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22 de junio de 2018

RABBI ABRAHAM HESCHEL, maestro y profeta

Rabbi Abraham Heschel
Maestro y profeta (1907-1972)
“No pedí el milagro. Y tú me lo diste”. 

  Abraham Heschel nació en Varsovia en el año 1907. Por descender de una larga línea de rabbis  jasídicos, era su destino tomar su lugar entre ellos. Sin embargo, se resistió a la voluntad con el fin de explorar la sabiduría del mundo exterior. Estudió filosofía en Varsovia  y luego en la Universidad de Berlín, donde se doctoró en el año 1933.

Si bien no se hallaba a gusto en el gueto judío, no abandonó su fe ortodoxa. Antes bien, creía que era su vocación especial conectar los dos mundos: el místico  mundo del judaísmo jasídico y el mundo moderno del  “hombre en busca de sentido”. 

Heschel sucedió a  Martín Buber en su cátedra en Fránkfot. Pero en el año 1938, por ser extranjero judío lo expulsaron de Alemania y lo forzaron a volver a Varsovia. Fue lo suficientemente afortunado como para escapar de la ciudad semanas antes de la invasión nazi  del año 1939. Viajó a Londres y, por último, a los Estados Unidos, donde permaneció por el resto de su vida, enseñando en una serie de seminarios judíos como cristianos. Si bien escribió relativamente poco acerca del Holocausto, sus escritos se vieron profundamente afectados por su roce con esta moderna manifestación del mal. Como escribió: “Soy la antorcha arrancada de; fuego en el que mi pueblo fue incinerado hasta la muerte”.


A través de una serie de libros publicados en la década de 1950, Heschel surgió como una de las voces religiosas importantes de su tiempo. Sus escritos contribuyeron mucho a la renovación espiritual del judaísmo. “A un judío”, escribió, “se le pide un salto en la acción en vez de un salto en el pensamiento. Se le pide que sobrepase sus actos, que haga más de lo que comprende, para poder comprender más.”  Pero Heschel ejerció una influencia similar en los cristianos, tanto es así que fue llamado otro “apóstol de los gentiles”. Sus escritos recordaban a los cristianos sus raíces judías y su fe común en el Dios de Israel.

Heschel era un apasionado campeón del diálogo y la cooperación interconfesional. “Ninguna religión” –escribió- “es una isla. Nos hallamos todos comprometidos unos con otros”. Y “Dios es más grande que la religión”. Heschel ejerció una  particular influencia en el desafió a la Iglesia católica a superar el dañino legado del antisemitismo. Se reunió con los papas Juan XXIII y Pablo VI y fue observador oficial en el Concilio Vaticano II. Allí su influencia se hizo sentir en la histórica declaración del concilio acerca del parentesco de la Iglesia con el judaísmo. 

Heschel ofrecía la vívida apariencia de un profeta bíblico. De hecho, su  estudio Los Profetas es un clásico moderno. En esa obra enfatizaba que el profeta no era un adivino sino alguien que se identificaba con Dios y comunicaba su padecimiento. En la década de  1960, la vocación profética de Heschel fue puesta nuevamente  a prueba por los desafíos de la guerra y la justicia social. Era un amigo cercano de Martin Luther  King, Jr., y ocupó un lugar prominente en la protesta contra el racismo. Fue asimismo un crítico de la guerra de Vietnam; como señalara: “Hablar sobre Dios y permanecer en silencio sobre Vietnam es una blasfemia.”Al explicar su compromiso con los temas políticos, se refirió  a las lecciones que había aprendido de los profetas: “que, moralmente hablando, no hay límites  a la preocupación que debemos sentir por los seres humanos que sufren; que la indiferencia al mal es aún peor que el mal; que en una sociedad libre, algunos son culpables, pero todos son responsables”. 

Fiel a sus raíces judaísmo jasídicas, Heschel logró comunicar al mundo mayormente secular, un sentido de “la dimensión  santa de toda existencia”. Tenía un don poético para comunicar volúmenes enteros en una sola frase: “Orar es soñar en unión  con Dios, imaginar sus visiones sagradas.” La religión de Heschel no representaba un escape a otro mundo sino un profundo sentido de responsabilidad por este mundo, sus preguntas y necesidades. “No se nos pide que abandonemos la vida y nos despidamos de este mundo, sino que mantengamos encendida la chispa interior y dejemos que su luz se refleje en nuestro rostro.”

Escribió que los profetas, debido a que se hallan motivados por el amor, comienzan su mensaje a menudo con la denuncia, pero concluyen con la esperanza. Esto también fue característico del mensaje de Heschel. Poco tiempo antes de su muerte, grabó una entrevista para la televisión, en la que finalizaba con algunas palabras para los jóvenes: “Recuerden que hay un significado detrás del absurdo, recuerden que deben construir su vida como si fuese una obra de arte.” 

Por Rosario Carrera.
Inspirado en el libro Todos los Santos. Robert Ellberg