HISTORIAS BIBLICAS DE AYER
QUE SE REPITEN HOY
El látigo
Capítulo 5.- el látigo hacia el futuro
Durante la época llamada Renacimiento y
durante los siglos dieciocho y diecinueve
nada se volvió a saber de la agitada reliquia. Recuerden que se perdió
por las brumas de la Galicia medieval persiguiendo a los mercaderes del atrio
compostelano. Pues sí, se perdió. Los mercaderes de todos los templos, calles y
plazas del mundo aprovecharon estos siglos “deslatigados” para inventar la
economía del mercado y el liberalismo.
Los antiguos puestos del atrio se
convirtieron en distribuidoras, almacenes, grandes almacenes, supermercados...
Los cambistas se convirtieron en banqueros, economistas, agentes de bolsa,
ministros de hacienda... Pero el dichoso
látigo del Señor sin aparecer.
…….
A finales del siglo veinte, monseñor
Lucseiskus atravesó aquel día los pasillos del Vaticano con pasos rápidos. Llevaba
bajo el brazo un portafolio voluminoso y unos periódicos del día mal doblados.
Entró en un despacho muy amplio plagado de computadoras. Allí lo esperaba
monseñor Maillot tecleando nervioso. Números con muchos ceros saltaban en la
pantalla de su P.C.
Los monseñores extendieron los diarios y
con gesto de gran preocupación comentaron algunos informes de las primeras
páginas. Los titulares en grandes letras decían algo sobre:
CRISIS ECONOMICA, ESCÁNDALO FINANCIERO,
PROCESO a…
INVESTIGACION
DE FINANZAS,
SUPUESTO
SUICIDIO DEL BANQUERO...
Luego volvieron al teclado y a la pantalla
como si se tratase de explorar el fondo del abismo. Contemplaron de nuevo una
procesión de cifras que aparecían y desaparecían cuando ellos tecleaban.
El gesto de los monseñores era cada vez
más serio y preocupado. Sus voces subían y bajaban de tono irregularmente. Algo
apareció en la pantalla. Algo que dejó en silencio a los prelados. Se miraron.
Miraron a la computadora. Se miraron. Miraron a...
Del cristal, de repente, desaparecieron los
números y apareció ondulante una extraña línea. La línea se fue haciendo cada
vez más gruesa y se movía barriendo toda la pantalla.
Los dos se echaron hacia
atrás en el momento en que el vidrio, como si fuera trozo de hielo, se
resquebrajó. Se apagó la luz del aparato y del fondo negro surgió agitándose…
¡sí, eso! ¡Lo han adivinado!
Los monseñores salieron corriendo del
salón, levantándose la sotana para no tropezar. Detrás de ellos un viejo trozo
de cuerda se retorcía en el aire e intentaba alcanzarlos por retaguardia.
Monseñor Maillot salió al jardín y se
tiró a un estanque. El látigo persiguió a Lucseiskus que enfiló hacia la salida
llamando a gritos a su chofer.
Unos segundos después arrancaba del patío de
Belvedere un Fiat gris en dirección al aeropuerto.
………………..
Quince horas más tarde en las pistas del
aeropuerto de Nueva York se realizaba un aterrizaje de emergencia. El piloto
había comunicado a la torre de
control que en el fuselaje de la
nave se sentían unos fuertes golpes de origen desconocido.
A pesar de los golpes, tocaron tierra
sin riesgo mayor. Hizo falta el esfuerzo de cuatro agentes de seguridad para
sujetar aquel deshilachado trozo de
cuerda que golpeaba la puerta del avión.
Parece que el extraño objeto sólo se
amansó cuando descendía por la escalerilla una monjita pequeña y arrugada con
un crucifijo de madera al cuello y una bolsa de artesanía guatemalteca colgando
del hombro. Tras ella se escabullía pálido monseñor Lucseiskus.
-“No destruyan este OGNI (Objeto
Golpeador No Identificado) - ordenó el jefe del aeropuerto- ¡Nunca se sabe!”.
Si ustedes consiguieran recorrer los más
recónditos pasadizos del Bank of América de New York, donde unas Inexpugnables cajas fuertes ocultan al
mundo tesoros y secretos...
Si lo consiguieran y tienen buen oído, escucharían
unos golpes irregulares resonando en una de aquellas cuevas metálicas.
Pero si no lo consiguen, no se
preocupen, tengan paciencia. ¡Ya verán...!
Ya verán cómo el viejo látigo de esparto
encuentra cómo escapar de las profundas bóvedas del banco
Para seguir expulsando a todos los mercaderes
de todos los templos del mundo a lo largo de todos los siglos. Amén.
Hoy
Sin comentarios. Esto lo dice todo.
Saquen ustedes consecuencias.
(Dedicado a la memoria de Juan Pablo I, el que no tuvo tiempo de manejar el látigo… esperando que otros sí lo tengan.)