Madre Teresa de Calcuta
Fundadora de las misioneras de la Caridad (1910-1997)
“Para mostrar un gran amor por Dios y por nuestro prójimo no necesitamos hacer grandes cosas. Se trata de cuánto amor ponemos en lo que realizamos, lo que hace de nuestras ofrendas algo hermoso para Dios.”
El 10 de septiembre de 1946, la mujer que habría de transformarse en la Madre Teresa, viajaba en tren hacia Darjeeling, una estación de montaña en los Himalayas. En ese tiempo era simplemente la hermana Agnes, una Hermana de Loreto de treinta y seis años, de extracción albanesa, que había pasado los últimos veinte años enseñando en las escuelas de su orden en la India. Si bien era una monja devota y nada por la mayoría de sus estudiantes de la clase media, nada había que sugiriera que un día que un día sería considerada como uno de los más vigorosos testimonios cristianos del siglo XX. Pero en este día, recibió “un llamado dentro del llamado”. Sintió, súbitamente, que Dios deseaba algo más de ella. “Deseaba que yo fuera pobre con los pobres y que lo amara en el angustioso disfraz del más pobre de los pobres.”
Así, con el permiso de su congregación, abandonó su convento. En lugar del tradicional hábito religioso, vistió un simple sari blanco con borde azul y salió a buscar a Jesús en los desesperanzados y distantes caminos de Calcuta. Pronto se le unieron otras, incluyendo varias de sus antiguas alumnas, se transformaron en las Misioneras de la Caridad, y ella llegó a ser Madre Teresa.
Con el tiempo, la Madre Teresa crearía centro de servicio para los enfermos, los sin techo y los indeseables a lo largo del globo. En ellos, los hombres y mujeres desvalidos y moribundos, recogidos de las calles de la ciudad, eran albergados y recibían, hasta su muerte, respeto y amoroso cuidado. A quienes habían vivido como “animales en las cunetas” se les permitía, en el hogar de la Madre Teresa, “morir como ángeles”, sabiendo que eran verdaderamente valorados y amados como queridos hijos de Dios.
Cambiar las estructuras sociales no era el objetivo de la madre Teresa. “No somos trabajadoras sociales” dijo, sino “contemplativas en el corazón del mundo. Tocamos el cuerpo de Cristo las veinticuatro horas del día.” Esta visión mística, que ella obviamente vivía, se hizo de la Madre Teresa una figura tan inspiradora. No practicaba simplemente la caridad, la personificaba.
Dios se ha identificado con el hambriento, el enfermo, el desnudo, el sin techo, con la desnudez, no sólo de vestimenta, sino desnudez de aquella compasión que muy poca gente otorga al desconocido, con los sin techo, no sólo de un techo de piedra sino esa carencia de techo que viene de no tener a nadie a quien llamar propio.
Durante muchos años la Madre Teresa trabajó en la oscuridad. Pero, más adelante, fue “descubierta” por el mundo. Se volvió la protagonista de películas documentales y biografías, recibió títulos honoríficos de prestigiosas universidades e incontables honores, incluyendo el Premio Nobel de la Paz en 1979. Considerada como una “santa viviente”, permaneció, sin embargo, notablemente libre de tal adulación. Carecía, asimismo, de cualquier sentido exaltado de su propia vocación. “No podemos hacer grandes cosas”, dijo, “sólo pequeñas cosas con un gran amor.” A menudo, cuando la gente le rogaba para unirse a ella en su “maravilloso trabajo” en Calcuta.” Como explicó:
No busquen a Dios en tierras lejanas, él no está allí. Está cerca de ustedes, está con ustedes. Sólo mantengan la lámpara encendida y siempre lo verán. Vigilen y recen. Continúen alimentando la lámpara y verán su amor, y verán que dulce es el Señor que aman.
Más tarde, la Madre Teresa viajó extensamente alrededor del mundo. En el opulento occidente no tuvo problemas en hallar pobreza, tanto de tipo material como el no menos destructivo empobrecimiento del espíritu. La respuesta, en ambos casos, fue el amor, un amor que comenzaría con las personas y por último transformaría el mundo. Empero, antes de intentar amar al mundo entero, deberíamos comenzar por intentar amar a otra persona, alguien en apariencia imposible de amar, indeseable o rechazado. “Sólo podemos salvar uno por vez. Podemos amar de uno en uno por vez.” Ella creía que hemos sido puestos en el mundo para hacer esto: “Algo hermoso para Dios.” El 5 de septiembre de 1997, la Madre de los pobres partió a la Casa del Padre.
Por Rosario Carrera.
Inspirado en el libro Todos los Santos. Robert Ellberg