ARDE EL PULMÓN DEL PLANETA
"Si va a haber un futuro para la humanidad,
va a ser un retorno a lo que era nuestra ética
original".
Hugo Blanco, Líder campesino peruano.
La Amazonia brasileña desde sus fronteras con
Perú, Bolivia y Venezuela registra más de 33.000 incendios forestales en lo que
va del año. La cifra supera en un 84% a los incendios que se registraron el año
pasado durante el mismo periodo. Pero desde comienzos de agosto los nuevos
frentes de fuego avanzan rápidamente cubriendo miles de hectáreas.
Tragedia para Brasil y para la Humanidad
La región tiene casi el 20 % de las reservas de
agua dulce del planeta.
Por su territorio cursan las aguas del Amazonas
el río más caudaloso y largo del mundo, que nace en Perú y desemboca en el
Atlántico en las costas brasileñas. Sus alteraciones inciden en las corrientes
oceánicas. Se le supone que su cauce contiene una quinta parte del agua dulce
en estado líquido del planeta. Según la
Unesco, si no cambia el modelo de consumo y preservación de esa riqueza, para
el 2030 el déficit hídrico puede llegar al 40%.
Según las Naciones Unidas y expertos internacionales, el agua puede ser motivo de “guerras” en las
próximas décadas.
Cómplices activos y pasivos de la tragedia.
El desastre no solo debería preocupar a los
brasileños y a sus vecinos, sino a todo el
mundo. Pero una vez más topamos con los
neo-totalitarismos que predican el “no me importa”, se burlan de los más
desprotegidos y mienten cada vez que hablan. El presidente Jair Bolsonaro, ganó
las elecciones con diversos apoyos concretos. Uno de los principales fue el de
los poderosos grupos del sector empresarial agrícola, que durante años han
tratado de ensanchar sus territorios a costa de asentamientos indígenas o de
comunidades de campesinos. Los terratenientes en muchos casos ejercieron la
violencia: asesinatos, secuestros e incendios. Pero con la llegada de Bolsonaro
al poder, sus acciones cuentan con mayor tolerancia judicial, y se promulgan
normas y leyes que les favorecen.
Los afectados denuncian a Bolsonaro
Por ello diversas organizaciones
ambientalistas, movimientos indígenas y campesinos y el Partido de los Trabajadores,
responsabilizan al presidente Bolsonaro de
la tragedia ambiental. El
gobierno responde expresando dudas sobre las mediciones de las áreas afectadas
que realiza un organismo oficial especializado. La comunidad científica
brasileña y mundial, han respaldado los métodos del ente estatal que monitoriza
la desforestación mediante satélites. Pero como Bolsonaro se maneja con
parámetros similares a los de personajes como Trump o Salvini, ha intentado
culpar de los múltiples incendios a las ONG, aunque admitió que no tiene
pruebas. Muy similar a lo que sucede con
las tragedias en el Mediterráneo, donde en lugar de erradicar las causas de los
éxodos de quienes huyen de guerras, ocupaciones militares, expolios de recursos
o dictaduras, se intenta culpabilizar a los que recogen y salvan a los náufragos.
Y para ello utilizan la mentira, las redes sociales y el control o influencia sobre los medios
masivos de comunicación. Pero los hechos
ponen en evidencia quienes son los perjudicados por los incendios y a quienes
potencialmente habrá de beneficiar.
Datos concretos
Por ejemplo, en áreas de protección ambiental,
sólo en esta semana se han producido 68 incendios en territorios indígenas,
donde se han quemado cosechas y viviendas precarias. En el estado de Matto
Grosso, los incendios han aumentado más de un 200% con respecto al año pasado.
“Bolsonaro cumple su compromiso con los hacendados y los grupos
económicos” titulaba un diario del
“Movimiento de los Sin Tierra” al pie de
una gran foto de la ciudad de San Pablo oscurecida casi por completo en pleno
día por nubes de humo denso que llegaban
desde la zona amazónica. Parte de los estados de Matto Grosso y Paraná
sufrieron el mismo fenómeno. Los grupos
agropecuarios y los consorcios mineros internacionales, son señalados como
beneficiarios de la desforestación.
Bolsonaro, en la ruta de Trump y de Salvini.
Brasil ha pasado a formar parte de los países
que practican una política que favorece a sus sectores más poderosos, desmonta
lo público, y fortalece a los grupos económico-financieros. Otras características
comunes son el desprecio por la división de poderes, y por los acuerdos
internacionales, comenzando por la Declaración de los Derechos Humanos de la
post-guerra. La soberbia y la prepotencia suelen acompañar sus discursos y
proclamas. Ellos tienen sus propios parámetros de lo que está bien y lo que
está mal. Intentan manejar el país como si fuera una finca particular. La
demagogia, condimentada con burlas y amenazas, es su herramienta favorita para
buscar el consentimiento de los ciudadanos.
El plan para privatizar todo lo público.
El humo de los incendios amazónicos, oculta
mientras tanto, un plan sistemático de entregar gran parte del andamiaje
estatal del pueblo brasileño. Paulo Güedes, ministro de economía formado en la
escuela neoliberal de Chicago que formó parte del equipo de asesores del
dictador Pinochet en Chile, está ejecutando un plan de privatización que
abarcará a las principales empresas brasileñas. Entre ellas, la Casa de la
Moneda, fundada en 1694; Datapreva que gestiona el pago de 34 millones de
jubilaciones; el Centro de
Tecnología Avanzada creada por el
gobierno de Lula para tener autonomía nacional en microelectrónica; Telebras,
la más importante empresa de comunicaciones o El Correo, que funciona como
estatal desde 1663 y tiene una estructura gigantesca que llega a 5.550
municipios. Bolsonaro prácticamente entregará los resortes vitales del estado
brasileño a la empresa privada. Si sus planes se concretan, la desigualdad
social, las carencias de millones de brasileños ya no podrán ser mitigadas por
el estado. Y Brasil es uno de los países más
importantes del continente americano.
No solo se queman los bosques
No solamente está ardiendo la Amazonia, está
ardiendo el futuro del pueblo brasileño y nuestro propio futuro, el de la
Humanidad. Lo que allí ocurre incidirá
en todos nosotros, vivamos donde vivamos.
Una vez más podemos recurrir a Bertolt Bretch
cuando escribió “No aceptes lo habitual como cosa
natural. Porque en tiempos de desorden, de confusión organizada, de humanidad
deshumanizada, nada debe parecer natural. Nada debe parecer imposible de
cambiar”.