Guatemala
En su libro La pantalla rota, cien años de
cine en Centroamérica (Taurus, 2014), la historiadora del cine centroamericano
María Lourdes Cortés nos cuenta que en 1957 Guatemala ganó por primera vez un
premio en Cannes. El cortometraje documental Síndrome de pluricarencia
infantil, del realizador suizo-guatemalteco Marcel Reichenbach y el pediatra
Carlos Monzón ganó el premio al mejor documental en este festival. Dos años
después repitieron la hazaña con Ángeles con hambre.
Para sumar al recuento, en 2010, Juan
Manuel Méndez presentó su cortometraje Chapstick en el Short Film Corner; en
2012 los actores guatemaltecos Brandon López, Karen Martínez y el chiapaneco
Rodolfo Domínguez ganaron el premio A certain talent, por la mejor
interpretación con la película mexicana La jaula de oro en la sección “Una
cierta mirada”; en 2013 Izabel Acebedo presentó su cortometraje Para armar un
helicóptero en “La semana de la crítica”; y Julio Hernández Cordón estrenó su
Cómprame un revolver, protagonizada por las también guatemaltecas Matilde y
Fabiana Hernández Guinea, en la sección Quincena de realizadores. Añadir al
recuento de Guatemala en Cannes que en 1970 Miguel Ángel Asturias fue el
presidente del jurado de la Selección Oficial.
Así que César Díaz no es el primer guatemalteco
en estar en Cannes, pero sí es el primer centroamericano en ganar la
prestigiosa Cámara de oro, y el cuarto latinoamericano en 41 años de otorgar
este premio a la mejor ópera prima presentada en el festival. Pero bien, a lo
mejor esta historia no se trata de quién lo gana primero, en realidad ni
siquiera se trata de “ganar”. A la industria del cine el mero hecho de haber
sido seleccionado para este festival le basta para colocar una película en un
espacio privilegiado y simple: el deseo de verla; y en ese deseo de verla, la
industria, el arte y la memoria se reúnen en una butaca en donde nos gusta
imaginar que todo se convierte en luz.
Esta historia se trata de la historia que
ganó el premio, de cómo fue contada, de quiénes la contaron y cómo lograron
llegar a ella. Y esto es un mérito incalculable para Guatemala, para
Latinoamérica: colocar la búsqueda de los desaparecidos por el conflicto armado
en Guatemala, y huelga decirlo, en Latinoamérica. La historia: un hijo cuyo
padre fue desaparecido por el Ejército de Guatemala, trabaja como antropólogo
forense en la búsqueda de cuerpos de la guerra. En esa búsqueda simbólica -y
real- de su padre, la relación con su madre abre paso a una discusión que se ha
ido construyendo lentamente en Guatemala, qué hacemos con lo que le sucedió a
nuestros padres, qué hacemos con nuestras búsquedas y con lo que encontramos en
ellas. No dudo que la Cámara de oro ayude a que esta discusión se expanda por
el mundo y las madres, nuestras madres, ocupen ese espacio fundamental que
tienen en la historia.
Cannes
Cannes es una ciudad pequeña, un pueblo en
la Costa azul francesa en donde un buen número de habitantes son europeos
retirados que disfrutan del clima mediterráneo. Y durante dos semanas desde
hace 72 años, la ciudad se vuelve un espacio delirante entre el cine, la moda y
el entretenimiento. El famoso Festival de Cannes reúne en el pequeño pueblo a
grandes personajes del sistema de estrellas de Hollywood, a realizadores
consagrados, poco conocidos, jóvenes “promesas”, productores, distribuidores,
relacionistas públicos, actores, y miles de participantes que hacen cosas
extrañas como vestirse de smoking con rótulos en la mano pidiendo entradas a
funciones de alfombra roja, y van y vienen todos mezclados, todos caminando en
el borde de la playa junto a los viejitos locales que llenan por completo las
salas de exhibición de la películas. No es un capricho llamarle delirio, cuando
pasan autos deportivos con visitantes distinguidos, limusinas con actores,
caballos gigantes con policías, paparazzis que parecen personajes de Bukowski
con trajes prestados que les quedan grandes y, eventualmente, entre todo eso,
un grupo de cineastas guatemaltecos que fueron parte de la producción de
Nuestras Madres, la película que además de ganar la Cámara de oro, ganó el
premio de la Sociedad de Autores y Compositores Dramáticos, SACD y el premio
Rail d´or, del sindicato de ferrocarrileros.
Para terminar de entender el asunto,
parece necesario entrarle a la taxonomía de Cannes: está la Selección oficial
donde compiten largometrajes que suelen ser de reconocidos directores del mundo
que estrenan en esta sección sus películas, de esta selección sale el ganador
de la Palma de oro, el más alto reconocimiento del festival. Están también las
subcategorías, Une certain regard, Cinéfondation y cortometrajes, y Cámara de
oro que es un premio único para ópera prima en cualquiera de todas las
categorías. Están también las secciones paralelas de la Semana de la crítica y
la Quincena de realizadores. Es todo un aparato de exhibición y reconocimientos
que, básicamente, está diseñado para la industria, esto hace que buena parte
del público en las salas sean programadores de festivales, distribuidores,
críticos, productores, en fin, detrás de esa sensación de vértigo emocional que
dejan las grandes películas en nuestro pecho hay una maquinaria que mueve
muchos millones de dólares, euros, y, si en Guatemala tuviéramos una ley de
cine que soportara esta industria, también podríamos tener millones de
quetzales en esa industria. Actualmente la Comisión del cultura en conjunto con
Agacine, tienen abierta una mesa de diálogo para la elaboración de un nuevo
proyecto. En 2012 el primer proyecto de la Ley de Cine quedó estancado en el
Congreso.
La noche del estreno en Cannes. César
Díaz, Armando Espitia, Emma Dib, Aurelia Caal, Julio Serrano, Pamela Guinea y
Joaquín Ruano.
Bélgica y Francia
Estos dos países vecinos, son los países
coproductores de la película. Entonces sí, es una película con tres
nacionalidades y eso solo es una gran noticia, y básicamente el único modelo
posible para hacer cine que cumpla los estándares de producción de la
industria. En Guatemala no existe un fondo nacional para producción
audiovisual, y la mayor parte del financiamiento de Nuestras Madres proviene de
estos dos países europeos, de Bélgica, particularmente, de donde César Díaz
también es.
Uspantán-Pambach-Carchá
Uspantán fue el primer nombre que tuvo
este proyecto. César Díaz lo nombró así partiendo del lugar donde nació su
investigación, una masacre donde las mujeres sobrevivientes del pueblo fueron
obligadas a bailar marimba sobre la fosa común donde yacían sus hermanos, hijos
y maridos. Una de las tantas historias de terror que la guerra nos dejó y que
sembró miedo y muertos por todo el país.
Pambach fue la pequeña aldea Pocomchí
donde se filmó parte de la película, en la frontera entre Alta y Baja Verapaz,
esta aldea no es ajena a la guerra y sus masacres, como casi ninguno de los
pueblos del centro y occidente de Guatemala. Dieciocho días de rodaje en esta
comunidad, más de 50 personas de crew, carros, camiones, cámaras, equipo,
asistentes de producción, caminando por todo el pueblo pidiendo que se apagaran
los radios para que no entrararan en el audio de la filmación, castings para extras,
meses de preproducción reuniéndose con autoridades, comités, vecinos. La
producción local a cargo de Pamela Guinea y Joaquín Ruano contó con un gran
equipo técnico que garantizó no solo un proceso continuado y respetuoso
-tomando en cuenta lo invasiva que puede ser una filmación -, sino un ambiente
idóneo para un rodaje minucioso y exhaustivo.
San Pedro Carchá es el pueblo donde vive
Aurelia Caal, una de las protagonistas de la película. Hace el papel de
Nicolasa, una viuda que busca los restos de su marido asesinado por el
Ejército, y cuya búsqueda da pie al nudo y desenlace de la otra búsqueda, la de
Ernesto (Armando Espitia) que busca a su padre y la de Cristina (Emma Dib) que
busca justicia. Doña Aurelia el día del estreno de la película nos comentó que
tenía algo así como 40 años de no ir a una sala de cine.
Los protagonistas: Armando Espitia, Emma
Dib, Julio Serrano Echeverría y Aurelia Caal.
Nuestras madres
• Guion y dirección: César Díaz
• Producción: Pamela Guinea, Joaquín
Ruano, Géraldine Sprimont y Delphine Schmit
• Fotografía: Virginie Surdej
• Edición: Damien Maestraggi
• Sonido: Vincent Nouaille, Gilles
Bernardeau y Emmanuel De Boissieu
• Arte: Pilar Peredo
• Música: Rémi Boubal y Luis Pedro
González