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5 de abril de 2018

REY AMANTE


HISTORIAS BIBLICAS DE AYER 
QUE SE REPITEN HOY


DIOS  REY O AMANTE
Continuamos el tema del blog pasado abordando el tema del reino de Dios y abriendo un nuevo horizonte, siguiendo la propuesta de   la teóloga Sally Mc fague. Su visión nos pone en guardia sobre  el peligro de la metáfora  de Dios como rey, lo  que  en tiempo de Jesús era algo normal: el mundo estaba plagado de reyes y reyezuelos, pero hoy, en tiempos de democracia (aunque aún sean torpes democracias) no encaja en la conciencia que va surgiendo en la historia. Se plantea entonces el simbolismo del mundo, no como  reinado, sino como cuerpo de Dios. 

Ya  empezamos a tratar esto   en el blog pasado. Nos planteamos cómo  la relación entre Dios y  el universo creado necesita que  saltemos desde aquella visión del ayer…

AYER   a…
¿Qué nos sucede con el reino?
Dice la autora que nos inspira: Si el núcleo del evangelio cristiano es el poder salvífico de Dios, las
metáforas triunfalistas como “el reino” no pueden expresar esa realidad en nuestro tiempo, por más adecuadas que puedan haber sido en el pasado.

El modelo monárquico es peligroso actualmente: alienta el sentimiento de lejanía del mundo, tiene en cuenta únicamente su dimensión humana y mantiene actitudes tanto de dominación como de pasividad respecto al mundo (que parece no nos importa nuestro compromiso en él).

Permitan que   popularicemos un nuevo enfoque  cambiando  esta visión  del simbolismo REINO DE DIOS  por  una nueva relación entre Dios y el mundo  que no sea la del Dios  rey  eterno y todopoderoso” como se repite    en   la liturgia actual.  Cambiemos nuestra mirada con algunas nuevas metáforas y símbolos;


HOY
 Los cristianos,- die Mc FAGUE -  dada su tradición, deberían estar más predispuestos a
encontrar el sentido de un lenguaje «corporal», no sólo a causa de la resurrección de la carne, sino también en virtud del pan y el vino de la eucaristía como cuerpo y sangre de Cristo, y de la Iglesia como cuerpo que tiene a Cristo por cabeza. Los cristianos tienen una sorprendente tradición «corporal»;

Los símbolos referidos al sexo, al alimento, al agua, a la respiración y a la sangre (todo lo que hace posible que la vida encarnada comience y continúe), así como la relación de madres (y padres), amantes y amigos (las relaciones básicas que, más que cualesquiera otras, contienen el potencial necesario para expresar la plenitud más profunda), son los elementos a partir de los cuales pueden elaborarse las metáforas que expresen la presencia salvífica de Dios.

Este simbolismo nos lleva  a tener presente la expresión de san Juan en su primera epístola: Dios es amor… Ese amor si lo consideramos encarnado - hecho carne -lógicamente lo miraremos  como uno de los modos en que los seres humanos  enfrentamos la  unión con Dios.  Las expresiones  de nuestra visión de la Santísima Trinidad se refieren al Padre (y por qué no madre?) al  Hijo (¿y por qué no amante?) y al Espíritu (¿y por qué no amigo?

No olvidemos que como dice Santo Tomás de Aquino” de Dios podemos decir lo que no es; no podemos decir lo que es”.  Por eso nuestro lenguaje  utiliza simbolismos  que  se ajusten a nuestra vida  y experiencia.







La figura de la madre nos libera de la visión patriarcal. Todos hemos podido  comprobar cómo la figura del padre, por  ejemplo, en la parábola del hijo pródigo, se asemeja más a la actitud de la madre esperando y  abrazando al hijo que vuelve de sus errores.






La figura del amante, es el amor de la sanación. El amor  que reconcilia lo alienado, lo separado Dios como amante desea la unión con estas criaturas únicas que tienen la capacidad de responder con amor en formas personales… 









El amigo refleja al espíritu como ser unitivo  caracterizado por la libertad y la participación.

Como síntesis, el amor- dice O´Murchu – el amor no sabe de barreras ni límites. Místicos y novelistas, artistas y comediantes han intentado explorar ese poder  misterioso. Desde las partículas básicas que mantienen a la materia unida a las energías divinas que sostienen nuestro sentido, encontramos una fuerza de vida que alienta y atrae.

La reflexión teológica actual nos dice: el amor es una fuerza de vida independiente, un espectro de posibilidad desde su grandeza divina hasta su particularidad en la interacción subatómica. Es el origen y la meta de nuestra búsqueda de sentido.

Por eso los intentos de abordar nuestra vida y nuestra fe como  la entrada en el REINO DE DIOS  quedan transformados al sentirnos parte del CUERPO DE DIOS. Un Dios  que no mantienen su relación sobre el poder sino sobre el amor infinito reflejado en el Dios padre y madre, amante y amigo.

 ¿Nos atrevemos a zambullirnos en este misterio?