HISTORIAS BIBLICAS DE AYER
QUE SE REPITEN HOY
EL LÁTIGO
Capítulo 4.- el látigo peregrino
Ayer
Y así,
con la celeridad del tiempo narrado, aparecemos en la Edad Media. ¿Y dónde mejor en
esa época que
a lo largo del camino de Santiago en el norte de España?
Es que, de ermita en ermita y de
monasterio en monasterio, el inquieto cordel había ido pasando por toda Europa.
Con él también, de boca en boca, había corrido la historia del látigo. Había
corrido, como buena tradición medieval, corrigiéndose y aumentándose. Ya se
contaban leyendas de ángeles con látigos de fuego y dragones sometidos con la
cuerda atada al hocico.
El hecho es que un monje heredero de la
reliquia, afincado en el sur de Francia, emprendió la peregrinación a la tumba
del apóstol. Se ciñó el hábito de peregrino con la santa cuerda y empezó a
correr leguas.
cuerda se desataba y las monedas se desparramaban.
Cuentan también que cuando el caminante
se encontraba con un río caudaloso y sin puente, asíase de su tosco cinturón,
tiraba hacia arriba y cruzaba el río con la agilidad de Tarzán colgado de una
liana.
Cuentan otros que, ante el ataque de
unos bandoleros, desatóse la cuerda de la cintura y se
convirtió en cruz
resplandeciente. Los asaltantes huyeron y el ceñidor de esparto volvió a
anudarse en su sitio como si nada hubiera sucedido.
Y cuentan, sobre todo, que llegando a la
puerta de la catedral compostelana, la cuerda se negó a entrar. El peregrino no
pudo dar ni un paso en el templo. Tuvo que desatarse el látigo-cinturón para
poder entrar bajo las bóvedas.
El sagrado látigo del Señor Jesús se
quedó anudado en una columna del atrio.
Pero cuando salió del templo el
peregrino, su bendito cinturón ya no estaba en la columna. Tampoco estaba la
plaga de mercaderes, vendedores de imágenes, de pergaminos con indulgencias, de
reliquias “auténticas” de la Santa Cruz de Jerusalén, de bebidas y bálsamos
benditos... No, no estaban.
Un mendigo ciego, sentado en la
escalinata contó al peregrino cómo él mismo había visto (“con estos ojos que se
los ha de comer la tierra”) que escapaban
los vendedores, perseguidos por una cuerda que se agitaba frenética sobre sus cabezas. Los mercaderes perseguidos y la
cuerda perseguidora se perdieron por el camino.
(La imagen se desvanece fundiendo a un
gris de niebla gallega
Hoy
Esta narración del látigo peregrino a
Santiago tiene mucha actualidad porque la tradición que empezó hace siglos sigue hoy.
Pero como todas estas costumbres llamadas religiosas también ha cambiado. Muchos
peregrinos, cada vez más
recorren el camino, aunque con distintos intereses. El camino por
motivos de fe no lo hacen muchos. Otros
sí por una cierta inquietud espiritual
que tiene su valor. Pocos recuerdan que
los primeros cristianos. Antes de llamarse así se decían “los del camino”, porque fue una vida nueva siguiendo un nuevo camino lo que Jesús les enseñó
(hechos de los apóstoles 9 (1-9)-
Pero luego aparecieron otros elementos
en esa vía, que podemos resumir con el nombre de turismo.
Muchos jóvenes, sobre todo, y también
mayores, se echaron a esa ruta por motivos medio deportivos, medio estético,
aunque también en el fondo caminaban sintiendo que algo tenía que
haber en ese extraño camino.
A lo largo de aquellas sendas,
conventos, parroquias, ayuntamientos y discretos negocios de hoteles se
abrían a los caminantes. Algunos se abrían sencillamente de brazos
y corazón fraternal en albergues de descanso y reflexión
A pesar de los que sólo veían a los peregrinos como clientes con
dinero para desarrollar la economía propia y del país.
Al
final de la ruta se levanta la majestuosa basílica con su
botafumeiro, incensario gigante
que en tiempos de menos higiene se ocupaba de disminuir el olor a sudor
y basura de los que entraban; aunque hoy los
peregrinos pueden llevar en su
mochila desodorantes y perfumes y
alquilar duchas en los hoteles de los alrededores
Es posible que un poco de látigo les hiciera falta a los piadosos peregrinos
actuales, allí y a su vuelta a sus
cómodas habitaciones, como les
contaremos en el próximo y último capítulo