PARA
OTRO MUNDO POSIBLE
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Hablamos hace una
semana de convivir
Nos preguntábamos
si era posible vivir con…
tener puertas
abiertas, fronteras abiertas entre gentes que nos acompañan en esta bolita girando
entre las galaxias del universo.
Pero quienes aquí
vivimos No somos seres pasivos sino personas
que necesitan pasar el tiempo transformando la naturaleza que tienen
entre manos.
No cada uno en su propia labor sino hombro con hombro en algo que no es fácil oír que se trata
de COLABORAR
Y no se hará el trabajo
Con la fiebre angustiada
De quien pende del hilo del empleo
Para no morir de hambre
En ese mundo nuevo
El trabajo será como un servicio
amable
De cada uno a todos los demás
No hervirá como hoy
La obsesión por ser competitivo
Que consiste en trepar
Sobre los cráneos del débil o del torpe
Tan sólo llamaremos competencia
A servir a los otros los primeros
Sin que nos mueva a ello la ganancia
La turbia obstinación de ganar más que otros
¡Ganar!
Esa palabra sólo será en plural
Ganaremos cuando ganemos todos
Pero ¡todos!
Si preguntamos a
un muchacho que estudia, bachillerato, por ejemplo, para qué estudia, seguramente
nos contesta:” para tener una profesión”-
Si le preguntamos para que necesita esa profesión responderá sin dudar: “Para
vivir, para poder comer, para ser alguien en la vida, para ganar dinero.”
Nos llamará la atención que no se le ocurra
pensar cómo toda profesión, todo trabajo
debe tener un efecto benéfico en la
sociedad. Debe tener, aunque todos
conocemos trabajos esclavos sin ningún interés benéfico.
Un campesino trabaja
la tierra no sólo para su provecho, alimentación, venta, sino para que en su
país haya comida para los habitantes. El
maestro no intenta solo tener su salario, que
bien le hace falta
sino con el deseo de educar a jóvenes
de distintas edades para, como dice el tópico “ser personas de provecho el día
de mañana”
El campesino, el
maestro, el médico, el albañil… son piezas
de un conjunto de seres que han
transformando la realidad de modos diversos.
Pero esa no es la conciencia más general. En la sociedad que
tenemos por ahora existe una palabra
envenenada que es la competencia.
Y la gran discusión entre sociólogos, sicólogos y economistas es si lo principal en la vida es sentirnos los ser humanos, com-petidores o com-laboradores.
Hijo – dice el
padre a su retoño. Esfuérzate y estudia
que la vida es una selva donde sobrevive el más fuerte.
Marcaríamos en un lenguaje humano la diferencia entre ser competente. Poder desarrollar sus cualidades
y se eficaz en el trabajo ser competitiva cuando esa eficacia deja
tirado en la cuneta al que tienen menos
capacidades.
Afortunadamente la
sicología transpersonal intenta ayudar a descubrir el valor de la solidaridad
que en distinta a la competitividad.
Una persona no es
más persona cuando su progreso el
trabajo produce el fracaso de los competidores. El progreso de los seres humanos se basa, no
en ser más que otros sino en hacer progresar a la sociedad humana
Intentamos avanzar
en esta mentalidad no sólo como un producto religioso que pide la
renuncia del más fuerte para el provecho del débil sino por la creación
de una sociedad donde el yo de cada uno no hace lo posible por “trepar sobre
los cráneos del débil o del torpe”
El progreso de la conciencia
en la humanidad creemos que no es un
acto de renuncia movido por la ética de
las personas sino un acto de claridad
mental, de descubrimiento reflexivo de
una nueva humanidad. Ganaremos cuando
ganemos todos.
En las relaciones humanas,
hasta los juegos que empezaron siendo un modo de divertirse se han convertido
también en enfrentamiento donde anda por medio el dinero. Un antiguo jugador en los tiempos en que el
fútbol era una afición amateur se decía
hizo una profecía: El fútbol dejará de ser deporte cuando se convierta
en profesional. Así ha sido.
DE BABEL A PENTECOSTÉS
Los seres humanos
quisieron trepar al cielo. Eran
individuo egoístas que intentaron
levantar una torre sonde fueran fuertes, como pequeños dioses frente a Dios.
Dice el génesis que Dios confundió sus lenguas. Cada uno fue cada uno y aquel
símbolo del poder humano se fue destruyendo y se fueron cada uno por su lado,
cada uno por su egoísmo.
Aquel humilde
campesino de Nazaret, aquel carpintero
que se juntó con pescadores y se puso hasta de rodillas a lavarles los
pies, que pidió al Padre celestial que
todos fueran uno en el amor… los
constructores de torres y templos se lo quitaron de en medio. Sus discípulos fueron conscientes de su
resurrección y mantuvieron la unidad no en una torre sino en una
casa acogedora.
Allí les vino el
soplo del espíritu, el fuego del
humilde reino de Dios que no son torres sino la construcción de una vida
nueva y humilde.
En Babel,
confusión, el orgullo egoísta desmontó
en poder, el dominio la competitividad
En Pentecostés
todos se entendían a pesar de sus lenguas diferentes para construir un mundo nuevo que no era una torre sino un universal de hermanos… la colaboración