¿CONOCEN EL ÚLTIMO DOCUMENTO DEL PAPA?
Se llama Gaudete et exultate
Bernardo Pérez Andreo: "Alegraos
cuando os llamen comunistas y populistas"
"Igualmente sagrada es la vida de los
pobres que ya han nacido, las nuevas formas de esclavitud"
Religión | Opinión
“Los
que acusan al Papa de comunista y
populista son los mismos que pervierten el
Evangelio con sus doctrinas y destruyen la
santidad en este mundo”
(Bernardo Pérez Andreo).- La Exhortación
Apostólica Gaudete et Exsultete (GE) que acaba de ofrecer el Papa Francisco va a levantar ampollas en algunos, los
mismos, de los que no pueden soportar que el Papa siga poniendo el Evangelio en
el centro del ser, sentir y hacer eclesial.
Si en Evangelii Gaudium ponía a la Iglesia en
salida desde el Evangelio y en Laudato Si' la situaba en el medio de los
problemas más acuciantes del mundo actual, en este documento pone la santidad en la línea evangélica de las
bienaventuranzas y en la perspectiva del Reino de Dios.
La santidad, dice, no es "blanquear los
ojos en un supuesto éxtasis" (96), sino que es vivir la alegría del
compromiso por un mundo de misericordia y justica junto a los hermanos. Pues, la salvación no es algo de individuos
aislados y solitarios, sino que se da en la dinámica del pueblo, como
enseñó Lumen Gentium 9 y así lo retoma Francisco al comienzo de GE. La santidad
es vivir en el día a día la salvación que Dios nos da en Cristo, por eso no es
algo privativo de los ordenados, sino que todo ser humano, cristiano o no, está
llamada a la santidad en su vida cotidiana, en sus relaciones, en su trabajo,
en sus responsabilidades.
Por eso mismo, el Papa insiste en este
documento en los dos enemigos de la salvación cristiana que ya ha puesto de
relieve tanto en Evangelii Gaudium, como en el discurso a la Iglesia italiana
en Florencia como en Placuit Deo, el gnosticismo
y el neo-pelagianismo. Estos dos son enemigos poderosos porque están
incrustados en una forma de ser iglesia clerical y elitista.
Es propio de la actitud gnóstica en la élite
eclesial actitudes que "absolutizan sus propias teorías y obligan a los
demás a someterse a los razonamientos que ellos usan" (39). Por otro lado,
las actitudes neo-pelagianas se muestran en "la obsesión por la ley, la fascinación por mostrar conquistas
sociales y políticas, la ostentación en el cuidado de la liturgia, de la
doctrina y del prestigio de la Iglesia, la vanagloria ligada a la gestión de
asuntos prácticos, el embeleso por las dinámicas de autoayuda y de realización
autorreferencial" (57).
Estos dos peligros en la Iglesia, estos dos
riesgos para la salvación cristiana, estos dos enemigos de la santidad, se han
reafirmado durante siglos, de forma que hoy es muy difícil para muchos
católicos distinguir la fe recta de la herejía, pues la herejía se ha convertido
en práctica cotidiana en muchos ordenados, también prelados, y en no pocos
teólogos que dan sustento al elitismo clerical en la Iglesia.
La única
manera de salvar estos peligros es volver a las peticiones de Jesús en Mt 25,
31ss (Tuve hambre y me disteis de comer...), sine glossa es decir "sin
comentario, sin elucubraciones y excusas que les quiten fuerza" (97). El
núcleo de la propuesta del Evangelio para una vida en santidad está en este
texto citado de Mateo y en las Bienaventuranzas.
El Papa desgrana las consecuencias de las
Bienaventuranzas para la vida. De cada una de ellas obtiene una consecuencia en
nuestra vida. Es santidad, nos dice, ser pobre en el corazón (70), reaccionar
con humilde mansedumbre (74), saber llorar con los demás (76), buscar la
justicia con hambre y sed (79), mirar y actuar con misericordia (82), mantener
el corazón limpio de todo lo que mancha el amor (86), sembrar paz a nuestro
alrededor (89), aceptar cada día el camino del Evangelio aunque nos traiga
problemas (94). Esta santidad es el corazón del Evangelio y cumplir con ello es
la forma verdaderamente cristiana de
vivir, no cumpliendo normas, liturgias, preceptos o jerarquías. Todo eso
puede ser instrumento, y solo debe serlo, para cumplir lo otro, la verdadera
santidad que está en el corazón del Evangelio, las Bienaventuranzas.
Sin embargo, este corazón evangélicio, nos
recuerda el Papa, tiene un gran enemigo, las "ideologías que mutilan el
corazón del Evangelio" (100-103). Bajo una supuesta fidelidad a la
tradición o a una forma de ser católico, no son pocos los que "viven
sospechando del compromiso social de los demás, considerándolo algo
superficial, mundano, secularista, inmanentista, comunista, populista"
(101). Esos tales son los mismos que viven el cristianismo como un supuesto
alejamiento del mundo, mientras están enzarzados en lo más vil y despreciable
del mismo; esos tales son los que pretenden imponer sus verdades a los demás,
sin un atisbo de duda; esos tales son los que confían plenamente en sus
plenilunios y sus sacrificios, despreciando
al pobre que está a su lado.
Los que
acusan al Papa de comunista y populista son los mismos que pervierten el
Evangelio con sus doctrinas y destruyen la santidad en este mundo. Aquellos que se
escudan en sus cargos para dilapidar los bienes comunes y gustan de sentarse en
los primeros lugares con sus ínfulas y sus largos vestidos purpurados. Viven el
Evangelio como una ideología que debe ser extendida e impuesta, haciendo en el
camino peligrosos compañeros de viaje que les otorgan prebendas mientras
saquean el bien común.
Contra muchos de estos lanza el Papa una carga
de profundidad potente, pero con la mansedumbre propia del que ama también a
sus enemigos. El clericalismo servicial
del poder utiliza unos criterios para no dar importancia a lo esencial,
así, el compromiso social "lo relativizan como si hubiera otras cosas más
importantes o como si solo interesara una determinada ética o una razón que
ellos defienden", poniendo el énfasis única y exclusivamente en la lucha
contra el aborto. El Papa les recuerda que la defensa del inocente que no ha
nacido debe ser clara, firme y apasionada, "pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que
se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas,
la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las
nuevas formas de esclavitud, y en toda forma de descarte" (101). La
acusación es clara: mientras dicen
defender la vida, permiten con sus actos y omisiones que se destruya. Su
defensa de la vida resulta, por tanto, ideológica, y no conforme al amor
misericordioso del que sigue a Cristo. Si hay que defender la vida del no
nacido, más motivo para defender la del nacido.
El nacido con más necesidad de atención hoy es
el emigrante, por eso el Papa recuerda las palabras de Mateo: "fui
extranjero y me acogisteis", frente a aquellos que relativizan esa
situación ante el mayor problema que supondría, a su parecer, el relativismo
del mundo actual y sus graves problemas éticos. El Papa reacciona: "que
diga algo así un político preocupado por sus éxitos se puede comprender; pero
no un cristiano, a quien solo le cabe la
actitud de ponerse en los zapatos de ese hermano que arriesga su vida para
dar un futuro a sus hijos" (102). El cristiano debe tener los mismos
sentimientos que Cristo, y no andar haciendo cálculos y compromisos con la
injusticia. Eso no debe llevarle al otro error ideológico, el de separar la acción social de la realidad
mística de unión con Dios y de la gracia. Al hacerlo, como algunas
organizaciones caritativas, destruyen lo esencial de la misericordia, que no es
dar pan o trabajo, sino dignidad, crear personas capaces de amar y ser amadas.
El corazón del Evangelio nos permite vivir la
santidad en nuestras vidas sin necesidad de actos heróicos, para los que no
faltarán ocasiones, porque en las Bienaventuranzas está la propuesta para la
vida feliz y plena. Es un camino arduo y lleno de peligros, pero el gozo de
saberse en Cristo es capaz de soportar cualquier cruz del camino. Si el día en
que os persigan es un día de gozo y alegría porque nuestra recompensa estará en
el cielo, también lo será cuando nos
llamen comunistas y populistas, estemos tranquilos porque eso mismo lo
sufrieron los profetas, y Jesús y el propio Papa, al que llaman comunista y
populista. ¡Alegrémonos!