San Edmund Campion
Sacerdote jesuita y mártir (1540-1581)
“Al condenarnos, ustedes condenan a sus propios antepasados, a todos los antiguos obispos y reyes que fueron alguna vez la gloria de Inglaterra…Dios vive. La posteridad vivirá. Su juicio no es tan posible de corromper como el de quienes ahora nos condenan a muerte.”
Desde que llegara a Oxford, a los quince años, Edmund Campion mostró señales extraordinariamente prometedoras. Orador y estudioso brillante, en dos años fue nombrado miembro menor del St. John’s College donde atrajo su propio Círculo de alumnos devotos. En el año 1569 fue ordenado diácono en la iglesia Anglicana, otro paso en la escalera del ascenso social. Mas su ambición enfrentaba un formidable obstáculo. Se encontró recientemente invadido por la convicción de que debería volverse católico. En la Inglaterra isabelina, este movimiento acarreaba, seguramente, la ruina profesional si es que no ponía en riesgo la vida misma. En el año 1571, sus dudas se resolvieron, abandonó su hogar y sus amigos, cruzó el Canal para ir al English College en Douai, y allí se reconcilió formalmente con la iglesia católica romana.
Dos años más tarde fue a Roma y entró en la compañía de Jesús, donde se ordenó en el año 1578. Al no haber, en ese momento, una provincia inglesa de los jesuitas, Campion fue asignado a provincia checa. Al año siguiente, sin embargo, formó parte del grupo asignado para la peligrosa misión de volver a Inglaterra. Desembarcó en Dover en el año 1580. Luego de establecer contacto con la comunidad católica desertora, emprendió su ministerio clandestino.
El gobierno, a través de sus espías, se vio rápidamente informado, de su llegada. Sin embargo, logró evadir la captura a través del uso de astutos disfraces y con la ayuda de ingeniosos escondrijos en las casas de grandes familias recusantes. Aun así, previendo su eventual arresto, Campion redactó un corto alegato para el Consejo del Rey, conocido más tarde como la “Bravata de Campion”. En caso que sus captores le negaran la oportunidad de defenderse o hicieran circular mentiras acerca de sus verdaderas intenciones, declaró por adelantado su impaciencia por debatir la doctrina con cualquier equipo designado de teólogos anglicanos. Su misión era, simplemente, “por libre elección, predicar el Evangelio, administrar los sacramentos, instruir al simple, reformar a los pecadores, refutar errores, en resumen, dar la alarma espiritual contra el detestable vicio y la ignorancia altanera con los que se aprovechan de mis amados compatriotas”. Concluía con una elocuente afirmación de la causa jesuita:
Sepan que hemos hecho una liga- todos los jesuitas del mundo-…para sobrellevar con alegría la cruz que ustedes habrán de poner sobre nosotros, y para no abandonar la esperanza de vuestra recuperación mientras nos quede un solo hombre que padezca vuestro Tyburn Road, (calle situada en Holborn en el oeste de Londres, donde había una horca permanente y se llevaban a cabo las ejecuciones públicas) o sea atormentado con vuestras torturas o se consuma en vuestras prisiones. Se han calculado los costos, y la empresa ha comenzado; le pertenece a Dios y no puede ser obstruida. De esta manera se sembró la fe y así debe ser restaurada.
Luego de que sus amigos lograran publicar este documento, Campion se volvió el católico más famoso-y más buscado- de Inglaterra. Con la ayuda de sobornos e informantes, su arresto no habría de tardar.
Campion fue confinado en la Torre de Londres. Durante los primeros cuatro días su celda fue la terrible “Little Ease” (poca comodidad), llamada así porque pues de esta prueba fue traído a la presencia de la propia reina Isabel. La había conocido en Oxford en circunstancias más favorables, en ocasión de haber sido elegido por la universidad para pronunciar el discurso de bienvenida. Ahora, arrodillado, él reconoció su autoridad temporal, pero no accedió a reconocerle autoridad en asuntos religiosos. No obstante ella le ofreció un perdón completo si retornaba al ministerio protestante. Cuando rechazó esta oferta fue devuelto a la Torre.
Campion fue acusado junto con varios otros de haber organizado una rebelión sediciosa contra Inglaterra. Hubo un simulacro de juicio en el que Campion se defendió a sí mismo y a sus compañeros. Si bien acababa de salir de la tortura en el potro era incapaz de permanecer de pie o levantar sus brazos, refutó brillantemente en el falso testimonio presentado como evidencia y mostró de manera efectiva que el único crimen que unía a los acusados era su fe católica. No obstante, fueron hallados culpables.
El 1 de diciembre de 1581, Campion fue colgado en la horca de Tyburn. Entre los testigos había un cierto Henry Walpole, estudiante de Cambridge. En el momento en que Campion era arrastrado y despedazado - parte del bárbaro ritual de la ejecución- su sangre aparentemente salpicó el abrigo de Walpole. Tan serio fue el impacto que esto ocasionó al joven, que su vida cambió para siempre. Él también cruzó el canal, se hizo jesuita y volvió a Inglaterra para enfrentar el mismo destino que el mártir Edmund Campion. Ambos fueron canonizados en 1970 por el Papa Pablo VI. Su fiesta se celebra el 25 de octubre entre los “Cuarenta mártires de Inglaterra y Gales”.
Rosario Carrera
Inspirado en libro de Robert Ellsberg, Todos los Santos.