Varón y mujer: Igualdad y
subordinación.
Contradicciones del cristianismo
2018-04-20
El cristianismo originario fundado en las prácticas de Jesús y
posteriormente de San Pablo había instaurado una ruptura en la línea de la
igualdad de género. Pero no se sostuvo. Sucumbió a la cultura dominante
predominantemente machista que subordinaba la mujer al varón. Cualquier motivo
fútil permitía el divorcio, dejando a la mujer desamparada.
El propio apóstol Pablo, contradiciendo el principio
de igualdad, bien formulado por él (Gal 3,28), podía decir de acuerdo al código
patriarcal: "el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón; ni
el varón fue creado para la mujer, sino la mujer para el varón; debe, pues, la
mujer usar el signo de su sumisión (el uso del velo: 1Cor 11,10).
Estos textos, que algunos estudiosos consideran
inserciones posteriores a Pablo, serán blandidos a lo largo de los siglos
contra la liberación de las mujeres, de forma que el cristianismo histórico
-principalmente la jerarquía romano-católica, no tanto los laicos-, se
constituyó en un bastión de conservadurismo y de patriarcalismo. Ese
cristianismo histórico no vivió proféticamente su propia verdad, ni rescató en
su nombre la memoria libertaria de sus orígenes, ni cuestionó la cultura dominante.
Al contrario, se dejó asimilar por esa cultura dominante, e incluso creó un
discurso ideológico para su naturalización y su legitimación, hasta los días
actuales, al menos a nivel de los discursos papales, en contra de lo que los
teólogos y teólogas enseñan desde hace mucho tiempo. Bien decía una feminista
alemana M. Winternitz: "La mujer siempre ha sido la mejor amiga de la
religión; la religión, sin embargo, jamás ha sido amiga de la mujer".
A esa ideologización de trasfondo bíblico-teológico se
añadió otra de orden biológico. Se admitía antiguamente que el principio activo
en el proceso de generación de una nueva vida dependía totalmente del principio
masculino. Se planteaba, entonces, la cuestión: si todo depende del varón, ¿por
qué entonces nacen mujeres y no sólo varones? La respuesta, tenida como
científica por los medievales, era la de que la mujer es una desviación y una
aberración del único sexo masculino. En razón de ello, Tomás de Aquino,
repitiendo a Aristóteles, consideraba a la mujer como un mas
occasionatus (un varón a medio camino), mero receptáculo pasivo de la
fuerza generativa única del varón (Summa Theologica I, q. 92, a. 1
ad 4). Y todavía argumentaba: "La mujer necesita del varón no sólo para
engendrar, como hacen los animales, sino también para gobernar, porque el varón
es más perfecto por su razón y más fuerte por su virtud" (Summa contra
Gentiles, III, 123).
Tales discriminaciones, aunque sobre otras bases,
ahora psicológicas, resuenan modernamente, para perplejidad general, en los
textos de Freud y de Lacan. Con razón se dice que la mujer es la última colonia
que todavía no ha logrado su liberación (M. Mies, Woman, the Last
Colony, Londres, Zed Books 1988).
El sueño igualitario de los orígenes sobrevivirá en
grupos de cristianos marginales, o entre los considerados herejes (Shakers de
Inglaterra), o será, si no, proyectado para la escatología, al término de la
historia humana. Hubo que esperar a los movimientos libertarios feministas
europeos y norteamericanos, a partir de 1830, para hacer valer el antiguo sueño
cristiano. A la luz de los ideales de la Ilustración que afirmaban la igualdad
original y natural entre hombres y mujeres, Sarah Grimké podría escribir
sus Cartas sobre la igualdad de los sexos y la condición de la Mujer (1836-1837),
inspiradas en los textos bíblicos libertadores, y en 1848, en Séneca Falls,
Nueva York, las líderes cristianas feministas pudieron formular la Declaración
de los Derechos de la Mujer, calcada de la Declaración de
Independencia de Estados Unidos, y por fin comenzar a publicar en 1859
la Biblia de la Mujer en Seattle.
A partir de entonces se formó la irrefrenable ola del
feminismo y del ecofeminismo modernos, movimientos seguramente de los más
importantes para el cuestionamiento de la cultura patriarcal en las Iglesias y
en las sociedades, y que representan un nuevo paradigma civilizacional.
Es importante resaltar que del grupo de feministas nos
vino una de las críticas más severas al paradigma racionalista de la modernidad
y la introducción de la categoría "cuidado" en la discusión de la
ética, centrada tradicionalmente en la justicia. El eco-feminismo representa
una de las grandes corrientes de la reflexión ecológica actual, que refuerza el
nuevo paradigma relacional.