Samanta, el reflejo de millones de niños que el Estado y la sociedad ha olvidado
La Hora
Samanta es una niña curiosa de 2 años, quien vive en El Chupadero, una aldea de Nueva Santa Rosa, en el municipio de Santa Rosa. Ante la llegada de reporteros La Hora Voz del Migrante a su aldea, se acerca a observar con curiosidad, en sus manos sostenía un poco de masa mientras se escondía detrás de su mamá con algo de temor.
La niña corre a tomar una muñeca, camina sin zapatos en el suelo de tierra de su casa que tampoco tiene drenajes.
Su desayuno esa mañana consistió en frijoles, ya que no tienen dinero para comprar leche, las tortillas las hace su mamá. Su padre, Filiberto, afirma que sobreviven en medio de la pobreza, él trabaja como agricultor, siembra maíz, frijol y café, pero este último grano ya no le da ganancias como otros años.
Tras conversar con sus padres, aparecen los hermanos de Samanta: Irvin, Shiny y Crucito, quienes viven en las mismas condiciones que ella. Durante la visita en la aldea se pudo conocer a Delmy, Cristian y decenas más de niños, cuya vida evidencia el abandono del Estado hacia la niñez, principalmente en las áreas rurales del país.
El día en que se realizó el reportaje los niños no asistieron a clases, pues los maestros del centro educativo local asistieron a una asamblea de socialización del Pacto Colectivo de maestros.
Las condiciones de desigualdad de la niñez, como se evidencia en el caso de Samanta, es uno los motivos por los que migraron Felipe y Jakelin, dos menores de edad, junto con sus padres. Ambos murieron en su intento de encontrar una mejor vida en Estados Unidos.
Para Jordán Rodas, procurador de la PDH, este escenario solo muestra a la niñez condenada a un futuro devastador, porque históricamente el Estado no ha resuelto los problemas estructurales que originan la pobreza, la desigualdad y desnutrición que tienen efectos irreversibles.
La Hora Voz del Migrante viajó hasta el sector La Carreta de la aldea El Chupadero, para conocer la realidad en la que vive la población del lugar, sitio que se ubica a escasos kilómetros de Nueva Santa Rosa, municipio que ha tenido desarrollo en los últimos años, en parte gracias a las remesas familiares que migrantes envían desde Estados Unidos.
egún pobladores de dicho municipio, el lugar ha alcanzado cierto desarrollo en los últimos años y afirman que esto se ha logrado por los envíos de remesas desde Estados Unidos.
La carretera hacia el municipio a partir de Barberena se observa con daños visibles, los baches en el asfalto han sido tapados en su mayoría con tierra para evitar el golpe de los vehículos, a lo lejos parecieran parches blancos.
Pasando del Puente y río La Plata, la aldea Amberes de Santa Rosa, se puede observar algunas de las viviendas sobre la carretera, la mayoría con infraestructura similar, hechas de block y con un largo corredor. Son la prueba del trabajo migrante.
Más adelante, en Santa Rosa de Lima, la panorámica tampoco cambia. En Nueva Santa Rosa los comercios abundan. Pero todo cambia a escasos kilómetros de ese municipio, un camino más reducido y de terracería se asoma, el mismo lleva hasta la aldea El Chupadero.
Filiberto indicó que no tienen dinero para comprar la leche de la niña, a veces le dan de tomar agua de masa con un poco de azúcar, dentro de unos meses cumplirá tres años.
El padre de familia trabaja como agricultor y por dos años trabajó en Estados Unidos y fruto de su esfuerzo logró comprar un pequeño terreno en el que siembra maíz, frijol y café, que no siempre da buenas cosechas, porque en los últimos años la canícula los ha afectado.
“La canícula estuvo fregada, no hubo maíz, pero de todos modos ahí vamos pasando poco a poco, total qué podemos hacer, aquí uno vive pobremente con su maíz y frijol, que eso es lo que comemos casi siempre”, comentó.
PREOCUPADO POR EL FUTURO DE SUS NIÑOS
Lo que más le preocupa a Filiberto es que los niños no tengan una alimentación adecuada, por eso pide ayuda a quien desee apoyarlos.
La casa no tiene drenaje, aunque sí tienen energía eléctrica y un pequeño radio en el que escuchan música. En el momento en que se realiza la entrevista aparecen Irvin, Crucito y Shiny, los tres son hijos de Filiberto y a simple vista aparentan ser más pequeños que la edad que verdaderamente tienen.
Al ver la cámara posan para una fotografía, su padre espera que alguien que vea el reportaje les obsequie algo de ropa o comida.
Tanto Filiberto como su esposa no saben leer ni escribir, ambos no tuvieron la oportunidad de ir a la escuela, pero ahora desean que sus hijos puedan seguir sus estudios, por ello espera que un día alguna institución los apoye con becas.
“He visto unas gentes pobres de Jumay, pero sus hijos son estudiados con becas y yo me pongo a pensar en mis hijos porque el estudio lo saca a uno adelante, eso quisiera para mis hijos”, señaló.
VIVIÓ DOS AÑOS EN ESTADOS UNIDOS
Cuando se enferma alguno de sus niños, van al centro de salud de Nueva Santa Rosa y en ocasiones han tenido que ir hasta el Hospital de Cuilapa, que se encuentra a una hora del lugar en vehículo, en bus el viaje es más largo.
“Yo estuve dos años en Estados Unidos, quería irme otra vez pero ahora con ese montón de gente que se va ya no pude irme, pero allá tampoco es fácil para el migrante porque se trabaja duro, mucha gente se ha ido y viera que recogiendo comida entre la basura se mantienen”, dice.
Nos despedimos de Filiberto y Samanta se queda sentada en una llanta, sonríe y sigue jugando. Más adelante el camino se vuelve más angosto y se pueden ver grandes rocas a un costado, perros casi esqueléticos ladran.
CRISTIAN: UN NIÑO DE DOS AÑOS QUE NO PUEDE CAMINAR NI HABLAR
En otra vivienda y junto a don Gregorio, su abuelo, un niño pequeño se arrastra y sonríe con un vaso y una cuchara en sus manos, parece tener menos de un año, no balbucea y tampoco intenta caminar.
El niño se llama Cristian, tiene dos años y según su abuelo no puede caminar y tampoco puede hablar. Aún no saben qué tiene porque llevarlo seguido al médico les resulta muy difícil.
El niño se arrastra dentro de la casa, su ropa luce mojada y sucia, su rostro refleja posibles signos de desnutrición.
La familia cuenta con energía eléctrica y agua de un pozo, que ahora beben con mayor tranquilidad por un ecofiltro que les obsequiaron.
“Desde que se murió mi mujer me quedé enfermo de las canillas, siento como si tuviera clavos y aquí tengo mi cerco para la cocina y siento un hormiguero bien feo, pero aquí estoy, nunca he ido al médico, no tenemos como salir y me cuesta mucho caminar”, dice don Gregorio en lenguaje coloquial.
El entrevistado abraza al niño que sigue tomando un helado en un vaso plástico y se refiere a él como “mi Cristo”.
DON GREGORIO TAMPOCO PUEDE CAMINAR BIEN
Don Gregorio tiene 65 años y tampoco puede caminar, siente mucho dolor en sus pies, no ha ido al médico porque salir por el camino lleno de piedras es una tortura para él y aun así siembra frijol para consumo propio, aunque lo hace hincado porque no puede sostenerse mucho tiempo de pie.
Muchas de las viviendas en La Carreta apenas tienen techo y cuentan con algunos cuartos, pero la vivienda de don Gregorio Polanco es distinta. La casa está hecha de block y tiene un cuarto con tres camas donde duermen él, su hija y sus nietos. La vivienda también cuenta con sanitario y puertas de metal.
Don Gregorio dice con orgullo que la casa donde vive “es un regalo”. Arriba un pequeño rótulo la identifica como “Mi casita”, según refiere este obsequio lo recibió de parte de una persona que donó la construcción y sus materiales, en un principio iban a ser tres casas, pero al final fue solo una.
SANDRA AZUCENA: COMEMOS FRIJOLES, TORTILLAS Y AHORA CARNE DE TACUAZÍN FRITA
La casa de la familia de Sandra Azucena está elaborada de adobe, algunos pedazos de madera y pequeños troncos. Ella tiene una hija y otro bebé está por venir.
La dieta diaria de su hija consiste en frijoles, hierbas y tortillas de maíz, sin embargo, el día que La Hora Voz del Migrante llegó a su aldea, comieron carne de tacuazín, un mamífero de la especie de marsupiales, animales que su esposo cazó la noche previa en la montaña.
Sandra explicó que este tipo de carne se prepara frita, pero antes los pelan y quitan las vísceras que no van a consumir. Comprar pollo u otro tipo de carne les resulta muy complicado por la falta de recursos.
Su hija tiene 5 años, aún no asiste a clases, pero pronto la enviarán junto al resto de niños de la aldea.
“Esta es la carne que comemos, aunque a mí casi no me gusta el sabor que tiene, no es tan bueno, a mi esposo y mi hija si les gusta, al final no tenemos mucho que podamos comer, primero los hacemos medio cocidos y de ahí fritos”, explicó.
Sandra contó que tratan de viajar al pueblo solo cuando tienen mucha necesidad, como cuando alguien se enferma. Sabe leer y escribir, aunque le cuesta un poco porque solo estudió tercero primaria y después abandonó la escuela.
DELMY QUIERE SER MAESTRA Y VIAJAR A LA CAPITAL
Para tomar agua, las familias van al bosque en donde siembran café, ahí caminan alrededor de 10 minutos entre zanjas que por momentos se vuelven rocosas, una caída para un niño o un adulto podría resultar grave.
El pozo de donde extraen el agua les sirve a los pobladores para lavar ropa y para consumo diario. Delmy, una niña de 9 años que nos llevó hasta el lugar, explica que usualmente desayuna tortillas con un pedazo de queso y café.
En las noches su mamá, quien trabaja en el pueblo, les lleva otro tipo de comida. El pollo y frutas como la manzana son de sus favoritas.
Actualmente cursa tercero primaria y sueña con ser maestra, asegura que casi no se enferma, pero menciona que sus amigos sí, porque los han llevado al Hospital de Cuilapa por neumonía y otro tipo de padecimientos del estómago.
“A mí solo a veces que me da dolor de timba (dolor de estómago), pero no me llevan al doctor, solo así se me pasa, pero una vez sí me llevaron al hospital”, la niña menciona que nunca ha viajado a la ciudad capital, pero le gustaría que la llevaran un día y pide más útiles escolares porque le gusta recibir clases.
ANA MARÍA: ME GUSTARÍA QUE TODOS MIS HIJOS PUDIERAN ESTUDIAR
Ana María tiene cinco hijos, su esposo se dedica al corte de café en Ayarza, Santa Rosa, ahí tiene un trabajo en una finca en la que gana dependiendo lo que logre hacer como jornalero.
Al igual que la mayoría de los adultos del lugar, no sabe leer ni escribir.
Su casa tiene energía eléctrica pero no cuentan con drenajes, el suelo es de tierra, cocinan con leña y tiene dos habitaciones.
En algunas ocasiones, relata que ha vivido el calvario de llevar a sus hijos enfermos al Centro de Salud, sobre todo por lo difícil que le resulta salir del lugar a pie. Los niños con frecuencia se enferman de los pulmones.
“Una vez se enfermó mi niño y lo tuvimos que llevar hasta el pueblo y ahí una ambulancia nos llevó hasta el Hospital, esa vez tuve que prestar porque no tenía para irme. Aquí comemos frijoles acompañados de un pedacito de queso, con café, leche si no les doy porque no tengo para comprarles”, afirmó.
NO MIGRAN PORQUE NO PUEDEN COSTEARLO
Ana María, aunque tiene 22 años no ha votado en ninguna ocasión, no sabe para qué sirve el Congreso y sabe muy poco del presidente Jimmy Morales, sin embargo cree que la mayoría de familias viven en condiciones precarias porque no han podido acceder a la educación.
La entrevistada asegura que no han pensado en migrar, no porque no quieran, sino porque no tienen como costear los gastos que implicaría el viaje.
“Me gustaría que todos mis hijos pudieran estudiar porque así saldrían de esta pobreza, eso quisiera para ellos”, añadió.
Finalmente, dijo que es posible que toda la pobreza que vive tenga que ver con que los funcionarios se roban los recursos del Estado y no lo invierten en la población.
La Hora Voz del Migrante intentó obtener una entrevista con el alcalde de Nueva Santa Rosa, Enrique Arredondo, para que explique qué tipo de proyectos o planes se han considerado para fomentar el desarrollo en estas aldeas, sin embargo hasta el cierre de este reportaje no se había obtenido respuesta.
USPENDEN CLASES POR SOCIALIZACIÓN DEL PACTO COLECTIVO
El día en que se realizó el reportaje, los niños no asistieron a clases en la escuela de El Chupadero y, según informó el Ministerio de Educación (Mineduc), fue porque se efectúo la Asamblea Departamental del Sindicato de Trabajadores en donde se socializó el Pacto Colectivo, que precisamente fue entregado por el presidente Jimmy Morales el pasado 24 de enero al dirigente magisterial Joviel Acevedo.
El mandatario agregó el día que se entregó el Pacto Colectivo que “día a día el Gobierno de Guatemala impulsa acciones para mejorar los indicadores de la educación pública del país”. “Esta mañana puedo decirle al Magisterio Nacional, misión cumplida, la dignificación del maestro fue posible”, puntualizó Morales.
PDH: NIÑEZ CONDENADA A UN FUTURO DEVASTADOR
Sobre esta situación, el procurador Jordán Rodas dijo que la niñez en Guatemala está condenada permanentemente porque el Estado no logra resolver problemas estructurales del país que originan la pobreza y la desigualdad, que tienen efectos devastadores e irreversibles como la desnutrición crónica que afecta a uno de cada dos niños menores de cinco años en el país.
“La desnutrición crónica que afecta a uno de cada dos niños menores de cinco años en el país. El limitado acceso a la educación y salud pública de calidad, son una constante que sufre principalmente la población indígena. Las relaciones de explotación en que muchas veces los padres de los niños trabajan también afectan a la infancia”, dijo Rodas.
El Informe Circunstanciado de 2018 de la PDH, destaca que es importante que el Estado establezca como una prioridad que se vea reflejada en el presupuesto y la calidad del gasto, las actividades relativas a la salud y el desarrollo infantil con el objeto de cumplir estándares internacionales.
El informe destaca que durante 2018 ocurrieron 12 mil 266 casos de desnutrición aguda en niños menores de 5 años y se registraron 85 muertes.
Además resalta la alta carga de infecciones respiratorias y su aumento en el período 2015-2018, que afectan en mayoría a niños menores de cinco años y adultos mayores.
“La niñez menor de cinco años es también la más afectada por las enfermedades transmitidas por agua y alimentos, la cual presenta una alta prevalencia en el país y permanecen en las primeras 10 causas de mortalidad a nivel nacional”, indica la PDH.
VIVEN EN DESIGUALDAD
Dimas García, profesor y poblador de El Chupadero, dijo que resulta lamentable que las personas en el lugar sobrevivan en esas condiciones de pobreza, alejadas de las oportunidades de desarrollo y en medio de la desigualdad.
El entrevistado es quien conoce a la mayoría de familias en el lugar y fue la persona que sirvió de enlace para La Hora Voz del Migrante.
García señaló que es preocupante que las familias que residen a escasos kilómetros de Nueva Santa Rosa vivan en condiciones de abandono, por eso cree que la solución podría ser que se impulsaran programas de emprendimiento o asociaciones que les ayuden a promover sus productos, como café y miel, dado que algunos tienen colmenas de miel blanca.
NIÑOS CON DESNUTRICIÓN RECIBEN AYUDA
A unos 15 kilómetros del Chupadero, se ubica el Centro de Recuperación Nutricional (CRN) de Casillas Santa Rosa, que desde hace unos años ha brindado asistencia a niños de 0 a 5 años que presentan alguna condición de desnutrición severa y sin complicaciones. Los pequeños que presentan otro tipo de cuadros clínicos son enviados hacia el hospital.
Ana Lucía Duarte, directora del CRN en Casillas, explicó que reciben a niños del municipio de Nueva Santa Rosa, Jalapa, e incluso de otras áreas. De momento atienden a 11 niños, algunos de ellos acompañados de sus madres.
“Aquí el niño ingresa con la madre casi siempre, porque está indicado por el jefe de área y empieza su proceso. Hay un nutricionista, un médico pediatra encargado de esos servicios, se evalúa clínicamente, se le pone su fórmula y se evalúa de acuerdo a lo establecido en su caso si el niño se puede ir a su casa o si todavía sigue en desnutrición”, comentó.
En otros años comentó que llegaron a recibir entre 17 y 20 casos por año propios del distrito, aunque otros no necesariamente deben ser ingresados al centro.
La alimentación que reciben los menores en el lugar es la que recomienda el nutricionista. También han recibido casos de la aldea El Chupadero.
¿CUÁL ES EL LUGAR DE LAS REMESAS EN SANTA ROSA?
De acuerdo con la Encuesta sobre Migración Internacional de Personas Guatemaltecas y Remesas de 2016, del Organismo de las Naciones Unidas para la Migración (OIM), en Santa Rosa un 52.2 por ciento de la población del área rural se beneficia de las remesas, en tanto que en el sector urbano es de 47.8 por ciento.
Por otro lado, el estudio de la OIM, evidenció que solo el 13.2 por ciento de la población receptora de remesas puede cubrir la Canasta Básica Alimentaria, “es decir que un porcentaje de estos hogares, de no recibir la contribución de las remesas, estarían en condiciones de pobreza o extrema pobreza”.
En 2016, las remesas para el departamento de Santa Rosa significaron US$198 millones 120 mil 651, que aunque no fueron consideradas dentro de los departamentos con mayores ingresos, si se ubica por encima de El Progreso, Sacatepéquez, Chimaltenango, Sololá, Totonicapán, Retalhuleu, Zacapa y Jalapa.
Los indicadores refieren que más de 48 mil personas envían remesas desde el exterior hacia Santa Rosa y de ellas la mayoría se encuentra en Estados Unidos.
PRESUPUESTO NO ESTÁ PENSADO PARA ATACAR CAUSAS QUE GENERAN MIGRACIÓN
En un reportaje publicado por La Hora Voz del Migrante, titulado “Proyecto de Presupuesto 2019 no está pensado para atacar causas que generan migración”, migrantes destacan que para contrarrestar la situación del país es necesaria la asignación de mayores recursos enfocados a la salud y educación de niñez.
Para los connacionales, el Presupuesto aprobado por el Congreso no responde a las necesidades de casi el 60 por ciento de la población que sobrevive en condiciones de pobreza y tampoco incide en las causas que motivan a las personas a migrar.
Aunque este año se registraron incrementos en el presupuesto de las áreas de Salud y Educación, los mismos no llegarían a tener incidencia en aspectos que afectan a la población.