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31 de mayo de 2019

A VOLEO


PALABRAS A VOLEO


La  palabra a voleo que hoy hacemos volar,   aparentemente es una palabra “laica” pero puede resultar  una expresión, si no religiosa, si, digamos  espiritual;  Aunque no se lo crean se trata hoy  de la


 SONRISA

La palabra sonrisa viene de son- y risa. Son- es un prefijo que viene del latín sub- (abajo).   La palabra risa viene del latín risus, participio del verbo ridere, el mismo que nos dio reír y ridículo.

Hay  sonrisas y sonrisas,  depende del adjetivo  que las  acompañe;
Sonrisas tristes, sonrisas alegres, irónicas, crueles, nostálgicas, falsas,  humorísticas.

El humor  decía Ramón Gómez de la Serna en sus “greguerías”, < el humor  es una sonrisa vista a través de una lágrima>

Pero ahora  queremos meditar en la sonrisa franca  abierta, alegre,  la que es como una risa contenida.  Es la sonrisa de los niños y las personas sencillas, la sonrisa  que sale de dentro.

Hubo un tiempo  en que  en  los  carros que circulaban por cierta ciudad,  en  el cristal posterior se puso de moda  poner un letrero… sonría por favor. En esa ciudad un dictador amargaba la vida de la gente y a la gente crítica  no le quedaban gamas de sonreír.


Bueno, pero para comenzar habíamos dicho que esta sonrisa, que a primera vista no tiene nada que ver con la religión   puede   que tenga que ver positiva o negativamente.

Cuántas veces mirando desde el fondo o desde delante a las personas  que asisten a una celebración religiosa  se ven rostros, gestos  serios,  solemnes, o aburridos!  ¡Qué pocas veces  se descubren  expresiones alegres, sonrientes!;   Muchas veces  son los pequeños quienes,  mientras los mayores  repiten oraciones o canticos, por lo general poco alegres y hasta angustiados   “”perdona a tu pueblo señoooor”””, mientras  los mayores rezan serios  los pequeños  corretean por el templo, se tiran al suelo y, al llegar la ceremonia (¿ceremonia?) de la paz  ellos corren a  abrazar y besar al sacerdote, a enseñarle una  muñeca que traen… 

De todos modos ese es el único momento en  que  los fieles  esbozan alguna cortés sonrisa,  aunque ya se le escapó a algún obispo decir   que  no se debe sonreír ni ponerse  afectuoso en esa “ceremonia” (¿ceremonia?)

Pero enseguida llega el “solemne”  momento de la comunión y ahí se acaban las sonrisas;  las personas se ponen   tiesas, y en fila.  Algunos juntan las manos piadosamente, los más  decididos extienden su mano para atreverse (¡qué atrevidos!) a recibir a  ese Jesús que se hace pan , a recibirlo en sus manos de amas de casa, oficinistas, labradores… los pequeñines agarrados a su mamá abren  una boquita de pez, sin explicarse por  qué  a ellos no les dan a comer  eso.

  Hay otros, y eso es el colmo del ridículo, que se acercan a comulgar  con las manos en los bolsillos; Así como lo oyen, y suele ser gente joven.

En los años que un servidor de ustedes lleva de ministro del señor  ha visto muy pocas personas acercarse sonrientes  a tomar en sus manos el pan.  Con una  sonrisa cercana a  la risa  como me imagino que María Magdalena y las otras mujeres  que lo acompañaban se acercarían a Jesús. O la otra, la que sufría hemorragias y se acercó a tocarle el manto por detrás;  ¡qué saltos de contenta daría  cuando  él  sonrió y la dijo que se fuera curada!.

Pero  la gente que suele ir a misa es demasiado  respetuosa.  Cada uno, una, se  sienta en su banca al entrar en  el templo y ni sonríe ni mira a quien tiene al lado, aunque haga semanas o años  que se juntan el mismo día y a la misma hora en el mismo sitio.

En los templos ¿cuántas imágenes de Jesús jugando con los niños, compartiendo amigablemente  con toda clase de gente  en banquetes… o sólo  saben poner en el lugar  sagrado, aparte del crucificado, Cristos  con mantos coronas y rayos luminosos que  desfigura al Campesino de Nazaret y  no le dejan ser vecino cercano?

¿Qué pasa con la sonrisa?, ¿es demasiado laica?¿no es bastante religiosa, ceremoniosa?.

¿Qué  parte de responsabilidad  tienen de esto  los clérigos y los clericales  que les acompañan, cuyos trajes, más bien oscuros con  signos y hábitos  solemnes  no invitan mucho a sonreír.

Este ministro del señor que les escribe se atreve a proponerles  desde los niños a los presbíteros (en griego, viejos)   que se peguen en el corazón la frase de aquel tiempo sonría por favor - No, por favor no,-  pónganla  solamente cuando de verdad les salga de dentro, porque todos sabemos que a veces en la vida  no hay más remedio que llorar,  pero no siempre estén amargados, amargadas, sonrían de  corazón.

(Dedicada esta reflexión a quien se acerca a recibir la eucaristía con los ojos y el corazón sonriente)