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3 de agosto de 2018

UN PUNZANTE DOLOR DE MUELAS

Un punzante dolor de muelas
Un punzante dolor de muelas acaba por desvelarme. A las tres y media de la madrugada me asomo por la ventana. Apenas se escucha un alma. El mundo duerme y contra las persianas se estrellan los sueños.

Vivo cerca del mar. Tan cerca que en las noches de mar embravecida puedo degustar el intermitente sonido que producen las olas al morir en la orilla. Llueve, aunque no se lo crean. Y el cielo está encapotado y una espesa selva de nubes grises impide el paso a la luz de las estrellas. Tampoco puedo contemplar la luna que apenas es un reflejo plateado.

Sin duda alguna, la mar está revuelta. Y es entonces cuando pienso que quizás esté molesta, harta de tragar nuestras miserias, triste ante la despreocupación y el desinterés de los que, como yo, viven en esta orilla. Esto es el lado noroeste del Estrecho de Gibraltar, o lo que es lo mismo, de una de las mayores fosas comunes del mundo.

Millones de toneladas de agua que son tumba y lápida, que son frontera. Será el dolor de muelas, pero imagino a una mujer agitar sus brazos inútilmente en la oscuridad de la noche y en mitad del mar. Antes de ahogarse, la imagino llorando. Sus lágrimas desaparecen en la inmensidad del océano…. su llanto es aplacado por las luces de un buque lejano… su cuerpo es reventado por la presión de la profundidad en espera de que le devoren los ojos los peces que no tienen memoria pero sí apetito.


Imagino a un niño agarrado al pecho de un adulto que a su vez trata de no perder el equilibrio en una balsa que a su vez trata de no volcar, vapuleada por la fuerza de las mareas y por las olas golpeada. ¿ Cómo se estrangula nuestra poca misericordia? ¿Que Dios es capaz de permitir que una niña pierda el presente y el futuro a base de llenarle los pulmones de agua salada ?. Mi dolor de muelas se disipa sin medicamentos. Mi dolor de muelas se empequeñece ante el terrible dolor del alma.

Vivo cerca del mar. Y esa noche supe que mientras unos duermen, otros mueren. Mientras unos sueñan, otros jamás volverán a abrirlos. Nuestra indiferencia es salada y húmeda.

Pienso que en iguales circunstancias, yo también lo haría. También mojaría mi ropa y arriesgaría mi existencia por dormir y soñar al otro lado de la orilla. Fui pobre pero tuve la suerte de tener un pasaporte con el que se viaja en barco. Y todo por la gloria de la vagina que me vió nacer. Que pena que muchas veces el futuro dependa a latitudes y cuentas bancarias.


Imagino, pienso y sueño para preguntarme cuántas grandes personas se habrán ahogado ya en El Estrecho, cerca de mi casa. Me pregunto si alguno de ellos se fue sin poder desarrollar vacunas y fórmulas matemáticas. Cuántos poetas yacen, cuantas historias que jamás se escribirán, cuantos cuentos infantiles se ahogaron en mitad de esa fosa común. Cuántos amantes, cuántos padres de grandes doctores, cuántas madres de grandes científicas, cuánto futuro hemos perdido por tratar de matar al pobre presente.

Ya solo me duele el alma. Nada nuevo en el horizonte. Día a día, y noche a noche…. El alma dolorida de tanto imaginar, pensar y soñar.

Younes Nachett