Oración de
Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger
Señor, ayúdame a perder la fe en mi fe, por si aún
es tiempo de que empiece a creer en ti.
Enséñame a ir contigo, a seguirte, a escucharte,
incluso si me pides que desate y te
lleve el borrico que necesitas.
Si creo en ti, abandonaré mi camino por el tuyo,
que eres el Camino y la Verdad y la Vida, y contigo iré donde tú quieras, donde
tú vayas.
Si creo en ti, tu destino se volverá mi destino,
ya se llame cruz ya se llame cielo, ya lo llames abajamiento ya lo llames
gloria, ya se llame muerte ya se llame vida.
Si creo en ti, entraré en tu mundo, en tu
evangelio, en tu humanidad, en tu pasión por el reino de Dios que llega para
los pobres, que va donde tú vas, que se acerca a quienes tú te acercas.
Si creo en ti, en todo tiempo y lugar pediré, a
silencios, a susurros, a voces, a gritos, el Espíritu que me transforme en ti,
el amor que me haga uno contigo, hasta que me pierda en ti, hasta que tú, más
que yo mismo, vivas en mí.
La fe en mi fe me ha llevado a suplantar sin
escrúpulo el culto a Dios por el culto al dinero; a conjugar sin remordimiento
la veneración de Cristo en la Eucaristía y su desprecio en los pobres; a
guardar en el corazón odios en lugar de amor, ofensas en lugar de perdón,
venganza en lugar de misericordia; a sacrificar en el altar de mis ambiciones
–de grandeza, de dominio, de poder, de riqueza- la paz que tú nos has ofrecido
haciéndote pequeño con nosotros, pobre por nosotros.
La fe en mi fe ha transformado tu evangelio en
ideología desencarnada, y a ti, Jesús, Dios de carne y hueso, Dios y hombre
verdadero, Dios discapacitado, Dios disminuido, Dios mendigo, Dios emigrante,
Dios maltratado, Dios crucificado, te ha reducido a doctrina inocua, a imagen
de madera, a rito que puedo cumplir sin complicarme la vida.
Y mientras la fe en mi fe va diciendo que lo mío
es mío y que todo lo necesito para mí, tú, Señor, a lomos de un borrico
prestado, te dispones a darlo todo, a perderlo todo, a renunciar a todo porque
los sedientos encuentren el agua, los hambrientos el pan, los ciegos la luz,
los muertos la resurrección y la vida que necesitan y que eres tú.
Hoy, mientras mi fe, orgullosa, satisfecha y
descreída, va diciendo que los pobres se queden
dónde están, que no apesten la
sala de nuestro banquete, que no den el espectáculo de morir en nuestras
calles, a la puerta de nuestras cosas, tú, en la eucaristía, nos muestras tu
cuerpo repartido, tu sangre derramada, todo tú perdido en el abismo de mi
necesidad: ¡Todo tú entregado porque nos amas!
El mundo te necesita, Jesús; la humanidad te
necesita; los pobres te necesitamos: Ayúdame a perder la fe en mi fe. ¡Enséñame
a creer en ti!