San Roque González y compañeros
Mártires
jesuitas del Paraguay (1628)
“Dios no ordena que el
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo sea predicado con el ruido de las armas y
por medio del pillaje. Antes bien, lo que Él recomienda es el ejemplo de una
buena vida y una santa enseñanza.”
Las
famosas “reducciones” jesuitas de Paraguay se hallan rodeadas de muchas
leyendas y controversias. Durante 106 años, una red de comunidades utópicas fue
organizada fue organizada por misioneros jesuitas en la vasta jungla de la
región de los indios guaraníes.
Los jesuitas se hallaban autorizados a
establecer estas colonias experimentales como un medio de cristianizar a los
indios. Pero no hay duda de que servían también como media de protección, para
los indios, de la más brutal explotación de las encomiendas españolas y la trata de esclavos.
Uno
de los primeros pioneros de las reducciones fue Roque González, paraguayo de
segunda generación. Hijo de un noble español, nació en Asunción en el año 1576.
Fue ordenado sacerdote a los veintitrés años y diez años más tarde entró en la
Compañía de Jesús, atraído por el heroico trabajo misionero de los jesuitas
entre los indios. Se encontraba ya bien preparado para este trabajo por su
conocimiento, desde la infancia, de la difícil lengua guaraní.
Dejando
detrás la seguridad de os enclaves coloniales, Roque González y sus compañeros
jesuitas se encaminaron a territorios inexplorados, desafiando el hambre, la
enfermedad y la amenaza de muerte, a cada nuevo encuentro con alguna de las
comunidades indígenas esparcidas a lo largo de los ríos Paraná y Uruguay.
Sin
llevar armas, a menudo anunciaban su presencia tocando instrumentos musicales
que fascinaban y encantaban a los pueblos nativos. Habiendo despertado su
interés, los jesuitas intentaban transmitir a los indígenas un sentido de la fe
cristiana pero también animarlos a abandonar su existencia nómada y cultivar en
poblados organizados. Sus se vieron recompensados con sorprendentes éxitos.
Entre os años 1610 y 1623 se establecieron veintitrés poblados, con una
población de cien mil personas.
Sólo
un bajo porcentaje de este número fue normalmente bautizado. Los más se
hallaban, aparentemente, atraídos por la protección contra la invasión directa
de la ley colonial que los jesuitas ofrecían. Si bien los aborígenes eran
súbditos indirectos de la corona española, las reducciones representaban, en
efecto, una sociedad paralela, organizada sobre principios comunitarios bien
diferentes del mundo feudal de los establecimientos coloniales donde los
indígenas eran tratados como siervos infrahumanos. Las reducciones, en
contraste, estaban basadas en el respeto por la dignidad y la independencia de
los indígenas y sus derechos humanos como hijos de Dios.
Las
reducciones, sin embargo, no eran universalmente admiradas. Muchos de los
colonos estaban furiosos con los jesuitas por su crítica al sistema de
encomiendas y por el éxito en cerrar de manera efectiva un vasto sector
potencial de trabajo explotado.
La iglesia secular estaba resentida con los
jesuitas por su hipotética arrogancia en dar la espalda a las supuestas
necesidades de la sociedad colonial. Mientras, los jesuitas debían defender a
sus comunidades de los tratantes de esclavos que merodeaban y del gobierno
colonial, que deseaba nombrar administradores civiles en las reducciones.
Resultaba difícil, en estas circunstancias, para los jesuitas, disociarse por
completo de la cultura imperial de los europeos. Si bien se ganaron la devoción
afectuosa de muchos indígenas, había otros que desafiaban la legitimidad de su
empresa.
Para ellos, los sacerdotes blancos
representaban sólo una forma más benigna de la explotación
colonial.
En otoño
1628, uno de estos jefes hostiles dio la orden de matar al padre González y a
sus compañeros jesuitas.
Se despachó a un grupo de asesinos para llevar a cabo
la orden. 15 de noviembre atacaron a González y lo despedazaron con un hacha de
piedra.
Mataron
también a su compañero, el jesuita Alonso Rodríguez. Dos días más tarde mataron
a un tercer sacerdote, el padre Juan de Castillo, quien se hallaba destacado en
una misión cercana.
Arriba imágenes de las
ruinas de las misiones Jesuitas con los guaraníes
El
asesinato de estos sacerdotes no detuvo las intrusiones de los occidentales. En
cualquier caso, los indios habían perdido a unos defensores valientes y
efectivos. Una suerte similar aguardaba
a las propias reducciones. En el año 1773, las rivalidades políticas y
eclesiásticas en Europa decidieron al papa Clemente XIV a expulsar a los
jesuitas. Miles de misioneros se vieron obligados a abandonar su esfera de
actividades, entre ellos, los padres de las reducciones paraguayas. La Compañía
de Jesús se levantaría más tarde de sus cenizas. Pero las reducciones habían
terminado. A los pocos años, las prolijas filas de casas, las avenidas
pavimentadas y las Iglesias barrocas de piedra habían sido absorbidas por la
verde jungla.
En
el año 1934, González fue el primer mártir nacido en América en ser
beatificado. Su canonización siguió en el año 1988; el día de su celebración se
estableció en el 16 de noviembre
En la película LA MISIÓN se refleja esta
evangelización y martirio de los jesuitas en Latinoamérica
Por Rosario Carrera
Inspirado
en el libro de Ellsberg Robert, Todos los Santos