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29 de noviembre de 2018

Religión como peligrosa






















Detrás de la cruz
Por Antonio Coelho
Uruguay

Jesús fue un hombre que intentó cambiar la religión, que intentó cambiar la sociedad judía, que se atrevió a interpretar las escrituras del Antiguo Testamento de una manera distinta a como la interpretaban las autoridades judías. Empezó a soñar que otra sociedad era posible y que otra religión era posible.

Hace 18 años comenzaron en Porto Alegre los FSM, con la consigna “Otro Mundo es Posible”.Todo era esperanza, alegría, reflexión, en la Carpa Interreligiosa: teólogos de la liberación, con cultos afros, indígenas, cada uno desde su cosmovisión, tratando de interpretar la realidad para transformarla.

Recuerdo en el 2003 la intervención de Lula, recientemente electo, saludando a miles de participantes y partiendo desde ahí al Foro de Davos,  donde a los pocos días dio el histórico discurso ante los ricos del mundo.


Jesús vino a decir algo que revolucionaba la religión: “que Dios se hace presente en la humanidad y en la historia; que el lugar predilecto son los pobres, los enfermos, las víctimas y los que sufren”.

El Dios que anuncia Jesús es el Dios de los últimos, de los nordestinos del Sertao, de los “terreiros” y quilombos de los negros, de los sin tierra;de los sintecho, los travestis, los de las “favelas”. Como Geni  y el Zepelín, que canta Chico Buarque.

Jesús no triunfa. Jesús muere asesinado en nombre de Dios. Las autoridades piensan que es un blasfemo que está corrompiendo la religión; piensan que no tiene autoridad para corregir a  Abraham, para corregir a Moisés, para corregir a los profetas y a las grandes personalidades del pueblo judío.

Jesús resulta inaceptable para la teología judía; el Dios de Jesús es el Dios que no tiene poder; no tiene poder ni para salvarlo. Cambia las categorías de poder. Si se busca un Dios que haga favores para que nos vaya bien, no se puede buscar en Jesús; sí en la teología de la prosperidad de los neopentecostal.

Porque Jesús llama a la solidaridad con los más vulnerables, a vivir en comunidad, a compartir los bienes. No se pueden traicionar los textos, son demasiado claros. No se puede andar con espiritualismos: el hebreo es un idioma concreto, sin abstracciones. En los Evangelios se nombra los pobres y son los vulnerables.

Tras la aparente derrota ante el fascista Bolsonaro, no hay lugar para llantos ni reproches. Será momento de análisis, acompañado de movilización, con el pueblo en la calle.

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