑOS
Saltemos el tiempo en pos de
la cuerda y vayamos unos siglos después a las estribaciones de los Alpes
italianos.
Allí en una choza solitaria
encontramos al eremita Facundo descendiente de Priscila. El eremita desertor
del corrupto mundo romano se había
refugiado en aquellos montes llevando tan sólo una túnica una escudilla y un
perro.
Ah y una soga atada al cuello del perro. Facundo había recibido la soga de sus padres
como una reliquia de la tatarabuela Priscila. Pero el hombre era un tanto
simple como buen eremita y pensó: “¡Qué
mejor modo de sujetar al animalito que con esta bendita cuerda con la que el
Señor Jesús sujetó la codicia
humana”.
Y cuentan las crónicas que el
perro feroz y agresivo se volvió manso como un cordero en cuanto quedó sujeto
con aquella soga. ¡Qué remedio!
El eremita o anacoreta, vivía
solitario y pobre en el monte. Pero luego... ya saben: la historia de siempre.
Vinieron discípulos que, atraídos por la fama del anacoreta, empezaron a vivir
con él, igualmente pobres, pero un poco menos.
Luego levantaron un cobertizo
para acoger a los peregrinos y después una sencilla y bella capilla.
Más tarde, el conde del lugar les ayudó a
construir un monasterio y un gran templo... ¿Y para qué contarles?
Por entonces, el eremita ya se
había muerto de pena y el perro de aburrimiento. Los monjes vivían como condes
en el lujoso monasterio. ¿Y la cuerda sagrada?
La sagrada cuerda se quedó olvidada en un rincón de la cocina.
Olvidada no. Por las noches
recorría los claustros y galerías del monasterio golpeando las puertas de las
celdas.
Si algún monje acomodado y
vividor se asomaba, el látigo atacaba por retaguardia y le dejaba una semana
sin poderse sentar.
Hasta que un joven rebelde y ascético monje, harto de la
creciente corrupción del monasterio, se ató la cuerda a la cintura y marchó en
busca del Señor por otros caminos.
Hoy
Según han ido pasando los
años, cientos y miles de seres humanos han ido enfrentándose con la persona y el mensaje de Jesús el galileo.
Unos lo reconocieron como hijo de Dios y Maestro del mundo, otros lo tuvieron
como pretexto para montar estructuras, asociaciones, iglesias, monasterios… y detrás de esos tinglados con nombre sagrado hacerse una
vida más fácil, cómoda y hasta lujosa y opulenta…
Eso levantó olas
de indignación o desconcierto. Muchos
exclamaron:”No es esto lo que Él
enseñaba” y se fueron buscando nuevos modos de vivir esa buena noticia
que habían escuchado y leído en los evangelios. Algunos fueron los ermitaños solitarios en los montes huyendo de una religión que
veían como falsa e hipócrita,
otros fueron predicadores atrevidos que no huían
de la sociedad sino que gritaban ante los pueblos proponiendo un mundo mejor.
Los intentos de muchos de
estos, tanto de los eremitas solitarios como de los inquietos predicadores
duraron más o menos tiempo.
Algunos encontraron
discípulos, seguidores… unas veces sinceros y consecuentes, otras peso muerto
que les fue impidiendo seguir su camino de fidelidad al Maestro, y en otras
ocasiones hubo auténticos traidores que
falsificaron la idea del profeta
Jesús y
corrompieron el mensaje.