Detrás de la cruz
Por Antonio Coelho
Uruguay
Jesús fue un hombre que intentó cambiar la
religión, que intentó cambiar la sociedad judía, que se atrevió a interpretar
las escrituras del Antiguo Testamento de una manera distinta a como la
interpretaban las autoridades judías. Empezó a soñar que otra sociedad era
posible y que otra religión era posible.
Hace 18 años comenzaron en Porto Alegre
los FSM, con la consigna “Otro Mundo es Posible”.Todo era esperanza, alegría,
reflexión, en la Carpa Interreligiosa: teólogos de la liberación, con cultos
afros, indígenas, cada uno desde su cosmovisión, tratando de interpretar la
realidad para transformarla.
Recuerdo en el 2003 la intervención de
Lula, recientemente electo, saludando a miles de participantes y partiendo
desde ahí al Foro de Davos, donde a los
pocos días dio el histórico discurso ante los ricos del mundo.
Jesús vino a decir algo que revolucionaba
la religión: “que Dios se hace presente en la humanidad y en la historia; que
el lugar predilecto son los pobres, los enfermos, las víctimas y los que
sufren”.
El Dios que anuncia Jesús es el Dios de
los últimos, de los nordestinos del Sertao, de los “terreiros” y quilombos de
los negros, de los sin tierra;de los sintecho, los travestis, los de las
“favelas”. Como Geni y el Zepelín, que
canta Chico Buarque.
Jesús no triunfa. Jesús muere asesinado en
nombre de Dios. Las autoridades piensan que es un blasfemo que está
corrompiendo la religión; piensan que no tiene autoridad para corregir a Abraham, para corregir a Moisés, para
corregir a los profetas y a las grandes personalidades del pueblo judío.
Jesús resulta inaceptable para la teología
judía; el Dios de Jesús es el Dios que no tiene poder; no tiene poder ni para
salvarlo. Cambia las categorías de poder. Si se busca un Dios que haga favores
para que nos vaya bien, no se puede buscar en Jesús; sí en la teología de la
prosperidad de los neopentecostal.
Porque Jesús llama a la solidaridad con
los más vulnerables, a vivir en comunidad, a compartir los bienes. No se pueden
traicionar los textos, son demasiado claros. No se puede andar con
espiritualismos: el hebreo es un idioma concreto, sin abstracciones. En los
Evangelios se nombra los pobres y son los vulnerables.
Tras la aparente derrota ante el fascista
Bolsonaro, no hay lugar para llantos ni reproches. Será momento de análisis,
acompañado de movilización, con el pueblo en la calle.
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