Este que aquí ven, en la “media maratón” de Cobán -Guatemala- Aunque no lleve distintivos es un obispo, y como ven está corriendo.
Muchos que contemplan la carrera no se dan cuenta de quién es porque no lleva “uniforme”.
Piensan que todo ciudadano debe siempre llevar su uniforme distintivo por la calle.
Y portarse con lo que piensan es su “solemne dignidad”.
No han leído siquiera a Pablo el apóstol que dice:
¿No
saben que en las carreras del estadio todos corren, mas uno sólo recibe el premio?
¡Corran
de manera que lo consigan!
Parece ser que este cristiano
y otros que corren a su lado,
el premio que buscan
no está lejos,
lo tiene bajo sus pies.
Lo decía Francisco, el nuestro,
el de Roma:
La
Iglesia está llamada
a salir de sí misma
e ir hacia las periferias,
no solo las geográficas,
sino
también las periferias existenciales:
las
del misterio del pecado, las del dolor,
las de la injusticia...
las de toda la miseria".
Parece que este obispo
ha comprendido, también otros,
que la periferia está bajo sus pies,
mejor: está codo a codo
con muchos que corren o cojean
y con otros que se arrastran.
La meta que se ha propuesto
no está detrás del altar.
sino por calles y caminos de tierra
por donde van los demás,
los de la periferia.
Mientras corre el ciudadano monseñor
sigue pensando con Pablo:
Yo, no creo haberlo alcanzado
todavía.
Pero una cosa hago:
olvido
lo que dejé atrás,
y me lanzo a lo que está por delante,
corriendo
hacia la meta,
para
alcanzar el premio
a
que Dios me llama
desde
lo alto en Cristo Jesús.
Que está ahí, en la periferia
sin báculo ni mitra.