Esta vez
vamos a reflexionar en un
romance sobre el
desnivel entre lo que hoy celebran los cristianos y cómo lo celebraban hace
20, 19, 18 siglos con el lema:
Esa
cosita redonda…
I…
Esa cosita
redonda
Encerrada en un armario
la
que comemos a veces
y otras veces adoramos.
Protegida entre cristales
en un círculo sagrado
rodeado de oro y plata
al que "custodia" llamamos,
aunque nadie está seguro
de saber qué custodiamos.
Si es cuidar que no
se escape
del
templo a los barrios bajos
o para guárdalo entero
y que
no lo compartamos
aunque
dicen que al principio
“partir el pan” lo llamaron…
II…
Cuentan las antiguas crónicas
Que
aquel pan, que aquí está preso.
Fue al principio de esta historia
Pan de verdad grande y tierno.
Sobre una mesa común
Un humilde carpintero
Lo partió con sus amigos:
“Tomen, coman, que es mi cuerpo”
No lo guardó en la custodia
Ni en el sagrario de un templo.
Después de haberlo comido
Salió con ellos a un huerto
donde cayó
custodiado
por los guardianes del templo
que lo clavaron en cruz
con cuatro clavos de hierro.
Así fue aquella custodia
De
aquel pan que fue su cuerpo.
Pan partido y repartido
Pan de todos, pan sangriento.
Aunque al encontrarlo vivo
Y sintiéndolo entre ellos.
Sus amigos en la mesa
Continuaron su recuerdo
Siguieron partiendo el pan
En mesas del mundo entero.
Y
preguntamos: ¿por qué
Hoy nos queda ese recuerdo
Que no parece ni pan
De tan redondo y pequeño?
Y preguntamos también
¿Por qué
hoy no nos atrevemos
A partirlo y repartirlo
Y sentirlo como nuestro?
¿Y por qué tantos lo adoran
Custodiado en ese encierro?
Y ¿por qué
llaman altar
Lo que fue mesa de encuentro?
Lo encierran en las custodia
Que lo tienen prisionero
Sin partirlo con sus manos
Y ofrecerlo al mundo entero
Sin
custodia, sin sagrario
Pan de verdad. Grande y tierno
pan partido y repartido
De Jesús el nazareno