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7 de junio de 2018

Imagen para meditar


Este  que aquí ven, en la “media maratón”  de Cobán -Guatemala- Aunque no lleve  distintivos es  un obispo, y como ven está corriendo.

Muchos que contemplan la  carrera no se dan cuenta de quién es porque no lleva “uniforme”.

Piensan que todo ciudadano debe siempre llevar su uniforme distintivo por la calle.
Y portarse con lo que piensan es  su “solemne dignidad”.

No han leído siquiera  a Pablo el apóstol  que dice:
¿No saben que en las carreras del estadio todos corren, mas uno sólo recibe el premio?
 ¡Corran  de manera que lo consigan!


Parece ser que este cristiano
y otros que corren a su lado,
el premio que buscan
no está lejos,
 lo tiene bajo sus pies.
Lo decía Francisco, el nuestro,
el de Roma:

La Iglesia está llamada
 a salir de sí misma
 e ir hacia las periferias,
 no solo las geográficas,
sino también las periferias existenciales:
las del misterio del pecado, las del dolor,
 las de la injusticia...
las de toda la miseria".

Parece que este obispo
ha comprendido, también otros,
que la periferia está bajo sus pies,
mejor: está codo a codo
con muchos que corren o cojean  
y con otros que se arrastran.

La  meta que se ha propuesto 
no está detrás del altar.
sino por calles y caminos de tierra
por donde van los demás,
los de la periferia.

Mientras corre el ciudadano monseñor
 sigue pensando con Pablo:

Yo, no creo haberlo alcanzado todavía.
 Pero una cosa hago:
olvido lo que dejé atrás,
 y me lanzo a lo que está por delante,
corriendo hacia la meta,
para alcanzar el premio
a que Dios me llama
desde lo alto en Cristo Jesús.

Que está ahí, en la periferia
sin báculo ni mitra.