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23 de noviembre de 2018

SAN ROQUE


San Roque González y compañeros
Mártires jesuitas del Paraguay (1628)

“Dios no ordena que el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo sea predicado con el ruido de las armas y por medio del pillaje. Antes bien, lo que Él recomienda es el ejemplo de una buena vida y una santa enseñanza.”

Las famosas “reducciones” jesuitas de Paraguay se hallan rodeadas de muchas leyendas y controversias. Durante 106 años, una red de comunidades utópicas fue organizada fue organizada por misioneros jesuitas en la vasta jungla de la región de los indios guaraníes. 

Los jesuitas se hallaban autorizados a establecer estas colonias experimentales como un medio de cristianizar a los indios. Pero no hay duda de que servían también como media de protección, para los indios, de la más brutal explotación de las encomiendas españolas y la trata de esclavos.

Uno de los primeros pioneros de las reducciones fue Roque González, paraguayo de segunda generación. Hijo de un noble español, nació en Asunción en el año 1576. Fue ordenado sacerdote a los veintitrés años y diez años más tarde entró en la Compañía de Jesús, atraído por el heroico trabajo misionero de los jesuitas entre los indios. Se encontraba ya bien preparado para este trabajo por su conocimiento, desde la infancia, de la difícil lengua guaraní.

Dejando detrás la seguridad de os enclaves coloniales, Roque González y sus compañeros jesuitas se encaminaron a territorios inexplorados, desafiando el hambre, la enfermedad y la amenaza de muerte, a cada nuevo encuentro con alguna de las comunidades indígenas esparcidas a lo largo de los ríos Paraná y Uruguay. 

Sin llevar armas, a menudo anunciaban su presencia tocando instrumentos musicales que fascinaban y encantaban a los pueblos nativos. Habiendo despertado su interés, los jesuitas intentaban transmitir a los indígenas un sentido de la fe cristiana pero también animarlos a abandonar su existencia nómada y cultivar en poblados organizados. Sus se vieron recompensados con sorprendentes éxitos. Entre os años 1610 y 1623 se establecieron veintitrés poblados, con una población de cien mil personas.

Sólo un bajo porcentaje de este número fue normalmente bautizado. Los más se hallaban, aparentemente, atraídos por la protección contra la invasión directa de la ley colonial que los jesuitas ofrecían. Si bien los aborígenes eran súbditos indirectos de la corona española, las reducciones representaban, en efecto, una sociedad paralela, organizada sobre principios comunitarios bien diferentes del mundo feudal de los establecimientos coloniales donde los indígenas eran tratados como siervos infrahumanos. Las reducciones, en contraste, estaban basadas en el respeto por la dignidad y la independencia de los indígenas y sus derechos humanos como hijos de Dios.

Las reducciones, sin embargo, no eran universalmente admiradas. Muchos de los colonos estaban furiosos con los jesuitas por su crítica al sistema de encomiendas y por el éxito en cerrar de manera efectiva un vasto sector potencial de trabajo explotado.
La iglesia secular estaba resentida con los jesuitas por su hipotética arrogancia en dar la espalda a las supuestas necesidades de la sociedad colonial. Mientras, los jesuitas debían defender a sus comunidades de los tratantes de esclavos que merodeaban y del gobierno colonial, que deseaba nombrar administradores civiles en las reducciones. Resultaba difícil, en estas circunstancias, para los jesuitas, disociarse por completo de la cultura imperial de los europeos. Si bien se ganaron la devoción afectuosa de muchos indígenas, había otros que desafiaban la legitimidad de su empresa.
 
Para ellos, los sacerdotes blancos representaban sólo una forma más benigna de la explotación
colonial.
En otoño 1628, uno de estos jefes hostiles dio la orden de matar al padre González y a sus compañeros jesuitas. 
Se despachó a un grupo de asesinos para llevar a cabo la orden. 15 de noviembre atacaron a González y lo despedazaron con un hacha de piedra. 


Mataron también a su compañero, el jesuita Alonso Rodríguez. Dos días más tarde mataron a un tercer sacerdote, el padre Juan de Castillo, quien se hallaba destacado en una misión cercana.
Arriba imágenes de las ruinas de las misiones Jesuitas con los guaraníes
El asesinato de estos sacerdotes no detuvo las intrusiones de los occidentales. En cualquier caso, los indios habían perdido a unos defensores valientes y efectivos. Una suerte similar aguardaba  a las propias reducciones. En el año 1773, las rivalidades políticas y eclesiásticas en Europa decidieron al papa Clemente XIV a expulsar a los jesuitas. Miles de misioneros se vieron obligados a abandonar su esfera de actividades, entre ellos, los padres de las reducciones paraguayas. La Compañía de Jesús se levantaría más tarde de sus cenizas. Pero las reducciones habían terminado. A los pocos años, las prolijas filas de casas, las avenidas pavimentadas y las Iglesias barrocas de piedra habían sido absorbidas por la verde jungla.

En el año 1934, González fue el primer mártir nacido en América en ser beatificado. Su canonización siguió en el año 1988; el día de su celebración se estableció en el 16 de noviembre

En  la película LA MISIÓN se refleja  esta evangelización y martirio de los jesuitas en Latinoamérica

Por  Rosario Carrera
Inspirado en el libro de Ellsberg Robert, Todos los Santos